Escapar de la crisis
Jesús M. Castillo
Inmersos en la crisis ecológica global podríamos preguntarnos si es posible escapar de sus consecuencias. Una primera respuesta podría ser negativa ya que tiene dimensiones planetarias y no podemos escapar a otro planeta. Sin embargo, sí es posible escapar, en gran medida, de sus efectos perniciosos. Solo hace falta tener un alto poder adquisitivo.
Por ejemplo, en relación al cambio climático y el aumento de los eventos meteorológicos extremos que conlleva, frente a una ola de calor sufrirán más los que no tengan equipos de aire acondicionado, piscinas y viviendas bien aisladas, frente a una inundación los que vivan en lechos inundables, frente a un corrimiento de tierra relacionado con lluvias torrenciales los que vivan en laderas inestables, frente a la subida del nivel del mar los que no puedan construir diques, frente a los efectos devastadores de un huracán los que tengan propiedades frágiles, no aseguradas y no puedan huir a tiempo, etc. Es decir, existe una vulnerabilidad social muy marcada frente a la crisis ecológica, marcada por las clases sociales y, consecuentemente, por el poder adquisitivo. Más de 1,5 millones de personas murieron por ‘desastres naturales’ entre 1980 y 2000. El 53% eran de países empobrecidos y el 2% de países enriquecidos. En este sentido, puede decirse que no hay ‘desastres naturales’ sino procesos naturales que mal gestionados se convierten en catástrofes humanitarias. Por ejemplo, terremotos de igual intensidad pueden provocar cientos de miles de muertos y el colapso de las infraestructuras en Haití y tan solo daños materiales en Japón (resultado que como hemos visto recientemente cambia brutalmente si el seísmo se combina con un gran maremoto y ambos con una serie de complejos nucleares costeros mal diseñados). Una inundación puede acabar con decenas de pueblos y la vida de miles de personas en Pakistán, mientras que sus efectos en Australia se limiten a una gran operación de evacuación, rescate y limpieza de las zonas afectadas.
Es más, algunos de los que tienen alto poder adquisitivo y capacidad empresarial hacen negocio con la crisis ecológica, por ejemplo, vendiendo equipos de climatización, construyendo embalses que regulen las inundaciones, instalando sistemas de riesgo frente a sequías, levantado diques frente al ascenso de los océanos, etc. La adaptación a la crisis ecológica es un campo de negocio cada año más fértil. Además, como los ecosistemas de calidad ecológica cada vez son más escasos su disfrute se comercializa, lo que conlleva una elitización del ocio en naturaleza bien conservada; también un yacimiento de negocio que no para de aumentar. En este contexto se enmarca el “capitalismo de desastres” descrito por la investigadora antiglobalización Naomi Klein.
Por si lo descrito anteriormente no fuera poco, la crisis ecológica no viene sola, sino acompañada estrechamente por otras crisis globales como la económica, la alimentaria o la laboral. Conjuntamente, estas crisis constituyen una enorme “crisis de civilización”
Extraído de: Decrecimiento: buscando alternativas en la crisis ecológica global. Jesús M. Castillo