Diario de viaje a la "isla de la basura"







Doug Woodring es el líder del proyecto Kaisei, que comprende un grupo de científicos, ambientalistas e innovadores que zarparon desde California, EE.UU. en busca de una "isla de basura", formada por un remolino de más de seis toneladas de plástico y que flota en alguna parte del Océano Pacífico.

Luego de estar en el mar durante tres semanas, pensar en lo que sucede en los océanos estremece. Las extensiones son tan vastas y nosotros apenas nos asomamos a la superficie. Es difícil siquiera imaginar lo que debe ocurrir en las profundidades, donde yacen residuos acumulados durante años.
El Kaisei, una de las dos embarcaciones del proyecto, aún está en altar mar, rumbo a San Francisco, donde cruzará el puente Golden Gate el 31 de agosto. Ambos barcos han recogido muestras de la basura en la zona del "gyre", la corriente circular del Pacífico Norte, con miras a la búsqueda de soluciones.
Las muestras deben ahora ser analizadas en el laboratorio, pero no tenemos dudas de que el problema de los residuos plásticos es generalizado. Hemos visto trozos de plástico en todas las muestras que recogimos a lo largo de más de 1.900 kilómetros.
Comenzaremos ahora a trabajar con una gran variedad de grupos en sectores como industria, innovación, diseño de políticas y educación para crear consciencia sobre qué podemos hacer para reducir la degradación de nuestros mares.
Esto requerirá la ayuda de personas con motivación en todas partes del mundo que contribuyan a difundir el mensaje y crear cambios concretos.
Usaremos nuestras fotos y videos del viaje para elaborar materiales educativos, que esperamos sean en diferentes idiomas. Este material permitirá a profesores y personas interesadas capturar la imaginación de quienes no entienden aún el impacto que su vida diaria tiene en el medio ambiente.
Acabamos de dejar la zona de convergencia, el “gyre”, como se conoce a la corriente circular en el Pacífico Norte. Lo que hemos hallado hasta ahora es prueba suficiente para convencer a quienes aún tenían dudas. Encontramos trozos de plástico en cien redes que lanzamos al mar para recoger muestras. Incluso vimos basura plástica fuera de la zona de convergencia, donde se supone que no existiría.
Para mí el hallazgo también fue una sorpresa. Sabía que no nos encontraríamos con una “isla” como tal, pero no esperaba toparme con esta presencia masiva de fragmentos pequeños de basura dispersa por todas partes. La pregunta ahora es: ¿qué profundidad tiene esta basura?, ¿cuánto tarda un objeto en descomponerse en fragmentos más pequeños, lo que llamamos “confeti”, desde que comienza su viaje en el mar?
Apenas estamos viendo la punta del iceberg. Y esto es triste, porque hay inmensas partes del océano que no hemos explorado. Las características de la corriente circular del Pacífico Norte sugieren que el problema es mucho mayor de lo que hemos podido ver en dos semanas.
Nuestro viaje nos muestra que el hombre ha extendido su influencia y su huella medioambiental a los rincones más remotos del mundo, en este caso el océano.
Sólo vimos dos embarcaciones en todo nuestro tiempo en el “gyre”, y una de ellas fue el Kaisei. Casi no hay aviones sobrevolando la zona. Ésta es una zona “quieta” en lo tiene que ver con actividad humana: no se ve a nadie trabajando o contaminando. Pero aún así hemos dejado nuestra marca en la forma de residuos. Basura producida por cada uno de nosotros.
Sólo hay un océano. Es nuestro océano y es hora de que apreciemos su importancia en nuestra vida diaria, aunque no lo veamos cada día. Es hora de apreciar nuestro océano, en lugar de siempre extraer de él lo que nos hace falta o agregarle nuestra basura.

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