El gran muro de luz: el poder marítimo chino en Sudamérica
"El patrullaje de los conservacionistas fue motivado por la indignación internacional que se desató el verano pasado, cuando se descubrió a cientos de navíos chinos que pescaban calamares cerca de las lejanas islas Galápagos". A bordo del Ocean Warrior, en el Oceáno Pacífico — Son las 3 a. m., y después de cinco días de navegar por altamar, el Ocean Warrior está rodeado por un atolón de luces resplandecientes que se apodera del cielo nocturno. “¡Bienvenido a la fiesta!”, exclama el tercer oficial Filippo Marini, mientras el espectáculo inunda el puente del barco e interrumpe su guardia nocturna.
Por Joshua Goodman
Es la primera mirada de los conservacionistas de los océanos a la flota pesquera más grande del mundo: una armada de casi 300 navíos chinos que han navegado por la mitad del mundo para atraer al elusivo calamar de Humboldt desde las profundidades oscuras del océano Pacífico.
Mientras el hip hop italiano resuena por el puente, Marini garabatea frenéticamente en un papel la identificación electrónica de los 37 barcos pesqueros que aparecen como triángulos verdes en el radar del Ocean Warrior antes de que desaparezcan.
Inmediatamente detecta una serie de señales de alerta: dos de los barcos han entrado en modo ‘oscuro’, es decir, han apagado su dispositivo de seguimiento obligatorio que da la posición de un barco apagado. Otros más están transmitiendo dos números de radio diferentes, una señal de posible manipulación.
The Associated Press y Univision, la cadena de televisión en español, acompañaron al Ocean Warrior este verano en un viaje de 18 días para observar de cerca, por primera vez, la distante flota pesquera china en altamar frente a Sudamérica.
El patrullaje de los conservacionistas fue motivado por la indignación internacional que se desató el verano pasado, cuando se descubrió a cientos de navíos chinos que pescaban calamares cerca de las lejanas islas Galápagos, el sitio considerado Patrimonio Mundial de la UNESCO que inspiró a Charles Darwin, naturalista del siglo XIX, y es el hogar de algunas de las especies marinas más amenazadas del mundo, desde tortugas gigantes hasta tiburones martillo.
El despliegue de China hacia esta remota extensión del océano Pacífico no es accidental. Décadas de sobrepesca han llevado cada vez más lejos de casa a su flota de ultramar, la más grande del mundo —oficialmente limitada a 3.000 barcos, pero posiblemente compuesta por miles más. Mantener una flota tan considerable en el mar, a veces durante años, es a la vez una hazaña técnica sólo posible gracias a miles de millones en subsidios estatales y una fuente de orgullo nacional similar a lo que fue el programa espacial de Estados Unidos para varias generaciones.
Beijing dice que tiene tolerancia cero para la pesca ilegal y señala acciones recientes como una moratoria temporal en la pesca en altamar como evidencia de su administración ambiental. Aquellos que ahora critican a China, incluido Estados Unidos y Europa, agotaron los océanos durante décadas.
Pero el enorme tamaño de la flota china y su reciente llegada hacia el continente americano ha despertado temores de que pueda agotar los recursos marinos. También existe la preocupación de que, en ausencia de controles efectivos, la pesca ilegal se disparará. La Guardia Costera de Estados Unidos declaró recientemente que la pesca ilegal había reemplazado a la piratería como la principal amenaza para la seguridad marítima.
Mientras tanto, los activistas buscan que se impongan restricciones en la pesca como parte de las negociaciones en curso para un Tratado de Altamar —el primero en la historia— que podría impulsar dramáticamente la cooperación internacional en aguas tradicionalmente sin ley que comprenden casi la mitad del planeta.
De los 30 barcos que la AP observó de cerca, 24 tienen un historial de acusaciones de abusos laborales, de haber sido declarados culpables por pescar ilegalmente o de mostrar señales de posibles violaciones a la ley marítima. En conjunto, todo esto muestra cómo el mar abierto alrededor del continente americano —donde Estados Unidos han dominado desde hace mucho tiempo y China ahora compite por influencia— se ha convertido en un imán para los peores infractores de la industria pesquera.
Específicamente, 16 barcos navegaron con sus transpondedores de seguridad apagados, transmitieron múltiples identificaciones electrónicas o enviaron información que no coincidía con su nombre o ubicación registrados —discrepancias que con frecuencia están asociadas con la pesca ilegal, aunque la AP no vio ninguna evidencia de que realizaran ninguna actividad irregular.
Seis barcos eran propiedad de empresas acusadas de mantener prácticas de trabajo forzado, incluido uno, el Chang Tai 802, cuya tripulación de Indonesia dijo que habían permanecido atrapados en el mar por años.
Otros nueve barcos enfrentan acusaciones de pesca ilegal en otras partes del mundo, mientras que el Ocean Ruby, un tanquero de combustible gigante que da servicio a la flota, es operado por la filial de una compañía que se sospecha vende combustible a Corea del Norte en violación de las sanciones de las Naciones Unidas. Otro, el Fu Yuan Yu 7880, es operado por una filial de una empresa que cotiza en el Nasdaq, Pingtan Marine Enterprise, a cuyos ejecutivos chinos se les revocó la visa estadounidense por presuntos vínculos con trata de personas.
“Beijing está exportando su problema de sobrepesca a Sudamérica”, dijo el capitán Peter Hammarstedt, director de campañas de Sea Shepherd, un grupo de conservación del océano con sede en los Países Bajos que opera nueve barcos bien equipados, incluido el Ocean Warrior.
“China es el principal responsable del saqueo de tiburones y atunes en Asia”, dijo Hammarstedt, quien organizó la campaña en altamar, llamada Operación Agua Lejana (Operation Distant Water), después de ver cómo los barcos chinos ilegales devastaban pueblos pesqueros pobres de África Occidental. “Con ese historial, ¿realmente se puede creer que manejarán esta nueva pesquería de manera responsable?”
“Realmente es como el Viejo Oeste allí fuera”, dijo Hammarstedt. “Nadie es responsable de la aplicación de la ley allí”.
Los expertos advierten que incluso una especie naturalmente abundante como el calamar es vulnerable a la sobrepesca. Aunque se desconoce cuántos calamares de Humboldt quedan, apuntan como motivo de preocupación a la desaparición previa de las poblaciones de calamares en Argentina, México y Japón.
“Si tiene un recurso natural vasto y es fácil tomarlo, entonces es fácil caer en la trampa de pensar que es ilimitado, que son como las estrellas en el cielo”, dijo William Gilly, biólogo marino de la Universidad de Stanford. “Si la humanidad se lo propone, no hay límite para el daño que podemos hacer”.
Gilly dijo que los calamares también son un barómetro clave de los ambientes marinos, una banda transportadora biológica que lleva energía desde el diminuto plancton que absorbe carbono hasta depredadores más longevos, como los tiburones y los atunes, y en última instancia, los seres humanos.
“Las personas que pescan calamares están felices”, dijo Daniel Pauly, un prominente biólogo marino que en la década de 1990 acuñó la frase “se pesca hacia abajo en la red trófica” para describir cómo especies previamente desdeñadas reemplazaban a peces más grandes en los platos. “Pero esto es parte de la degradación gradual del océano”.
Solo en el mar
En ausencia de un monitoreo más robusto, el Ocean Warrior es lo más parecido a un sheriff de altamar que hace responsables a los malos actores. Pero está rodeado por decenas de barcos chinos acostumbrados a operar con poco miedo a las represalias.
Mientras el sol se prepara para ponerse y la flota calamarera china se despierta a tiempo para otra noche de pesca, la tripulación del Ocean Warrior se prepara en un bote para inspeccionar de cerca el Chang Tai 802. El barco es uno de los 39 navíos sospechosos de que allí se realizan trabajos forzados según un informe de mayo de 2021 de Greenpeace, con base en quejas de los trabajadores a las autoridades indonesias.
Seis hombres sin camisa, todos ellos indonesios, se reúnen en la popa del Chang Tai, gesticulan amigablemente y parecen reconfortados al ver a otro ser humano tan lejos de tierra.
Pero su estado de ánimo cambia rápidamente cuando un hombre, a quien la AP no identifica por su nombre debido a la preocupación por su seguridad, grita por encima del motor que su jefe “no es agradable” y pregunta, sólo con la más mínima comprensión, si la pandemia por el nuevo coronavirus que ha devastado al mundo ha llegado a los Estados Unidos.
“Estoy atrapado aquí”, dice con una mirada taciturna antes de que aparezca un supervisor chino visiblemente irritado y ordene a los hombres que vuelvan a trabajar. “Quiero ir a casa”.
Un día después, cuando el Ocean Warrior regresa con un megáfono para facilitar el intercambio en aguas abiertas, el supervisor chino se mueve rápidamente para bloquear cualquier conversación con los extraños de habla inglesa. Pero cuando el Chang Tai se aleja, el hombre tira por la borda una botella de plástico con el número de teléfono de su hermano garabateado en una hoja de papel.
Localizado en su casa en Indonesia, el familiar confiesa saber muy poco sobre cómo fue reclutado su hermano o las condiciones de su empleo. Desde que dejó su hogar hace tres años, después de graduarse de una escuela vocacional con pocas perspectivas laborales, se ha comunicado con su familia sólo de manera esporádica.
Sin embargo, le preocupa el bienestar de su hermano hasta el punto de que recientemente presionó a la agencia que lo contrató para que lo traiga de regreso. El informe de Greenpeace cita una denuncia de otro marinero indonesio anónimo en el mismo barco, quien mientras padecía dolor de riñón debido a beber agua de mar mal tratada, fue forzado a firmar un documento o arriesgarse a ser abandonado en Perú sin documentos de viaje.
“Espero que pueda volver pronto”, dice el hermano del hombre, reacio a revelar demasiado por temor a que pueda comprometer la seguridad de alguien. “Y espero que siempre esté sano”.
Fuente: Los Ángeles Times