Panamá: maltrato ambiental
Es inevitable que vengan a la memoria desastres como el de Bophal, India, donde miles de personas murieron de forma casi inmediata por una nube tóxica. Las devastaciones del medio ambiente suelen ser por negligencia humana o por indiferencia al prójimo. Casi siempre se puede identificar un responsable.
“La naturaleza no nos pertenece, nosotros pertenecemos a la naturaleza”. Así empezaba la maestra Ercilia su conversación con los niños de un colegio panameño, mientras los invitaba a reflexionar sobre la importancia de la naturaleza. Pero, con esa inocencia cruda y realista que caracteriza a los niños, el pequeño José exclamó: “¿qué hace el dueño del barco que se rompió dejando escapar mucho petróleo que queda flotando en el agua? Yo vi en la televisión cómo la gente ayudaba a limpiar los pájaros en la playa, todos manchados de negro y que no podían volar más, pero el dueño del barco ¿cómo ayudó?, ¿qué hizo para que el agua quedara limpia como estaba y podamos meternos de nuevo al mar?”. A lo que el niño se refería se llama responsabilidad. Ahora, el punto es ¿cómo evitar que los desastres ambientales queden impunes? Es inevitable que vengan a la memoria desastres como el de Bophal, India, donde miles de personas murieron de forma casi inmediata asfixiadas por una nube tóxica, consecuencia del escape de gases tóxicos en una fábrica de pesticidas. Hubo una indemnización “simbólica”, pero no un juicio y las consecuencias aún perduran. Es así como se dan otros casos como el de Alicia, cuyas tierras se secaron, sus animales murieron y la población donde vive sufre enfermedades que antes no experimentaban. Todo por causa de la minería del yacimiento de Bajo de La Alumbrera, Argentina. ¿Quién responde? Penas para los ecodelincuentes Desde hace años se va recorriendo un camino de ‘alertas’ exigiendo responsabilidad en el tratamiento del medio ambiente. Los científicos han demostrado que la salud del planeta está en riesgo. En febrero de 2001 se reunieron cerca de 3 mil científicos y concluyeron que en el período del año 1600 al 2000, el hombre ha causado desastres ambientales comprometiendo y alterando nada menos que la mitad de sus recursos. En junio de 1972 se realizó una conferencia de la ONU sobre ambiente humano en Estocolmo, Suecia, donde se trataron por primera vez temas como la capa de ozono y el calentamiento global. Desde entonces se va recorriendo un camino de “alertas”, exigiendo responsabilidad en el tratamiento del medio ambiente. Hoy se renueva el interés de crear una Corte Internacional que juzgue los delitos ambientales. “No tenemos ningún derecho a contaminar. Y si yo tiro mi basura en su casa, es un delito. Usted puede demandarme”. Esta idea es apoyada por numerosos Estados y personalidades de todos los ámbitos, entre ellos los premios Nobel de la Paz el Dalai Lama y Adolfo Pérez Esquivel. El proyecto ya había sido impulsado por la Academia de las Ciencias del Ambiente, con sede en Venecia, Italia, considerando los recursos naturales y culturales como patrimonio común de la humanidad. Es posible introducir en el Estatuto de la Corte Penal Internacional nuevas figuras de delito, ejemplo: el desastre medioambiental intencional como crimen contra la humanidad. Sanción a los ecodelincuentes. Además, una propuesta de la Directiva del Parlamento Europeo (9 de febrero de 2007) resalta entre los actos que se deben condenar: el vertido ilícito de materiales o de radiaciones ionizantes con perjuicios graves a personas o daños sustanciales al medio ambiente; el tratamiento ilícito de residuos, la explotación ilícita de instalaciones en las que se realice una actividad peligrosa o en las que se almacenen o utilicen sustancias o preparados peligrosos, la posesión, apropiación o comercio ilícitos de especies animales y vegetales protegidas; el deterioro ilícito de un hábitat protegido y el comercio o la utilización ilícita de sustancias destructoras del ozono. Sin embargo los niños como Francisco, internado en el hospital de la comunidad, no saben nada sobre el “principio legal de quien contamina paga”, solo espera con ilusión volver a jugar fuera de su casa y dejar el hospital donde la madre mira su rostro ansiando que los colores –que le quitó la diarrea, causa de 4 mil muertes diaria producida por contaminación del agua– vuelvan a él.
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