Todo es uno: por una reconexión con el cosmos
No siempre la suma de uno más uno resulta en dos. En el universo, el todo se funde en la unidad y esta, a su vez, encapsula al todo. La existencia de un ser, tanto animal como humano, representa la encarnación más precisa de la esencia universal, al ser parte de una vasta familia ancestral. Observar el cosmos equivale a examinar cada célula de un organismo vivo; y es fascinante notar cómo la huella digital humana refleja una similitud asombrosa con los anillos que marcan la edad en el tronco de un árbol.
Texto por Ender Rodríguez
©Sharon & Nikki McCutcheon
Nuestro cuerpo está formado con los mismos elementos que están formadas las estrellas en el espacio sideral: carbono, oxígeno, nitrógeno, azufre, fósforo e hidrógeno, esto es el 97% de los elementos de nuestro cuerpo. La hermosa frase de Morín-Kern tiene, entonces, mucho sentido: “Todas nuestras partículas fueron formadas hace 15 mil millones de años […] en un sol anterior al nuestro […] Somos hijos de ese cosmos, que lleva en sí nuestro nacimiento, devenir y muerte”. Todo y todos somos tejidos de un mismo hilo. Para el astrónomo Carl Sagan “el nitrógeno presente en nuestro ADN, el calcio de nuestros dientes, el hierro de nuestra sangre, el carbono en las tartas de manzana […] todos fueron creados en el interior de estrellas que chocaron entre sí. Estamos hechos del material de las estrellas”.
Compartimos descendencia con el orden Primate, familia Homonidae y género Homo. Somos animales mamíferos placentarios exactamente hablando, solo que nos sentimos separados; de hecho, nos hemos no solo separado, sino que tendemos a destruir nuestro nido inicial. Somos homo sapiens-demens, sabios y dementes al mismo tiempo. Nos dice el gran científico Stephen Hawking: “Simplemente somos una raza avanzada de monos en un planeta menor de una estrella promedio. Pero podemos entender el universo”.
El gran científico James Lovelock dijo en los años sesenta que: “el planeta no es una piedra, todos somos parte de un súper organismo”. Decir en ese momento que el planeta era un organismo vivo; es decir que era un macro ser orgánico y totalizante fue temerario. Muchos se burlaron de él. Si vemos ciertas piedras, no nos imaginaríamos que quizás algunas de estas cayeron del espacio como asteroides. El ser humano ha podido aprovecharse asombrosamente de los inventos más perfectos realizados antes por los elementos y seres del cosmos. Por ejemplo, la estructura perfecta y eficiente de los panales de abejas formadas por hexágonos perfectos, sirvieron de inspiración a la NASA para la creación del telescopio más potente del mundo denominado James Webb.
Volviendo al tema animal, después del chimpancé, el gorila es el pariente evolutivo más cercano al ser humano. Nuestra similitud genética es de entre un 95% y un 99%. Con los gatos compartimos un 80% según estudios diversos y estadísticas. La hominización duró miles de años para que se formara el ser humano como tal (homo sapiens y sus similares), no fue de la noche a la mañana. Ahora bien, como familia humana, somos una sola igualmente. Tanto rusos como africanos, peruanos, japoneses o canadienses, somos parte de la misma familia humana migrante durante miles de años. Nuestra cuna fue África. Nuestra madre milenaria es una “Eva Negra”.
El biólogo chileno Humberto Maturana señala que: “los seres vivos no humanos no compiten, se deslizan unos entre otros y con otros y en congruencia recíproca, al conservar su autopoiesis”. El mundo natural como vemos es un sistema dinámico y de equilibrio, nunca se ha visto a unos leones asesinando y cometiendo genocidio, o sea en masa a cientos de venados solo por avaricia, odio, gula o por diferencias ideológicas o políticas. En 1902, es decir hace 120 años, el gran biólogo ruso Pier Kropotkin, publicó su obra más fascinante: El apoyo mutuo, un factor de la evolución. Pier demostró que es a través del apoyo y la ayuda mutua en la naturaleza –y no a través de la lucha despiadada de todos contra todos– como las sociedades humanas han podido evolucionar. Pier encontró suficientes hallazgos de “mutualismo” en especies animales y relaciones colaborativas donde plantas y animales cooperan para ayudarse unos a otros.
Los ejemplos de lo anterior son muchísimos, seguramente miles. Uno de ellos es la relación de reciprocidad entre la gamba roja, una especie de crustáceo, y las morenas, peces carnívoros de grandes y afilados dientes que viven en cuevas entre las grietas de las profundidades marinas. El problema que tiene el pez es que no puede limpiarse los dientes tras la comida, tarea que a cambio de la protección han tomado como suya las gambas rojas, con las que comparten madriguera (Eco-noticias, 2024).
Si la humanidad aprendiera más de la naturaleza, se conectara con ella y con su propia familia ancestral, se abrirían las posibilidades de desarrollarnos en equilibrio con la biodiversidad y los ecosistemas de los que formamos parte. Si comprendiéramos que somos familia, no serían necesarias las guerras ni discordias, o la rapacidad para apropiarse de los recursos de los demás. Si reforzáramos la idea del parentesco no estaríamos destruyéndolo todo. En este sentido, el gran matemático John Nash, ganador del Premio Nobel de Economía en 1994, quien inspiró la película Una mente brillante, pasará a la historia por su aporte fundamental en la Teoría de los Juegos. Su teoría demostraba que, si colaboran entre los jugadores, la ganancia es mejor para cada individualidad, por tanto para todos –no para uno solo o para un pequeño grupo en desmedro de los otros–.
Por otra parte, con todo y las inmensas e históricas bondades y fortalezas impresionantes en los aportes positivos globales que ha generado la sabiduría indígena; también podremos encontrar en algunas culturas del mundo casos de atrocidad, tortura, esclavismo y dominación entre unas culturas primitivas hacia otras. Es un problema esencialmente de lo humano, una contradicción a solucionar algún día. El asunto es que la consciencia no es masiva y el libre albedrío entra en juego ante la necesidad del equilibrio para ojalá, evitar la autoaniquilacion.
Hace 5 años, 15.000 científicos de todas partes del mundo en 2017 publicaron un comunicado el 13 de noviembre en la revista BioScience alertando a la humanidad sobre los cambios que preocupan la sanidad del planeta, tales como la deforestación, la pérdida de acceso a agua dulce, la extinción de especies y el crecimiento de la población humana. Todos estos como las principales causas de la crisis socioclimática global. Este sería un segundo documento, el primero se realizó en 1992. No son nuevas las alertas que hacen grupos de críticos, ecologistas, científicos, intelectuales y personas organizadas para tratar de ayudar a tomar conciencia de que estamos en peligro de destruir nuestro nido.
Sin embargo, hay ciertas noticias mínimas esperanzadoras, aunque no masivas, pero que sirven de mucho en el camino de restaurar los senderos de la naturaleza futura resiliente. Por ejemplo, Marino Morikawa, un científico peruano con doctorado en Ciencias Ambientales y profesor en Japón, a través de Nanotecnología y sustratos de clarificación logró descontaminar el estanque El Cascajo, comenzando con el Lago Titicaca. Por otra parte, se encontraron hallazgos sobre una bacteria que puede degradar los plásticos a base de petróleo y producir otros más biodegradables; lo cual implicaría afectar el imparable desastre del plástico no biodegradable. Aissa Derham, fundador de la asociación Dar Si Hmad, en Marruecos gracias a barras utilizadas para sujetar redes de captadores de niebla podría resolver el problema de la escasez de agua incluso a nivel macro en varios países. Así mismo hay muchos experimentos fabulosos de energías alternativas, entre otras, para favorecer el planeta. La cuestión es que no hay voluntad mundial real y absoluta para asumir en serio la salvación del ambiente para la posteridad.
Ante la desertificación, el hambre, la contaminación, los conflictos armados y demás problemáticas graves siempre habrá salidas; aunque el otro problema sustancial no es que aunque haya salidas, el asunto es que la preocupación del planeta (países e imperios) y sus intereses no está en solucionar a fondo tales situaciones radicalmente conflictivas y preocupantes, sino que el interés mayor se encuentra en el lucro económico mundial, en las corporaciones, en la tecnocracia y en la necesidad de expansión de capitales e inversiones internacionales. Las energías limpias, verdes y alternativas (solar, eólica, y demás) funcionan realmente bien en pequeña escala; cuando se masifican e industrializan también causan daños a la naturaleza. En fin, todo se hace delicado. La frase “el todo es el uno y lo uno ya es el todo” es real, aunque lamentablemente no sabemos qué sucederá con esta hermosa premisa originaria.
Para cerrar este texto y dejar abierto el debate, podemos sorprendernos al saber sobre los misterios y avances investigativos actuales. Según investigadores bajo la dirección de la bióloga forestal Suzanne Simard, en la Universidad de Columbia Británica, y sus colegas de la Universidad de Oregón, existe un sistema en red entre árboles, raíces, microorganismos, hongos y demás en un espacio boscoso para el beneficio global tipo “Wood Wide Web” –parecido a la red global de internet–. Este tema, de hecho, inspiró a James Cameron para el Film Avatar. Por otra parte, desde los años ochenta en adelante, varios científicos manejan el término de “pluriverso”, queriendo decir que no existe un único universo; puesto que es impresionante lo hallado desde hace muchos años y que, además se siguen descubriendo nuevas realidades inimaginables como si no dejara de seguir creciendo el espacio sideral junto a nuevas dimensiones que se atraviesan en ese proceso. El misterio seguirá siendo otra premisa.
Fuente: Revista Endémico - https://endemico.org/todo-es-uno-por-una-reconexion-con-el-cosmos/ - Imagen de portada: ©Greg Rakozy