Cambio climático y movilidad humana, dos retos globales interconectados
A mayor impacto del cambio climático, mayor pobreza y desigualdad. Podemos aplicar esta ecuación a cualquier lugar del mundo y el resultado será siempre el mismo: la migración y los desplazamientos forzosos como única solución posible para tener una vida digna.
Y es que si hay dos retos globales interconectados que nos van a poner a prueba como sociedad en el siglo XXI por nuestra capacidad para darles respuesta, estos son el cambio climático y la movilidad humana. Ambos son fenómenos complejos, heterogéneos y multicausales que afectan directamente a las condiciones de vida y la calidad de ésta.
Antes de escribir este texto hice un ejercicio sencillo con algunas personas de mi entorno. Les pedí que cerraran los ojos y que, en unos 3-5 segundos, me dijeran las primeras imágenes que se les venían a la cabeza asociadas a dichos retos. El resultado, cuando pensaban en el cambio climático visualizabanchimeneas humeantes, atascos de tráfico, los casquetes polares derritiéndose o huracanes e inundaciones. Al hablar de movilidad humana, la foto que aparecía delante de ellos era la de las balsas atestadas a la deriva en el Mediterráneo, la valla de Ceuta y Melilla o los refugiados sirios cruzando la gélida Centroeuropa.
Por lo general, sólo somos conscientes de estos dos grandes desafíos desde la perspectiva de la emergencia. Es la urgencia la que nos pone en jaque, la que nos hace reaccionar cuando ya es demasiado tarde. Y es tarde porque el cambio climáticoestá detrás del deterioro del planeta y la degradación medioambiental no sólo cuando el impacto súbito ocupa los titulares de los periódicos y las cabeceras de los informativos, sino también en las sequías prolongadas, la desertificación, la contaminación del aire y los acuíferos o la subida del nivel del mar.
Emergencias silenciosas e invisibles
Todas estas situaciones son conocidas como crisis de desarrollo lento pero también son emergencias, sólo que silenciosas e invisibles que pocas veces ocupan espacio en los medios y con las que, organizaciones como Ayuda en Acción, lidiamos a diario para darles respuesta. Crisis que, sostenidas en el tiempo, convierten en inhabitables muchos lugares a lo largo y ancho del planeta.
Antes de escribir este texto hice un ejercicio sencillo con algunas personas de mi entorno. Les pedí que cerraran los ojos y que, en unos 3-5 segundos, me dijeran las primeras imágenes que se les venían a la cabeza asociadas a dichos retos.
Y aquí va otra regla que se cumple en esta fórmula matemática que suma movilidad y cambio climático: son los más vulnerables los que se llevan la peor parte. Y me refiero a los países y regiones, pero también a las personas más pobres de entre los pobres, esto es, mujeres, infancia y poblaciones rurales e indígenas.
Antes de escribir este texto hice un ejercicio sencillo con algunas personas de mi entorno. Les pedí que cerraran los ojos y que, en unos 3-5 segundos, me dijeran las primeras imágenes que se les venían a la cabeza asociadas a dichos retos. El resultado, cuando pensaban en el cambio climático visualizabanchimeneas humeantes, atascos de tráfico, los casquetes polares derritiéndose o huracanes e inundaciones. Al hablar de movilidad humana, la foto que aparecía delante de ellos era la de las balsas atestadas a la deriva en el Mediterráneo, la valla de Ceuta y Melilla o los refugiados sirios cruzando la gélida Centroeuropa.
Por lo general, sólo somos conscientes de estos dos grandes desafíos desde la perspectiva de la emergencia. Es la urgencia la que nos pone en jaque, la que nos hace reaccionar cuando ya es demasiado tarde. Y es tarde porque el cambio climáticoestá detrás del deterioro del planeta y la degradación medioambiental no sólo cuando el impacto súbito ocupa los titulares de los periódicos y las cabeceras de los informativos, sino también en las sequías prolongadas, la desertificación, la contaminación del aire y los acuíferos o la subida del nivel del mar.
Emergencias silenciosas e invisibles
Todas estas situaciones son conocidas como crisis de desarrollo lento pero también son emergencias, sólo que silenciosas e invisibles que pocas veces ocupan espacio en los medios y con las que, organizaciones como Ayuda en Acción, lidiamos a diario para darles respuesta. Crisis que, sostenidas en el tiempo, convierten en inhabitables muchos lugares a lo largo y ancho del planeta.
Antes de escribir este texto hice un ejercicio sencillo con algunas personas de mi entorno. Les pedí que cerraran los ojos y que, en unos 3-5 segundos, me dijeran las primeras imágenes que se les venían a la cabeza asociadas a dichos retos.
Y aquí va otra regla que se cumple en esta fórmula matemática que suma movilidad y cambio climático: son los más vulnerables los que se llevan la peor parte. Y me refiero a los países y regiones, pero también a las personas más pobres de entre los pobres, esto es, mujeres, infancia y poblaciones rurales e indígenas.
El caso de honduras
Pero bajemos todo esto a tierra con un ejemplo, reciente y que está en las portadas de los medios: la caravana de migrantes hondureños. Nadie puede cuestionar que la violencia es una de las causas. Honduras el cuarto país con mayor índice de violencia y homicidios de América Latina y el Caribe y tiene una de las tasas más altas de asesinatos del mundo (43.6 por cada 100.000 habitantes en 2017).
Nuestros 20 años de trabajo en Honduras nos llevan a afirmar que aunque, reconocemos la violencia como factor clave en esta emergencia, no es posible dejar de lado que hablamos también del país más pobre y desigual de América Latina. Actualmente, cerca del 66 por ciento de sus hogares vive en la pobreza y el 40 por ciento de ellos está en situación de pobreza extrema.
La inseguridad alimentaria afecta a un 72 por ciento de la población --principalmente en la zona rural-; existe una desnutrición crónica del 22,6 por ciento --porcentaje que se eleva a un escandaloso 48 por ciento en el caso de la infancia indígena en zona rural-- y el 12,5 por ciento de las personas no tiene acceso a agua segura.
Todos estos datos nos presentan un estado violento, pobre, desnutrido... Pero, ¿y si además miramos esta foto desde el enfoque de la ecuación que planteaba al inicio? Desde 1997 a 2016, Honduras ocupó el primer puesto en el Índice de Riesgo Climático, es decir, fue el país más vulnerable del mundo ante los eventos climáticos extremos.
En 2015, enfrentó la sequía más intensa de su historia debido a 'El Niño'; como consecuencia, la inseguridad alimentaria amenazó a 1,3 millones de personas y más de 250.000 demandaron asistencia humanitaria inmediata. Y un dato más, en las últimas cuatro décadas Honduras ha sido el país de Centroamérica con mayores pérdidas económicas debido a los desastres.
Ya hay estudios que confirman que la inseguridad alimentaria en Honduras tiene vínculos directos e indirectos con la degradación de los recursos naturales, en un país pobre pero de gran riqueza ecológica; no en vano, contiene alrededor del 10 por ciento de la biodiversidad mundial. Una riqueza que está gravemente amenazada por la deforestación de los bosques, la expansión de las actividades agrícolas, el deterioro de los arrecifes coralinos debido a la sobrepesca, o por los desechos y contaminación como resultado de las explotaciones petroleras y mineras.
Pero bajemos todo esto a tierra con un ejemplo, reciente y que está en las portadas de los medios: la caravana de migrantes hondureños. Nadie puede cuestionar que la violencia es una de las causas. Honduras el cuarto país con mayor índice de violencia y homicidios de América Latina y el Caribe y tiene una de las tasas más altas de asesinatos del mundo (43.6 por cada 100.000 habitantes en 2017).
Nuestros 20 años de trabajo en Honduras nos llevan a afirmar que aunque, reconocemos la violencia como factor clave en esta emergencia, no es posible dejar de lado que hablamos también del país más pobre y desigual de América Latina. Actualmente, cerca del 66 por ciento de sus hogares vive en la pobreza y el 40 por ciento de ellos está en situación de pobreza extrema.
La inseguridad alimentaria afecta a un 72 por ciento de la población --principalmente en la zona rural-; existe una desnutrición crónica del 22,6 por ciento --porcentaje que se eleva a un escandaloso 48 por ciento en el caso de la infancia indígena en zona rural-- y el 12,5 por ciento de las personas no tiene acceso a agua segura.
Todos estos datos nos presentan un estado violento, pobre, desnutrido... Pero, ¿y si además miramos esta foto desde el enfoque de la ecuación que planteaba al inicio? Desde 1997 a 2016, Honduras ocupó el primer puesto en el Índice de Riesgo Climático, es decir, fue el país más vulnerable del mundo ante los eventos climáticos extremos.
En 2015, enfrentó la sequía más intensa de su historia debido a 'El Niño'; como consecuencia, la inseguridad alimentaria amenazó a 1,3 millones de personas y más de 250.000 demandaron asistencia humanitaria inmediata. Y un dato más, en las últimas cuatro décadas Honduras ha sido el país de Centroamérica con mayores pérdidas económicas debido a los desastres.
Ya hay estudios que confirman que la inseguridad alimentaria en Honduras tiene vínculos directos e indirectos con la degradación de los recursos naturales, en un país pobre pero de gran riqueza ecológica; no en vano, contiene alrededor del 10 por ciento de la biodiversidad mundial. Una riqueza que está gravemente amenazada por la deforestación de los bosques, la expansión de las actividades agrícolas, el deterioro de los arrecifes coralinos debido a la sobrepesca, o por los desechos y contaminación como resultado de las explotaciones petroleras y mineras.
Aún hay tiempo para las soluciones
Pero a pesar del panorama desolador, estamos a tiempo para las soluciones. Dar respuesta a ambos retos es posible con el desarrollo de las políticas adecuadas, el compromiso de implementarlas por parte de los estados y con la colaboración de todos los actores sociales.
Y así lo recoge la Agenda 2030 en el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 11 --lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles--, el ODS 13 --adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos-- y la meta 10.7 del ODS 10 --facilitar una migración y movilidad ordenadas, seguras, regulares y responsables, mediante la adopción de políticas migratorias planificadas y bien gestionadas--.
Con respecto al cambio climático también debe ser una prioridad la protección medioambiental a través del cumplimiento del Acuerdo de París --el único acuerdo universal jurídicamente vinculante en esta materia--; donde son claves el enfoque de mitigación para frenar su avance, y de adaptación para superar sus consecuencias.
Y en relación a la movilidad humana, los pactos mundiales de migración y refugio ya recogen el deterioro medioambiental como una de las causas de las migraciones y desplazamientos forzosos. Un primer paso imprescindible para visibilizar esta situación, que debe ir seguido de la protección jurídica que garantice la seguridad y los derechos de quienes se ven obligados a dejar sus lugares de origen como resultado de la suma del cambio climático y la pobreza.
Por: ECOticias.com / Red / Agencias
Pero a pesar del panorama desolador, estamos a tiempo para las soluciones. Dar respuesta a ambos retos es posible con el desarrollo de las políticas adecuadas, el compromiso de implementarlas por parte de los estados y con la colaboración de todos los actores sociales.
Y así lo recoge la Agenda 2030 en el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 11 --lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles--, el ODS 13 --adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos-- y la meta 10.7 del ODS 10 --facilitar una migración y movilidad ordenadas, seguras, regulares y responsables, mediante la adopción de políticas migratorias planificadas y bien gestionadas--.
Con respecto al cambio climático también debe ser una prioridad la protección medioambiental a través del cumplimiento del Acuerdo de París --el único acuerdo universal jurídicamente vinculante en esta materia--; donde son claves el enfoque de mitigación para frenar su avance, y de adaptación para superar sus consecuencias.
Y en relación a la movilidad humana, los pactos mundiales de migración y refugio ya recogen el deterioro medioambiental como una de las causas de las migraciones y desplazamientos forzosos. Un primer paso imprescindible para visibilizar esta situación, que debe ir seguido de la protección jurídica que garantice la seguridad y los derechos de quienes se ven obligados a dejar sus lugares de origen como resultado de la suma del cambio climático y la pobreza.
Por: ECOticias.com / Red / Agencias