Un nuevo informe sobre Fukushima indica que la fuga de Cesio-137 fue el doble de lo estimado por las autoridades
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El estudio ha sido elaborado con los datos recogidos en las horas posteriores al accidente en estaciones de todo el mundo. Los nuevos datos indican que la fuga de este isótopo fue el doble de lo estimado por el Gobierno y la mitad de la emitida en el accidente de Chernóbil.
También apunta a que las primeras fugas radiactivas se produjeron antes del tsunami y a que ciudades como Tokio se salvaron de peores consecuencias gracias a la meteorología.
Las autoridades japonesas se quedaron cortas respecto al alcance del desastre de Fukushima. Ésta es la principal conclusión de un estudio internacional liderado por Andreas Stohl, del Instituto Sueco de Investigación atmosférica, y realizado con datos de radiación tomados en las estaciones de Japón y de todo el mundo. El estudio, publicado en /Atmospheric Chemistry and Physics/ y destacado en la revista *Nature* <http://www.nature.com/news/2011/251011/full/478435a.html>, pretende ser el análisis más exhaustivo sobre los niveles de radiación que se produjeron tras el accidente en la central nuclear de Fukushima Daiichi como consecuencia del terremoto y posterior tsunami del pasado 11 de marzo de 2011.
A pesar de que estas estimaciones nunca son del todo precisas, indican, los datos recopilados por todo el globo sí permiten realizar una reconstrucción de los hechos que se diferencia sustancialmente de lo estimado inicialmente por las autoridades japonesas. En primer lugar, por ejemplo, el estudio resalta que las piscinas donde se almacenaba el combustible gastado tuvieron un papel principal en la emisión de *Cesio-137* a la atmósfera y que el escape podría haber sido mitigado si se hubieran inundado antes.
Según la reconstrucción del gobierno japonés, la llegada del tsunami a la central y la pérdida de los generadores diesel fueron cruciales en el calentamiento de los reactores y el desarrollo de los hechos. La acumulación de hidrógeno llevó a una serie de explosiones que dañaron aún más los reactores y la situación en las piscinas de combustible empeoró a cada minuto. El informe elaborado por el gobierno en julio estimaba que habían sido emitidos a la atmósfera 1.5 × 10^16 bequerelios de Cesio-137, mientras que los nuevos cálculos sitúan esta cifra en 3.5 × 10^16 bequerelios, más del doble de lo estimado inicialmente y la mitad de lo emitido en 1986 en el accidente de Chernóbil. El estudio también apunta a que la cantidad de Xenon-133 emitida fue mayor que la de Chernóbil, pero este isótopo supone un riesgo mucho menor para la salud que el Cesio-137, que tiene unavida media de 30 años y es altamente cancerígeno cuando entra en el organismo.
Aunque el gobierno japonés sigue sosteniendo que no hubo radiación de la piscina del reactor 4, el nuevo análisis indica que fue una de las principales fuentes de Cesio-137 y que si se hubiera refrigerado antes se habrían evitado buena parte de las emisiones. El estudio también apunta que se detectó Xenón-133 inmediatamente después del terremoto y antes de que el tsunami sacudiera la central, lo que implica que el seísmo fue suficiente por sí mismo para causar importantes daños en la planta, pese a que las autoridades insistieron en lo contrario.
La discrepancia en los datos oficiales y los de la nueva estimación podría tener su origen, según sus autores, en la cantidad de datos utilizados para realizar ambas estimaciones. Las mediciones japonesas no tuvieron en cuenta las grandes cantidades de radiación detectadas en el Pacífico y que, aseguran, "es esencial para obtener una fotografía real de la escala y carácter del accidente".
El modelo indica que el régimen de vientos y lluvias de los días inmediatamente posteriores al accidente contribuyó a mitigar las consecuencias del desastre, que podría haber tenido consecuencias mucho peores en la ciudad de Tokio. El viento sopló mar adentro, hacia el océano Pacífico, desde el día 11, pero el 14 de marzo hubo un cambio y hubo nubes de Cesio-137 sobre buena parte del país. En aquellos lugares donde llovió - al noroeste de la planta y en las montañas centrales - se detectaron mayores niveles de radiactividad en el suelo. Tokio,
afortunadamente, tuvo tiempo seco durante aquellos días. "Pudo haber sido mucho peor", asegura Stohl.
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