¿Por qué hay tormentas cada vez más agresivas?

 Lluvias torrenciales azotaron Japón en julio. Un aguacero en agosto inundó aldeas enteras en el sur de India. En septiembre, el huracán Florence desbordó presas y lagunas, lo que hizo que llegaran ceniza de carbón y estiércol de cerdo hasta las vías fluviales de Carolina del Norte. Al otro lado del planeta, un tifón arrasó en Filipinas y acabó con el principal cultivo de aquel país, el arroz. Los climatólogos no saben dónde ni cuándo ocurrirá la siguiente gran tormenta, pero toda la evidencia indica esto: el calentamiento global está conduciendo al planeta a una era de lluvias más salvajes y peligrosas con consecuencias desastrosas y duraderas.


“Donde llueve, hay precipitaciones más fuertes”, dijo Raghu Murtugudde, profesor de Ciencia de Sistemas Terrestres en la Universidad de Maryland, quien hace poco editó un libro acerca del clima extremo en los trópicos. “Es la clásica analogía de los dados cargados”.
Los dados, dijo, están “mostrando ciertos números más a menudo” en la forma de clima extremo. ¿Cómo? Los gases de efecto invernadero que los humanos han soltado en la atmósfera han calentado el planeta y ahora se almacena tanta humedad en el aire que aumenta el riesgo de precipitaciones más extremas.  
La buena noticia es que las inundaciones y las tormentas no matan a tantas personas como alguna vez lo hicieron.
Hay sistemas de alerta temprana en funcionamiento. También contamos con refugios. La gente ha aprendido a evacuar zonas peligrosas, entre ellas lugares que tienden a inundarse, como las llanuras de Bangladés, donde antes las tormentas individuales acababan con la vida de decenas de miles de personas. Este año murieron cien habitantes de Filipinas a causa del tifón Mangkhut, una cifra mucho más baja que los seis mil decesos provocados por Haiyan, una de las tormentas más fuertes jamás registradas, que golpeó al país en 2013.
El aeropuerto de Kansai, que da servicio a Osaka, Kioto y Kobe, se inundó cuando un tifón impactó a Japón el mes pasado. Credit Sayaka Kamohara/Mainichi Newspaper, vía Associated Press  

Las malas noticias son todo lo demás. Incluso después de que las aguas disminuyen, el desastre tras una tormenta puede percibirse durante mucho tiempo.
Un estudio de más de 6500 ciclones halló que las tormentas tropicales, en especial si caían con frecuencia, podían alterar de manera sustancial la trayectoria económica de un país. Los investigadores hallaron que, en los países afectados por tormentas, los ingresos nacionales no habían alcanzado su ritmo de crecimiento previo incluso quince años después de la catástrofe.
Filipinas se ha visto golpeada por tormentas con mucha frecuencia; estas también han afectado la manera en que el país se alimenta.
Entre 2006 y 2013, Filipinas fue azotada por 76 desastres naturales, principalmente inundaciones y tormentas tropicales, con un estimado de 3800 millones de dólares en pérdidas dentro del sector agrícola del país a lo largo de ocho años, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura .
Este año, a causa del tifón Mangkhut, que golpeó la zona arrocera del país, se espera que Filipinas importe mucho más de ese cultivo del que habría comprado en otras condiciones.
 Itogon, Filipinas, donde el tifón Mangkhut mató a decenas de personas en septiembre. 
Credit Jes Aznar para The New York Times

En promedio, las inundaciones y las tormentas han desplazado a casi 21 millones de personas al año a lo largo de la última década, de acuerdo con el Centro de Monitoreo de Desplazamiento Interno . Esa cantidad es tres veces el número de personas desplazadas por conflictos.
En todo el planeta, según Munich Re, la reaseguradora más grande del mundo, las inundaciones y tormentas devastadoras han sido más del triple desde principios de la década de los ochenta. Sus pérdidas económicas también han aumentado drásticamente, con dos años récord en la última década en los que los daños superaron los 340.000 millones de dólares. La empresa dijo que 2017 fue “un llamado de alerta”.
“La baja velocidad de adaptación a los mayores riesgos es mi principal preocupación”, comentó Ernst Rauch, climatólogo jefe en Munich Re. “Todos sabemos, o todos deberíamos saber, que los riesgos están cambiando”.
Los climatólogos reconocen que prepararse para ese futuro de tormentas más salvajes es especialmente difícil porque es complicado señalar cuándo, dónde y con cuánta frecuencia habrá clima extremo; solo se puede advertir que así será.
En Estados Unidos, las fuertes precipitaciones en gran parte del país han aumentado “tanto en intensidad como en frecuencia desde 1901”, concluyó un informe de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) en 2017. Los aumentos más grandes se percibieron en el noreste.
NOAA también señaló que 2017 fue un año récord para las inundaciones de marea alta. Además, fue un año particularmente desastroso respecto de los huracanes, en parte debido al calentamiento del océano Atlántico, con seis grandes huracanes y vientos a velocidades de por lo menos 179 kilómetros por hora.
Un hogar en Spring Lake, Carolina del Norte, inundado por el huracán Florence en septiembre 
CreditVictor J. Blue para The New York Times

“El problema es cuánto dinero estoy dispuesto a gastar y para cuánta protección cuando solo sé que se necesita más protección, pero no cuánta se requiere”, explicó Anders Levermann, climatólogo de la Universidad Potsdam en Alemania.
Es probable que el costo de no hacer nada sea considerable. El equipo de Levermann concluyó que tan solo las inundaciones de ríos darían como resultado pérdidas económicas de alrededor del 17 por ciento en todo el mundo durante los siguientes veinte años.
No obstante, el cambio climático no solo trae más lluvia. Mientras que algunas de las partes más húmedas del mundo están observando lluvias más abundantes e impredecibles, dicen los científicos, algunas zonas secas del planeta cada vez se vuelven mensurablemente más áridas.
La combinación puede ser peligrosa.
En India, por ejemplo, aunque las lluvias anuales han disminuido ligeramente, las precipitaciones intensas se están volviendo más poderosas, concluyó un estudio reciente. Otro grupo de investigadores se dispuso a investigar el fenómeno y encontró que, en el centro de India, entre 1950 y 2015, aumentaron al triple los que alguna vez se consideraron aguaceros poco comunes , es decir, aquellos que arrojaron 150 milímetros o más de lluvia en un solo día.
Lisa Goddard, directora del Instituto Internacional de Investigación en la Universidad de Columbia, comparó la atmósfera con “una esponja gigante” que se hace más pesada con la humedad y que, en algún momento, cuando el peso es demasiado, tiene que dejar que el agua comience a caer, por lo que hay lluvias intensas.
Los resultados pueden ser abrumadores. Si las emisiones siguen aumentando y las temperaturas globales se incrementan 2 grados Celsius, el poderoso río Ganges podría duplicar su volumen, con consecuencias devastadoras para los cientos de millones de personas que viven en su cuenca.
Toda esa imprevisibilidad plantea la necesidad de tomar decisiones dolorosas para los funcionarios de gobierno que gestionan reservas y presas: si seguir almacenando agua para tener en caso de sequía o liberarla para evitar inundaciones.
 Trabajadores de emergencia distribuyeron alimentos y agua potable en Kerala, India, en agosto. 
CreditAtul Loke/Getty Images

Incluso los mejores pronósticos, señaló Murtugudde, solo serán buenos en la medida en que la gente los tome en cuenta. Para eludir los peores impactos de las catástrofes en la era de las lluvias salvajes, no solo importa la calidad de la ciencia, señaló, sino la capacidad de los expertos del clima para convencer a la gente de hacerle caso a la ciencia.
“Tienes que hacer que confíen en el pronóstico”, comentó.

Somini Sengupta cubre temas de medioambiente internacional y es la autora de "The End of Karma: Hope and Fury Among India's Young".
Ayesha Venkataraman colaboró con este reportaje desde Bombay, India, y Hisako Ueno, desde Tokio.
Fuente: https://www.nytimes.com/es/2018/10/10/tormentas-calentamiento-global/?rref=collection%2Fsectioncollection%2Fnyt-es - Imagen de portada:  Personas filipinas huyen de sus hogares en Marikina, parte del área metropolitana de Manila, durante una inundación en agosto. CreditFrancis R Malasig/EPA, vía Shutterstock

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