Jane Goodall: 'Yo nunca fui parte de la comunidad de los chimpancés; me permitieron entrar a su entorno y al principio jugamos un poco'

Jane Goodall es un ícono universal de la protección del medio ambiente; fue la primera en descubrir que los animales eran más inteligentes de lo que, en su eterna soberbia, creían la ciencia y la mayoría de los seres humanos. Nació en Londres y su portada en National Geographic es tan popular que todo el mundo parece haberla visto. Tiene su propia muñeca Barbie y su figura también ha tenido apariciones estelares en Los Simpson. Aquí está la mujer que vio con otros ojos a los chimpancés.

Andrea Yepes

El 4 de noviembre de 1960, un simple acto cotidiano para un animal marcó la historia de las ciencias naturales. David Greybeard, un chimpancé de la comunidad Kasakela del Parque Nacional Gombe Stream, en Tanzania, estaba frente a un termitero deshojando un tallo largo. Lo dejó liso, lo introdujo en el nido y lo sacó cubierto de termitas para comérselas como una golosina. Parece un gesto menor, pero antes de esa observación, hecha por la naturalista Jane Goodall, no se había registrado que un animal no humano modificara un objeto con un propósito específico. El acto de David cambió la percepción sobre los chimpancés, y de pasó reformuló la idea de que el hombre era la única forma de vida capaz de fabricar herramientas.
Para Goodall, este descubrimiento fue un día más de contemplar la vida y la naturaleza. Goodall recuerda que tenía uno o dos años cuando desenterró unas lombrices del jardín de su casa y se las llevó a su habitación. Su mamá la descubrió en la cama observándolas, pero lejos de ponerse furiosa, le explicó que si se quedaban afuera se podían morir y que debían regresarlas pronto al jardín. Muchos años después, cuando su madre le contó esta historia, Goodall recordó que, en su mente infantil, lo que se estaba preguntando era cómo las lombrices se movían si no tenían patas.
Jane Goodall nació el 3 de abril de 1934 en Londres, Reino Unido, y al parecer desde siempre tuvo la mirada puesta sobre el mundo natural. Ha sido etóloga, activista, naturalista, Mensajera de la Paz de la Organización de las Naciones Unidas y Doctora en Ciencias Técnicas. Fue la inspiración para un personaje de Los Simpson e incluso tiene su propia Barbie. Es una mujer que no se cansa de trabajar y de llevar por el mundo un mensaje trascendental: todavía estamos a tiempo de hacerle bien a la Tierra.

Jane Goodall con el chimpancé Freud en el Gombe National Park deTanzania. - Michael Neugebauer

Por cuenta del Dr. Dolittle, de Hugh Lofting, de Tarzán de los monos, de Edgar Rice Burroughs, del vínculo con su perro Rusty (que realmente era el perro de un hotel que quedaba cerca a su casa de infancia), y por todas las criaturas que se encontraba por casualidad en Londres, como las lombrices de su jardín, Jane Goodall siempre supo que quería irse a la selva para ver y escribir sobre los animales. No fue a la universidad, sino que estudió para ser secretaria; lo fue durante un tiempo y fue mesera solo por un fin: ahorrar para viajar a la casa de los papás de una amiga suya en Kenia. Y desde ese viaje se dieron una serie de casualidades, que en el caso de Goodall parecen trazadas con precisión. En Kenia obtuvo un trabajo como investigadora de campo para Louis Leakey, el paleoantropólogo y arqueólogo keniano-británico que ayudó a demostrar que los humanos evolucionaron en África. Dio otro paso y llegó a Gombe para convertirse en observadora de chimpancés salvajes, en compañía de su mamá, que se ofreció como voluntaria. Les puso nombre y apellido. Intentó acercarse tanto como pudo hasta que interactuó de forma cotidiana con ellos. Reconoció sus personalidades. Las registró. Y a medida que se acercaba se dio cuenta de que había muchas cosas que nos vinculaban como especies.
Cuando le preguntan por qué los cerebros humanos evolucionaron más allá de los de los chimpancés, Goodall responde que fue gracias al lenguaje. “En algún momento de nuestra evolución –explica en El libro de la esperanza– desarrollamos esta capacidad para comunicarnos con palabras. Nuestro dominio del lenguaje nos permitió enseñar sobre cosas que no estaban presentes. Pudimos transmitir la sabiduría obtenida gracias a los éxitos y los errores del pasado. Pudimos planear para el futuro lejano. Y lo más importante, pudimos reunir a personas de diferentes contextos y con distintos conocimientos para tratar de resolver problemas”. Tal vez por eso su primera vocación fue escribir sobre otras formas de vida en libros como Otra manera de vivir o En la senda del hombre y en documentales como El reino apacible o El viaje de Jane.
Su trabajo divulgativo se atomizó a partir de los chimpancés y ahora Jane habla de la vida como un todo y usa la palabra para promover su cuidado. Fundó The Jane Goodall Institute, que coordina distintas iniciativas de diseminación, activismo e investigación, de donde sobresale el programa de educación Roots & Shoots fundado en 1991 y enfocado en niños y jóvenes que quieren trabajar en la sostenibilidad del planeta. Este instituto también coordina las conferencias y encuentros que suceden en los casi 300 días de viaje que tiene Jane al año por todo el mundo. A finales de agosto, algunos de esos días los pasó en Medellín invitada por Comfama y Elemental para compartir su mensaje de esperanza activa, y de cuidado y asombro por el mundo natural del que somos parte.
En Medellín, Goodall compartió con empresarios, prensa, niños y jóvenes; también hubo un evento abierto a la ciudadanía en el Teatro Metropolitano, que fue tan concurrido que debieron instalar pantallas en el exterior para que todos quienes se dispusieron a recibir el mensaje de Jane pudieran escucharla. Habló de Gombe, de Tarzán, de cómo resultó en el activismo, de sus primeros contactos con los chimpancés y, sobre todo, habló de su madre. También reconoció que para transformar nuestra relación con el planeta hacia una actitud de cuidado hay que ir más lento y confiar en el espíritu humano: “Ese indomable que no se rinde y que enfrenta lo que parece imposible, todos lo tenemos. A veces las personas no se dan cuenta del impacto y la diferencia que pueden hacer si dejan que ese espíritu crezca y encuentre el camino que se les ha asignado desde que aparecieron en esta tierra”.
Luego de sus encuentros con la ciudadanía, hablamos con Goodall en una habitación de hotel. Entró acompañada de un camarógrafo que la sigue por todo el mundo en un intento de registrar su vida de mensajera y luego con esto hacer un documental; también llegó con Mr. H, un peluche que parece representar un chimpancé y que la acompaña siempre. Su pelo blanco estaba recogido de la misma manera como aparece en la legendaria portada de National Geographic de diciembre de 1965, y llevaba una camisa ocre que cubría su cuello y sus brazos y una pañoleta de tonos tierra sobre sus hombros. Traía unas medias rosadas y amarillas con figuras de animales, y anudado al cuello un collar simple y dorado del mapa de Colombia. Jane es delgada y su piel delata su edad menos de lo que podría creerse: es tersa. Su voz tampoco ha perdido fuerza; responde con seguridad y con la velocidad de alguien que tiene una idea clara y que cree que le queda poco tiempo para difundirla.
En su investigación sobre la naturaleza de los chimpancés descubrió la amabilidad de estos animales y también su brutalidad, ¿cómo hacer para conciliar esta aparente dualidad, lo luminoso y lo oscuro que parece estar en lo que alberga vida?
Oh, pero no creo que esté en todo lo que alberga vida. Hay muchas especies que viven en balance. Muchos seres vivos no muestran este lado oscuro y brutal. Nosotros sí, otros animales también, pero no todos. Sin embargo, con nuestro intelecto deberíamos ser capaces de controlar este lado oscuro. Las personas sabias han podido.
Ha hablado mucho sobre la fuerza espiritual que siente en la naturaleza, ¿la siente con la misma intensidad ahora?, ¿se ha transformado?
Cuando estaba en Gombe la sentía mucho. Sin embargo, creo que he llegado a un punto en el que incluso ahora, en el que lo que hago es viajar, en el que en medio de la ciudad, en una calle muy concurrida, si cierro los ojos puedo escuchar el sonido del viento entre los árboles. Yo necesito esa conexión espiritual con la naturaleza.
En El libro de la esperanza contaba la anécdota de que alguien le preguntó sobre su próxima aventura y usted le habló de la muerte. ¿Tener esa certeza de una fuerza espiritual le ayuda a ver la muerte con alguna mirada particular?
Sí, es mi próxima gran aventura. Lo que pienso es que o hay algo después o no hay nada; si es el fin de la existencia está bien porque igual no lo sabíamos, pero si hay algo más, que debo creer que sí por algunas cosas que me han pasado, pues está la emoción de ahora tener que descubrir qué es. No pienso tanto en morir; sé que no importa cuánto viva, estoy cerca del final. Por eso aún estoy viajando a mis noventa años, porque tengo mucho que compartir y el tiempo es limitado. Algunos me preguntan por qué no le bajo a la velocidad ahora, pero yo tengo que aumentarla. Sobre la muerte, entonces, pienso que es asombrosa.

Jane Goodall and Rebeca Atencia release orphan chimpanzee Wounda on Tchindzoulou Island - Michael Cox

Cada vez parece haber más afán para hacer todo, incluso en la investigación científica; sin embargo, sus investigaciones son lo que son porque usted se tomó el tiempo de esperar una conexión, ¿cree que es necesaria la lentitud y el detenimiento para experimentar el mundo natural?
No puedes experimentar el mundo natural si estás de afán. Si pasas tiempo en la naturaleza, el tiempo se ralentiza, lo que es bueno para la salud mental. En Canadá, por ejemplo, los médicos pueden prescribir tiempo en la naturaleza.
¿Cree que eso le falta a la ciencia?, ¿más lentitud?, ¿más tiempo?
Depende de la investigación, pero si estás interesado en algo sobre el mundo natural, debes tener tiempo. No se puede afanar a la naturaleza.
¿Cree que a la ciencia le falta activismo?
Está cambiando, muchos más científicos se están convirtiendo en activistas para salvar a las especies que estudian. Cuando llegué a la universidad, luego de estudiar dos años a los chimpancés, me dijeron que no podía nombrarlos, ni hablar de que tenían emociones o personalidades, que no podía mostrar empatía y que debía ser siempre objetiva. Pensaban que los humanos estaban realmente separados del mundo animal, pero eso está cambiando. No hay que olvidar que los chimpancés y nosotros compartimos el 98,6 por ciento del ADN; podemos entender algunos de sus gestos…
¿Qué es para usted el pensamiento científico?
Descubrir la verdad.
Hay muchas imágenes de usted jugando con los chimpancés, ¿qué piensa sobre el juego y la imaginación como posibilidades de entender el mundo y la propia persona?
El juego es muy importante, los niños aprenden jugando. No jugamos más con chimpancés porque ya sabemos que podemos contagiarlos de enfermedades o ellos a nosotros.
Una de sus primeras pulsiones fue escribir sobre el mundo natural, ¿por qué escribir?, ¿qué ve en ese gesto?
Cuando crecí no había televisión, entonces para mí los libros eran ese lugar. Desde el principio los amé y amé escribir como amo a los animales. Ahora no tengo mucho tiempo para leer; cuando me voy a la cama en las noches, leo un capítulo de alguna cosa y no mucho más.
Ha dicho que los humanos también necesitamos protección, ¿de nosotros mismos?
Necesitamos protección de quienes están destruyendo el planeta, de quienes están haciendo agricultura industrial y quienes están contaminando el suelo con pesticidas y otros químicos. También, si volteamos la pregunta, diría que las personas de Gaza necesitan protección de los ejércitos y la infantería. Cuando pienso en los niños que están matando en Gaza no puedo dormir.
Leí que usted soñaba con ser hombre, pero porque en esa época los hombres eran quienes podían ir a la selva a estudiar la vida animal; en ese sentido, ¿considera que su trabajo de divulgación de esperanza y alrededor de los chimpancés, por ejemplo, tiene un sentido adicional por ser mujer?
La cantidad de mujeres que me dicen que hacen lo que hacen porque leyeron mis libros o fueron a una conferencia es mucha. No sé cómo me convertí en este ícono; cuando empecé estaba muy segura de que podría esconderme de la prensa, soltarme el cabello y ponerme unas gafas de sol, pero no funcionó y entonces me pregunté si podría usar esta atención. Entonces hay dos Jane, una pública y yo.
¿Tiene tiempo para ser ambas?
No, estos días no tengo mucho tiempo para ser yo.
¿Cree que fue escogida de alguna manera para su oficio de mensajera por la sostenibilidad y la vida?
No sé por qué fui escogida para ser mensajera, pero sí. Hay algo que llamamos la magia de Jane. Hace poco estaba en Australia y me enfermé, casi perdí mi voz y me dolía la garganta, pero cada que tenía que dar una conferencia mi voz estaba allí y una vez terminaba, no podía hablar. Esto pasa todo el tiempo.
¿Cuál es su definición de comunidad?
Es un grupo de personas que pueden trabajar juntas, que tienen las habilidades entre ellos para vivir en armonía como grupo y con la naturaleza.
¿Qué piensa sobre lo que dicen de que usted fue parte de la comunidad de los chimpancés?
Yo nunca fui parte de la comunidad de los chimpancés; me permitieron entrar a su entorno como observadora. Al principio jugamos un poco, pero yo nunca dije que fui parte de su comunidad, no podría.
¿Qué tan importante es la familia para usted?
Nunca tuve un vínculo tan especial como el que tuve con mi madre. Tengo una hermana y vuelvo donde ella cuando no estoy viajando. Tengo un hijo, sobrinos, nietos. Tratamos de hablar todos los domingos, aunque no siempre lo logramos, y voy dos veces al año a África para visitar a mi hijo y mis nietos.
Es sabido que una de sus grandes contribuciones fue descubrir que los chimpancés hacían herramientas, como las hacemos los humanos. Nosotros, además, hemos desarrollado la costumbre de guardar esos objetos, incluso preservarlos para el futuro. ¿Cuál es su relación con los objetos?
Los objetos son muy importantes para mí, tengo colecciones de cosas que significan algo. Ya no tengo más espacio para lucirlos, porque me dan muchos regalos de todas partes del mundo y todos son muy sentidos.
Hace un tiempo viene aumentando la sensación en los humanos de sentirse muy solos, en parte por el sistema que creamos, ¿qué le hace pensar eso? Sobre todo cuando su mensaje es de colectividad.
No estamos diseñados para vivir solos; estamos diseñados para estar en una comunidad.

Fuente: https://www.eltiempo.com/bocas/jane-goodall-yo-nunca-fui-parte-de-la-comunidad-de-los-chimpances-solo-me-permitieron-entrar-a-su-entorno-como-observadora-3392222 - Imagen de portada: Jane Goodall with LaVielle at the Tchimpounga Chimpanzee Rehabilitation Center in the Republic of the Congo. JGI/Fernando Turmo

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