Si no fuese realidad sería cuento.
Juan Pablo Orrego*
Se ha dicho que “Patagonia Sin Represas” es una campaña épica. La pura verdad. Todo en torno a ésta es épico. En primer lugar, la Patagonia chilena. Bioregión mítica. Mosaico ecosistémico que envuelve, extravía, enamora… e infunde respeto, como toda naturaleza prístina que se precie. Que además nos recuerda con congoja que lugares así van quedando pocos en nuestro planeta, porque seguimos destrozándolo. En segundo lugar, el malhadado y faraónico proyecto HidroAysén. Cinco represas en los magníficos ríos Baker y Pascua. Cinco líneas secundarias de transmisión desde las centrales hacia una enorme planta conversora en las inmediaciones de la confluencia de los ríos Baker y Nef, lugar emblemático de una belleza que quita el aliento.
La proyectada línea de transmisión más larga del mundo emergiendo desde la comuna de Cochrane con su interminable hilera de gigantescas torres que cruzarían el 51% del territorio chileno hasta alcanzar la Región Metropolitana, para cumplir finalmente con su propósito de abastecer la gran industria alrededor de Santiago (incentivando su crecimiento y colapso socio-ambiental) y la minería al norte de la capital. Los testigos de la implementación de engendros semejantes, pero incluso menores, en cuencas como la del Biobío, podemos garantizar que la fase de construcción de esta máquina para fabricar dinero en Aisén, equivaldría a un terremoto grado 10 durante 12 años, y ‘réplicas’ a perpetuidad, con la región invadida, literalmente, por aire, mar y tierra: por Balmaceda y pistas aéreas secundarias, por la carretera austral y enormes caminos de acceso a las obras principales y secundarias, por Puerto Yungay, etc. etc. Bélico más que épico.
Es necesario ver algo así de primera mano; el antes, durante y después del lugar afectado, para poder visualizar la magnitud y gravedad de todo esto, y entender lo que le sucedería a Aisén con este proyecto tan destructivo regionalmente, como innecesario para el país. Luego, resulta que una de las empresas involucradas, Endesa, tiene su historia ligada indisolublemente a la captura corporativa de las aguas y la energía de nuestro país. ‘Privatización’ es un eufemismo: fue un despojo al amparo de un oscuro período sin democracia. Nuestras aguas y ríos actualmente no nos pertenecen. Hoy el Estado italiano y varias trasnacionales tienen en sus manos el destino de nuestros ríos australes. Nuevamente, más bélico que épico.
Luego, están las 70 organizaciones de Chile, Argentina, Canadá, Estados Unidos, España e Italia que despliegan denodados esfuerzos por salvar la Patagonia chilena. La sociedad civil combatiendo estos codiciosos negocios privados a costa de todo y de todos. Miles de chilenos y chilenas oponiéndose, buscando ‘restaurar el orden’. Imposible más épico.
Si no fuese realidad sería cuento. Y como siempre, arrecian los ataques contra los defensores del bien común, de nuestro patrimonio, de un futuro sustentable para hijos y nietos. Hemos sabido de los cobardes ataques anónimos al Obispo de Aisén, Luis Infanti, por hacer pública su valiente y ética postura crítica ante el despiadado hidronegocio que amenaza su amada región, y, de hecho, la zona austral de Chile. Desafortunadamente, estos arteros ataques son casi un dato ‘estadístico’ de estas causas épicas.
Mientras defendíamos el Biobío y los derechos de la población local, y de las comunidades Pehuenche, fuimos tildados de ‘ecoterroristas’, de fundamentalistas anti-desarrollo, de ‘talibanes del medio ambiente’… Y sí, cuesta olvidarlo. Sobre todo siendo pacifistas por convicción y doctrina. Sufrimos censura en los medios nacionales masivos, tergiversaciones, boicots de diversas iniciativas, amenazas telefónicas nocturnas… incluso el saqueo de nuestras oficinas. Claramente, por obstaculizar el accionar desregulado, totalmente desconsiderado de grandes empresas, que como predadores buscan únicamente saciar su hambre de utilidades y opulencia… y, por plantear en forma transparente la necesidad de un real desarrollo sin el altísimo precio social, cultural, económico y ecológico que la sociedad termina costeándole a estas empresas en la forma de sus gigantescas rentas. Sin embargo, pagamos estos ingratos costos a toda honra. No es fácil, pero hay que seguir con más fuerza. Viene el relevo. Cada día más juventud toma conciencia y se activa. Como dijo alguien: no es que nos opongamos al progreso, sino que lo estamos haciendo. No es que valga la pena: vale la alegría de jugársela por crear un país y un mundo mejor.
*Ecólogo Presidente de Ecosistemas Coordinador Internacional Consejo de Defensa de la Patagonia
http://www.eldivisadero.cl/noticias/?task=show&id=24406