El peligroso camino hacia Río+20
20 años de la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro
Silvia Ribeiro
La Jornada
Se cumplen 20 años de la realización de la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro, lo cual motivará una nueva conferencia (Río+20) que tendrá lugar en Brasil en mayo de 2012. Aunque lo principal debería ser revisar el estado de los problemas y el cumplimiento de compromisos, los temas ya definidos para discutir allí son economía verde y gobernancia ambiental global.
Lejos de una reunión anodina de Naciones Unidas, se anuncia como un escenario de disputa mundial porque podría convertirse en punto clave para el reordenamiento geopolítico, consolidando nuevos mercados financieros con la naturaleza, el control de los recursos naturales y de nuevas tecnologías, creando un marco institucional –una nueva estructura de gobernancia ambiental global– que facilite y subsidie el avance de esa economía “verde” en clave empresarial.
Por si no nos quedaba claro, uno de los oradores de apertura de la reunión preparatoria para Río+20 organizada por Naciones Unidas en enero 2011 en Nueva York fue Charles Holliday, presidente del directorio de Bank of America, uno de los mayores bancos del mundo, aún sumergido en la peor crisis por especulación global del siglo que provocaron, pero disfrutando los miles de millones de dólares del público que recibió como “rescate”. Como un mal chiste, Holliday estaba allí para explicarnos la economía verde y cómo las trasnacionales van a salvar el planeta (aunque el tema real era cómo salvar las trasnacionales a costa del planeta).
Refresquemos la memoria. En 1992 se realizó en Río de Janeiro, Brasil, la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo (CNUMAD), popularmente llamada “Cumbre de la Tierra”, Río 92 o Eco 92. Aunque no era la primer conferencia internacional sobre estos temas, tuvo un rol distintivo en colocar en la agenda de Naciones Unidas el tema de la destrucción ambiental. En la conferencia se presentaron tres nuevos tratados internacionales ambientales de Naciones Unidas, a los que se conoce como las “convenciones de Río”. Son el Convenio sobre Diversidad Biológica (CDB), la Convención Marco sobre el Cambio Climático (CMNUCC) y la Convención de Lucha contra la Desertificación (CNULD).
Veinte años después de la Eco 92, la crisis ambiental, climática, alimentaria, enérgetica, de salud, han empeorado a límites que uno pensaría insoportables, pero la maniobra sigue siendo como navegar temas tan graves sin cuestionar sus causas: el capitalismo y el modelo industrial de producción y consumo. Brasil será otra vez el anfitrión, pero no es el mismo: ahora está claramente entre las potencias que disputan el mango de la sartén mundial y no dejará pasar esta oportunidad para mostrarlo.
Ya desde la Eco 92 –incluyendo los años anteriores de preparación– las trasnacionales intentaron levantar una cortina de humo sobre la irrefutable realidad de la devastación ambiental y su directa responsabilidad. En su lugar, plantearon que con nuevas tecnologías y su particular concepto del “desarrollo sustentable” –que casualmente aumentaba sus lucros–, podían ofrecer soluciones de “ganar-ganar”, sin cambiar nada del modelo, solamente con nuevos negocios “verdes”. Ahora, igual que hace 20 años, “economía verde” se refiere sobre todo al color de los dólares. Pero aunque la filosofía de las empresas es igual, las armas que han desarrollado, principalmente las nuevas tecnologías, como la biología sintética, la nanotecnología, la geoingeniería y el desarrollo de varias tecnologías anteriores con esas herramientas, han creado una base mucho más peligrosa, con riesgos aún mayores, como por ejemplo la apropiación y mercantilización del resto de la biomasa planetaria que aún no está en manos de las empresas. Iremos analizando cómo y qué significa esto en el camino de Río+20.
Paralelamente a esos desarrollos tecnológicos que avanzan sin demanda social, sin evaluación, regulación o supervisión independiente, las empresas (y hasta negocios de los propios diplomáticos) alcanzaron tal nivel de cabildeo dentro de las convenciones de Río, que han llevado a situaciones totalmente aberrantes. Por ejemplo, las negociaciones de cambio climático, uno de los temas más acuciantes para el planeta, están entregadas a favorecer los mercados de carbono y los negocios de inversores y las trasnacionales más contaminantes, sin hacer absolutamente nada para enfrentar el problema real de la crisis climática.
Dentro del Convenio de Biodiversidad avanzan iniciativas para transformar toda la biodiversidad y los ecosistemas en negocios. A eso se dedica el programa TEEB –Economía de los Ecosistemas y la Biodiversidad– que se propone asignar “valor” (en realidad precio) a todos los elementos de la naturaleza. Otra vez, quien coordina este programa es un banquero: Pavan Sukhdev, que incluso mantiene su cargo como director del Deutsche Bank.
Todo esto plantea una serie de desafíos que es necesario entender para enfrentarlos. Muchas organizaciones y movimientos sociales ya han comenzado el proceso. Las negociaciones sobre cambio climático, biodiversidad y otras convergerán en Río+20. La intención oficial mayoritaria es que todas esas convenciones se sometan, definitivamente, al mercado. Se discute ya oficialmente la propuesta de fusionar las tres convenciones, quizá también con otros convenios ambientales, como Ramsar (humedales). En el contexto actual, podría signficar una plataforma unificada para facilitar a las trasnacionales el acceso y los trámites
También las luchas sociales y debates que han rodeado esas negociaciones estarán presentes en Río, para mostrar la realidad desde abajo y lo que de verdad necesitamos hacer.
Silvia Ribeiro es investigadora del Grupo ETC
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2011/01/29/index.php?section=opinion&article=028a1eco