‘Globulización’

En este artículo trataremos de argumentar que la globalización contemporánea, que hemos de tomar como un proceso de vasto alcance social del que nadie puede escapar, está dando a un luz a una nueva e inquietante realidad. Una situación emergente, conflictiva y abiertamente disruptiva que viene a mostrar una cara oscura y hasta ahora velada de la dinámica globalizadora. Para nombrar y describir ese escenario novedoso proponemos aplicar un nuevo término, el de ‘globulización’.

Por: Gil-Manuel Hernández Martí

La palabra globulización ya existe, pero sirve para designar, en el campo de la metalurgia, un proceso provocado por el tratamiento térmico de una aleación en la que ésta adquiere una estructura globular. Se habla al respecto de la globulización del acero como una operación mediante la cual aquél se torna más mecanizable, disminuyendo su dureza y aumentando su tenacidad. En nuestro caso, vamos a trasladar y adaptar el término a la esfera social de la modernidad globalizada para dar cuenta de aquello que está apareciendo.
No obstante, para entender que es la globulización hay que saber que la globalización es la condición o ambiente que la hace posible, la fuerza motriz que la impulsa, y de la cual, en última instancia, forma parte. De forma general, la globalización puede ser caracterizada como una aceleración de la interconexión mundial en todos los aspectos de la vida contemporánea, destacando la magnitud creciente del impacto de los flujos y patrones transcontinentales de interacción social. La globalización también implica la intensificación de las relaciones sociales y de la interdependencia planetaria, que, impulsada por un capitalismo cada vez más des regulado, reduce considerablemente las distancias espacio-temporales y tiene un impacto transformador en la esfera del local.
La globalización es la sustancia misma de nuestra vida cotidiana, expresada en una creciente conciencia de 'globalidad'. Somos, ya, seamos conscientes o no, seres glocales arraigados inevitablemente en un territorio, pero insertados a su vez en los flujos globales. De este modo bien se puede decir que vivimos bajo una 'condición global', que implica una progresiva conciencia social e individual de los procesos de globalización. La condición global aparece, cada vez más, como una segunda naturaleza creada del mundo, un ambiente que envuelve y condiciona, un entorno que nosotros, como individuos que nos relacionamos con otros individuos en cuanto que seres sociales, tendemos a reproducir y recrear en las más imperceptibles vivencias de la cotidianidad. La condición global transforma la vida de las personas, su condición vital, sus imaginarios, cosmovisiones, deseos y sueños. De alguna manera, en la forja de la condición global sucede que la globalización del sistema tecnoeconómico capitalista se revela como indisociable de la globalización de las estructuras sociales, de los sistemas simbólicos de significado y de la transformación de las subjetividades, lo cual posibilita el sinuoso ascenso de un cosmopolitismo más o menos consciente, tangible, o voluntario, pero real.
La globulización, por su parte, aparece como una dimensión novedosa de la globalización bajo condiciones estructurales de capitalismo radicalizado y cada vez más desmaterializado, abocado a chocar indefectiblemente con los límites producidos por su propio desarrollo, voraz e insaciable. La globulización, que experimenta una capacidad de mutación constante, es una consecuencia directa de la contradicción que se produce entre la enorme rapidez con la que se desarrolla la globalización contemporánea en las esferas económica, tecnológica e informacional —y sobre todo en la confluencia de las tres, que se retroalimentan mutuamente— y la mucho más lenta globalización en las esferas social, cultural y psíquica.
La globulización implica la creciente centralidad del glóbulo, que es la formación social que cada vez cobra más relevancia, en un contexto de globalización expansiva en el cual el flujo es el rasgo dominante
Por definirla con una mayor precisión, la globulización implica la creciente centralidad del glóbulo, que es la formación social que cada vez cobra más relevancia, en un contexto de globalización expansiva en el cual el flujo es el rasgo dominante. La globulización, en tanto que proceso que permite la multiplicación y creciente protagonismo social de los glóbulos, se concreta en la proliferación de mundos autocontenidos, autorreferenciales, herméticos y desconfiados unos de otros. Lo cual se evidencia en todo tipo de ejemplos a diversa escala, desde las grandes corporaciones, que son mundos en sí, a los “pequeños mundos”, mundos imaginarios, mundos burbuja, mundos compensatorios, mundos múltiples o ambientes estancos potencialmente cerrados y hostiles.
La globulización está muy ligada a los devastadores efectos del modelo hegemónico neoliberal capitalista, sustentado por las tres fuerzas fundamentales que actualmente lo impulsan: la tecnologización mediante la confluencia de algoritmos, big data e informática de última generación; la creciente concentración empresarial corporativa, referida tanto a las grandes corporaciones clásicas como a las de nuevo cuño (big tech), fundadas en la intermediación, el capitalismo de plataformas y la extracción de plusvalía de los datos de sus usuarios; y una financiarización acentuada, cada vez más especulativa y desligada de la esfera productiva y sus consecuencias sociales. Todo ello en una situación de emergencia climática, síntoma evidente de la reacción del planeta inducida por la propia dinámica depredadora y destructiva del capitalismo globalizado.
Todas estas dinámicas del neoliberalismo hegemónico, sustentado por la fuerza de las armas, la represión, el control social digital y una maraña de reglamentaciones e instituciones hurtadas al escrutinio público, acrecientan las desigualdades de todo signo, debilitan enormemente la democracia, estimulan el desencanto político e intensifican la desconfianza, el resentimiento y la rabia contenida. El resultado final es que los flujos de apertura, diálogo e inclusión tienden a ceder ante la formación de glóbulos con vida propia que actúan como obstáculos, que activan conflictos enquistados y nuevos, que predisponen al cierre, a la rigidez, a la incomunicación, al autismo social, a la guerra civil soterrada y a la violencia latente. Glóbulos que propician sus propios flujos que propagan, paradójicamente, y utilizando las propias redes que hace posible la globalización, el aislacionismo, los “hechos alternativos”, las secesiones de los poderosos y la tendencia a encerrase cada uno en su mundos impermeables. El combustible que produce el crecimiento de los glóbulos es un enorme malestar, producto del descontrol de más de cuatro décadas de neoliberalismo autoritario, que se ha acabado encapsulando y fermentando en micromundos que actúan como paranoicas aldeas postmodernas en medio de una civilización en descomposición.
El problema de la globulización es que sus manifestaciones van mucho más allá del nacionalismo, el fundamentalismo religioso, el sectarismo o la resistencias comunitarias
La proliferación de la lógica globular, estimulada por la búsqueda de seguridades, arraigos y transcendencias que la modernidad líquida dificulta, posee un efecto desintegrador, fragmentador, disolvente y atomizador, que tiene su emergente plasmación político-ideológica en el 'globulismo', alternativa a los globalismos dominantes, hegemonizados por mercados, corporaciones y sus instancias políticas protectoras, como la Unión Europea o los grandes tratados de libre comercio. La tradicional oposición entre derecha e izquierda tiende así a ser difuminada por la nueva que se establece entre globalismo y globulismo. Este último parece emerger como una actualizada fusión entre los nacionalpopulismos de derechas y no pocas reivindicaciones e ideas de izquierda, siendo potencialmente capaz de desbordar los marcos políticos establecidos y de generar una enorme incertidumbre en la esfera política.
El problema de la globulización es que sus manifestaciones van mucho más allá del nacionalismo, el fundamentalismo religioso, el sectarismo o la resistencias comunitarias. No se trata solo de eso, pues más bien los glóbulos reflejan realidades bien diversas pero cortadas por el mismo patrón de fondo. Se puede tratar de una gran empresa que se convierte casi en un monopolio explotando los datos de millones de clientes, de las actitudes de la ciudadanía dividiéndose en micromundos autistas dentro de las redes sociales, de la propia fragmentación de internet, de los partidos políticos incapaces de pactar nada, o de los ricos viviendo sus vidas de lujo en urbanizaciones amuralladas, ajenos e insensibles al sufrimiento de todos los demás, que también tienden a encerrarse en esferas autárquicas.
Los glóbulos pueden también contener, configurando un nuevo “sentido común”, la tentación de los países desarrollados de abandonar a su suerte a los refugiados de crisis bélicas y militares, la idea de que los pobres sobran, las estigmatización del diferente y la deshumanización tecnocrática expresada en la máxima de “sálvese quien pueda”. La perspectiva de próxima confluencia de crisis humanitarias, climáticas, económicas, sociales y sanitarias acentúa los perfiles más siniestros de la globulización y coloca las resistencias populares a las realidades que se van materializando en el territorio de aquello que debe ser necesariamente neutralizado. Algunas de esas resistencias desde abajo utilizan la propia lógica de los glóbulos para aguantar el vendaval, pero la cuestión de fondo es que en un mundo definido por los glóbulos dominantes se puede acabar implantando una suerte de neofeudalismo sistémico bajo el cual la democracia, los derechos humanos, la cultura humanista y los avances sociales se conviertan en poco tiempo en frágiles vestigios de un mundo derrumbado.

Sobre el autor
Profesor titular del Departamento de Sociología y Antropología Social de la Universitat de València. Autor de La condición global. Hacía una sociología de la globalización (2005), Sociología de la globalització. Anàlisi social d’un món en crisi (2013) o Ante el derrumbe. La crisis y nosotros (2015).

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