Proyectos bioculturales para el cuidado de la Tierra

Partí a México a trabajar en un proyecto de arte, luego las redes se fueron tejiendo y salí de ciudad de México para conocer los valles, desiertos y eternos caminos de esta inmensa tierra tan increíblemente rica culturalmente. Ahí me encontré con mi colega de arte terapia antroposófica Mares, quien me introdujo en una inmersión al contexto biocultural de las sierras, y este concepto retumbó en mi, me hizo pensar: ¿cuáles son las prácticas bioculturales que hemos heredado de los pueblos y comunidades más antiguas? Aquellas prácticas que nacieron en tiempos remotos como fusión entre los ritmos de la naturaleza y las formas de vivir del ser humano. Esas prácticas son las que permiten un cultivo saludable, el origen de la cultura. Las prácticas bioculturales son fuerzas primordiales para la conservación y armonía del entorno, de la biodiversidad y los ecosistemas como bosques, océanos y valles. El siguiente relato fue mi experiencia para comprenderlo.

Texto por Candelaria Palacios Garin

Registro de los encuentros por la propia autora. ©Candelaria Palacios

Son las 17:00 en Reyeshogpan, cerca de Cuetzalan, en las sierras nororientales de Puebla (México).  Comienzan a llegar vecinos y vecinas a otro: “diálogo de saberes en torno a la energía para  “el buen vivir”. Se encomendó que cada quien trajera algo de leña para alimentar el fuego alrededor del que nos sentamos. El diálogo fue en lengua náhuatl y duró  alrededor de 4 horas, yo solo mire y en silencio pedí perdón y permiso por estar ahí, ya que era prácticamente una ceremonia en donde yo había llegado por una especie de casualidad y no supe ni cómo saludar en Nahuatl.
El náhuatl usa el español para decir números, muletillas y palabras contemporáneas, como por ejemplo el  término “orgánico” y “energía”, también el  saludo a coro de “buenas tardes” a cada persona que pasara. Todas estas palabras no tienen una traducción directa. Respecto al término “energía”, aún no hay consenso sobre la traducción. Algunos la consideran como: fuerza viva, mientras otros se preguntan si esa energía almacenada en baterías, por ejemplo, son realmente fuerzas vivas. La razón de una nueva jornada de diálogo es, precisamente, porque las comunidades están en un proceso de incorporación de energías renovables.
Cuando el diálogo terminó, Lety –una joven amiga, quien trabaja en la cooperativa Tosepan a cargo de este y otros cuantos proyectos para las comunidades y la conservación de la su lengua–  comentó que a los vecinos y vecinas les llamó la atención que el fuego estuviese consumiéndose sin cocinar en él tortillas o un pozole, y que no acostumbran a usar la leña sin un fin, amenos que sea para narrar una historia a los niños. Así, propusieron que  en un próximo diálogo sobre las energías, se hiciera un uso  consciente de ella, en este caso de la leña. Se trata de una energía escasa, entonces su quema debe ser a raíz de un propósito vital y una práctica comunitaria, como cocinar para todos.

©Candelaria Palacios

Resistencia al progreso
En 2011 las comunidades de la sierra nororiente de Puebla detuvieron la entrada de megaproyectos de minería e hidroeléctricas. Estas industrias les ofrecían a cambio: canchas de  fútbol, un nuevo orden de viviendas (desplazamiento territorial para un pueblo rural) y nuevas ofertas de trabajos. De esta forma, el “progreso” se tomaría la Sierra, que por su inaccesibilidad industrial había estado limitada de procesos productivos de gran escala que ya estaban ocurriendo en otros lugares de México.

El territorio mexicano conoce este patrón de negociación hace mucho tiempo. Así han desaparecido pueblos debajo del derrumbe de las minas en las montañas de oro y plata, por lo que la comunidad ya conoce el dudoso beneficio socioeconómico que traería al pueblo esta propuesta. Conocen las despedidas para quienes dejan el hogar rumbo al norte, en dirección a Sonora, a trabajar o a intentar cruzar el desierto. Conocen la fábrica de Coca Cola más grande del mundo instalada en el estado de México y otra a las faldas del volcán Huitepec en Chiapas (una de las zonas donde se registra la mayor diversidad de culturas indígenas de méxico), teniendo que enfrentarse a una escasez hídrica y comprar bidones de agua potable para el consumo diario. El agua que la compañía extrae –cerca de 80 litros diarios– llegaría a ser suficiente para abastecer a los 200 mil residentes de la capital de Chiapas.
Habiendo logrado mantener al margen estos megaproyectos que a costa de grandes consecuencias,  generarían energía, hoy continúan las asambleas y diálogos para integrar las maneras alternativas de generar energía y, así, tener mayor acceso a electricidad, telecomunicación, telefonía, fuentes de calor y de frío para el hogar.
Ver pasar a las mujeres vestidas con sus vestimentas repletas de símbolos –invaluables en horas de trabajo– camino a sus cultivos de café orgánico, estando a tres horas de Ciudad de México, hablando en tutunaku y promoviendo la agroecología, me hace imaginar  que hace 12 años estaban haciendo una defensa del territorio e impidiendo que proyectos de esta magnitud entraran a la Sierra. Me parece una preciosa simbiosis temporal. Vi la poética, la vitalidad y la fuerza de las prácticas bioculturales como el uso de la lengua indígena.
Le pedí a mi amiga Mares, ingeniera ambiental, quien había estado presente en esta y otras defensas del territorio (como la del acuífero en la península de Yucatán) y gracias a quien había  llegado a la sierra, a las comunidades y a su cálido kjaltuchocho (casa del sembrador), que me contara la historia detrás de estos diálogos de saberes. 

La Defensa territorial en la Sierra de Puebla
En el mapa se puede ver que las áreas verdes protegidas más grandes, coinciden con los territorios en los cuales aún habitan comunidades Nahuas, Totuunacu, y Masehuatl. La Sierra es de difícil acceso y los lugares de la montaña están protegidos por su inaccesibilidad industrial, aunque sí han sido productivos para las comunidades y su economía local.
La historia de lucha no es nueva, ha sido una carga humana vivenciada en cada época cultural. Lo que ha cambiado es la forma en la que se responde a esos actores extranjeros. La constante son los grupos organizados, que en la sierra tienen una capacidad muy fuerte de comunicarse por el vínculo profundo que tienen con sus tierras. Las comunidades no solo están conformadas por  pueblos indígenas, sino también por los que han llegado de otras ciudades y otros países a lo largo del tiempo y que han escogido este lugar como su hogar, es decir, las conforman todos aquellos que van llegando con sentido de comunión.
En este caso el punto clave fue el equipo de personas y organizaciones civiles que hicieron investigación sobre concesiones y accesos políticos, verificando aquello que realmente estaba en el plan y cuál era su magnitud, y se hizo un compendio simple de lo que venía, se situó sobre los mapas, y se compartió. Fue muy importante el apoyo de las organizaciones para tener acceso a esta información y ver la realidad tangible de lo que se propondría. Después de la divulgación se comenzaron las jornadas de diálogos sobre qué sería realmente lo que estos megaproyectos traerían y lo que no, qué se opina al respecto, qué se quiere y qué no se quiere.
La experiencia de lo que había sucedido en otros países de latinoamérica fue clave (como en Bolivia y Perú). Luego, fueron importantes los testimonios de otros lugares donde habían llegado estos proyectos con las mismas premisas de industrialización y beneficios a las comunidades: cómo se llevaron a cabo, qué impacto tuvieron y cuáles fueron las herramientas a cargo de las concesiones para introducirse a las comunidades y tener su apoyo. Además, cómo fueron las negociaciones y finalmente qué fue lo que en realidad pasó. Fotografías posteriores de los lugares a la llegada de los mega proyectos y la recopilación de material ayudó a abrir los temas de reflexión basada en algo real, donde todos pudieran opinar   desde un punto de vista más objetivo.
Desde la reflexión se llegó a la premisa de que la búsqueda del yeknemillis o xa ta latam (el buen vivir) no era compatible con la sobre explotación industrial y sus consecuencias en la Sierra. Las siguientes acciones estuvieron a cargo de las mismas comunidades. Los actores antagónicos, aquellos que sí consideran buena alternativa la realización de estos megaproyectos, siempre están y son puntos clave en las asambleas también, porque traen a conversación temas que deben ser dialogados para comprender los beneficios y consecuencias, dar espacio a todas las opiniones y luego poner el tema de reflexión. Lo esencial fueron las alianzas entre profesionales, pueblos indígenas, mestizos, extranjeros, personas con diferentes oficios y profesiones. Toda esta diversidad tenía un mismo objetivo: seguir desarrollando lo saludable.
Esto sucedió hace 12 años, y llevó mucho sufrimiento, fragmentación, sacrificio, miedo y agotamiento. Hoy está a nuestro favor la evidencia de la urgencia de la crisis social y ambiental. La salubridad del ecosistema al cual pertenecemos incluye priorizar los privilegios de ciertos consumos y hábitos, esto conlleva necesariamente un sacrificio en la búsqueda del balance y del buen vivir. Y hay nuevas maneras de hacer batalla, con más alegría, desde las artes, los encuentros culturales, festivales, carnavales por el entorno, etc. Porque un espacio territorial saludable pero sin cultura es un cuerpo sin espíritu. La cultura es el cultivo, es lo que nos mantiene vinculados con el entorno y su esencia, con la sabiduría y con la historia. Hoy se vuelve un agente primordial las prácticas bioculturales.

©Candelaria Palacios

Yeknemillis: La lengua como practica biocultural
“La bioculturalidad es la sólida relación entre diversidad biológica y cultura, es decir, la interconexión de formas profundas entre naturaleza y actividades humanas. Las comunidades están moldeadas por el entorno natural. Por ejemplo, si se pierde una especie animal puede ocasionar también una pérdida de identidad cultural”.(Antonio Ortega, 2022)
Entendí que las comunidades estaban resguardadas, no detenidas en el tiempo, sino protegidas por una práctica biocultural esencial y poderosa: la lengua indigena. Las lenguas antiguas no existen sin la incorporación del entorno. Estas permiten vivir otra realidad de la naturaleza, creando un espacio que no existe por separado del entorno.
El inventario lingüístico incluye prácticas culturales y comunitarias que mantienen el equilibrio con el entorno natural y sus entidades, una vez que la lengua se pierde se pone en riesgo la posibilidad de habitar la Tierra desde esa sabiduría y de mantener la tierra tierna (fértil). Cuando la narración de la lengua se pierde el inventario lingüístico también y con ella podría perderse la conservación biocultural que es, básicamente, la que nos sostiene culturalmente para comprender y vivenciar el verdadero significado de la ecología (la lógica del hogar).  La conservación de la lengua es también la conservación del territorio y la recuperación de la lengua también es la recuperación del territorio.
Las prácticas bioculturales son nuestros rituales, rutinas asociadas al entorno, a los ritmos naturales de los cuales somos partes. En la pedagogía Waldorf, por ejemplo, durante la primera infancia, la celebración de festividades en cada estación es la base de nuestro calendario. Porque celebrar la llegada de una estación, nos posiciona en una presencia, una alegría por el momento presente. Y la preparación de una festividad, es la alegría por el momento que llegara, por ejemplo, durante la fiesta de la luz (el solsticio de invierno) el momento de mayor oscuridad del año, celebramos con un farol reluciente.
La cocina de estación es una práctica cultural cotidiana y también antigua, tejer nuestro abrigo, cultivar la tierra, rondas, cuentos en torno al fuego, cosechas, aprender la lengua indígena de donde habito,  para comprender la historia y la forma de hacer conservación, etc. Todas estas son prácticas bioculturales, fuerzas creativas,  como una gran homeopatía para la tierra y para el ser humano las prácticas bioculturales, sencillas, incorporadas a nuestro cotidiano, nos proporcionan la salubridad que el alma necesita, y a través de ellas, podemos encontrar la forma de cuidar el territorio desde el espíritu.

El inventario lingüístico incluye prácticas culturales y comunitarias que mantienen el equilibrio con el entorno natural y sus entidades. ©Candelaria Palacios


Bibliografía
Ortega, A. (2022, November 2). “Bioculturalidad. Saberes campesinos”. Diccionario del agro Iberoamericano. https://www.teseopress.com/diccionarioagro/chapter/bioculturalidad-saberes-campesinos-america-latina-siglos/#:~:text=Definici%C3%B3n,hasta%20los%20paisajes%20que%20crean.
Manzanal, M. (2022, November 2). “Desarrollo Territorial (América Latina, 1990-2020)”. Diccionario del Agro Iberoamenticano. https://www.teseopress.com/diccionarioagro/chapter/desarrollo-territorial-america-latina-1990-2020/
Rivera, T. M., Welle, D., & Dávila, A. L. (2017, October 3). “Coca-Cola Consumió el agua de pueblo en chiapas y ahora se la vende en botella: Investigación”. SinEmbargo MX. https://www.sinembargo.mx/03-10-2017/3310826
Fuente: Revista Endémico - https://endemico.org/proyectos-bioculturales-para-el-cuidado-de-la-tierra/

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