Brasil: Indígenas Enawene-nawe se quedan sin comida por las represas
David Montolio
(cc) Leo Wery
Los Enawene-nawe son un pueblo indígena de la cuenca del estado de Mato Grosso, en Brasil, cuyo primer contacto con la civilización occidental fue recién a mediados de 1970. Una de las características que hacen a estos indígenas tan especiales, es que, a diferencia de la gran mayoría de los aborígenes de Brasil, no consumen carnes rojas, y su dieta la basan en pescado y verduras. Justamente en la recolección del pescado es que están teniendo problemas.
Resulta que en el río donde estos hombres han recolectado su alimento durante incontables generaciones, el Juruena (http://is.gd/ORf3lu), el gobierno ha aprobado la construcción de 77 (sí, setenta y siete) pequeñas represas, río arriba de donde los indígenas realizan sus faenas pesqueras, en un ritual llamado yakwa, donde los hombres de la comunidad se alejan por varios meses, donde se la pasan pescando y ahumando el pescado, para volver con la comida necesaria para todo el año.
Al volver a la aldea, algunos pescados se almacenan para alimentación, y otros se les ofrecen a los espíritus yakairiti, del inframundo. Lamentablemente, desde 2009, los enawene-nawe comenzaron a encontrar muy pocos peces en el río, resultando infructuosas las presas que construyen con madera para atraparlos.
El ritual Yakwa es considerado parte de la Herencia Cultural de Brasil, pero desde 2009, la empresa que construye las presas, perteneciente al grupo André Maggi, tuvo que comprarle 3mil kilos de pescado al pueblo. Blairo Maggi, uno de los dueños de la empresa, es además el gobernador del estado (http://es.wikipedia.org/wiki/Blairo_Maggi).
No sólo las presas están molestando a los indígenas, sino también los cultivos de soja y la ganadería, que tienen que literalmente destruir la selva para construir el espacio de cultivo y de pastoreo. Blairo Maggi, por cierto, es el principal productor de soja de la región.
Hace un tiempo habíamos hablado en Veoverde de algunos grupos indígenas “no contactados” en Brasil, que no habían tenido nunca ningún acercamiento con el mundo occidental, que vieron cómo enormes máquinas destruían sus cultivos y hogares, sin previo aviso. Esta vez el grupo es más o menos de las mismas características, y las empresas y el gobierno están más o menos en la misma situación, o sea, haciendo prácticamente nada.