Peligro... Crisis energética
Autor: Cristian Frers - Técnico Superior en Gestión Ambiental. y Comunicación Social
Existe un consenso creciente que la situación actual mundial necesita en forma urgente generar nuevas ideas y más aún, nuevos modos de pensar y de actuar. Es cada vez más obvio que las visiones parcializadas, disociando al ser humano en comportamientos estancos no están dando resultados eficaces para resolver los grandes y complejos problemas que enfrenta hoy la humanidad.
Parece claro que la especie humana está enfrentando en la actualidad uno de los mayores desafíos de su historia evolutiva. Es necesario reconocer que ya se cumplieron más de 30 años desde la Conferencia Mundial sobre Medio Ambiente Humano realizada en Estocolmo en 1972, a pesar de dicha conferencia, la situación ecológica planetaria no sólo no mejoró sino que empeoró. La Crisis del Petróleo de 1973 y 1979 provocan que los países –desarrollados y subdesarrollados- entren en la problemática de la generación de energía y busquen soluciones a la oleodependencia; así las políticas energéticas deberían dirigirse hacia fuentes de energía renovable – cosa que parece que no esta sucediendo-. Así es como en Argentina, en marzo del 2004, el Gobierno admitió que se esta enfrentando una crisis energética grave. Los problemas en los servicios de luz y gas llegaron para quedarse durante varios meses y que si no se adoptan medidas, el próximo año será peor. Esto no sólo afecta a Argentina, sino que también a Chile y a Uruguay. Es notable cómo todavía tanto gobernantes como quienes toman decisiones no distinguen la diferencia entre acontecimiento iniciador y desastre. A menudo nos ocupamos de las calamidades cuando estas acontecen, es decir, cuando se presentan situaciones que requieren de un desafío que no encuentra posibilidades de ser abarcado por las estructuras institucionales presentes en la organización, y por ende, se asocian a una situación de caos que requieren nuevas iniciativas; especialmente, la reformulación de las ideas y las capacidades de las organizaciones para hacer diagnósticos y plantear alternativas de trabajo. En Argentina, el 50 por ciento de la generación de luz dependen de centrales que se alimentan a gas. El sistema nacional está funcionando sin reservas técnicas y al límite de su capacidad operativa. El correcto manejo de desastres es un proceso complejo que se inicia mucho antes del momento de crisis y en el cual se pueden distinguir tres instancias: 1) La etapa predesastre que involucra: • La evaluación de riesgos. • La planificación de usos del territorio incorporado a la dimensión geológico-ambiental. • El desarrollo de sistemas de prevención-mitigación-alerta. • La concientización y educación del ciudadano. 2) La etapa durante el acontecimiento, donde esencialmente juega la eficaz organización. 3) La etapa posdesastre, centrada en la recuperación y la reconstrucción. Es evidente que a la hora de buscar explicaciones en la crisis energética argentina de por qué no hay suficiente energía para cubrir el consumo interno saltan sobre el tapete dos tipos de causa. Las estructurales, que arrastran la producción gasífera por la caída de las inversiones en los últimos años. Y las conyunturales, que responden a los movimientos empresario y a las presiones tarifarias que afloraron luego que el Gobierno anunciara una serie de cambios regulatorios y el descongelamiento del precio del gas. No es posible llegar a un buen manejo de desastres sin contemplar la evaluación de riesgos. Es por esto, que ahora el gobierno nacional se encuentra ante el dilema de decidir a quién deja sin gas para no afectar a los clientes residenciales: O le corta a las industrias –lo que frena la actividad productiva- o apunta a las estaciones de GNC, que tienen como clientes a 1,3 millón de automovilistas. Es sabido que los fenómenos potencialmente peligrosos varían tanto en frecuencia como en magnitud, y si bien técnicamente es posible reducir ambos factores, el logro de una sociedad libre de riesgos es una utopía. Lo aconsejable es reducir el riesgo hasta un nivel aceptable aprendiendo de las experiencias de otros países e instituciones como una forma de anticipar posibles problemas y prevenirse frente a posibles situaciones similares, tanto por medio de la acción preventiva específica como a través de la toma de conciencia de las dificultades de todo manejo de crisis, especialmente en cuanto a las restricciones habituales en los planos comunicativos y de coordinación. Estados Unidos de Norteamérica, sufrió una crisis energética, en mayo del 2001, que afecto especialmente al estado de California con frecuentes apagones. El gobierno basó su iniciativa en tres aspectos cruciales de la ecuación energética: demanda, oferta y los medios para suplirlas, en donde se aseguraba que el plan alentaría una exploración nueva y ecológicamente indemne de nuevas fuentes de gas natural y petróleo, y al mismo tiempo alentaría los intentos de conservación y de desarrollo de fuentes alternativas de energía. El proyecto reduce en casi un tercio los programas sobre uso eficiente de la energía y fuentes de energía renovable. Es tiempo de utilizar energías alternativas, que son aquellas que se producen a partir de fuentes naturales y que se regeneran por sí solas; los ejemplos más claros son la eólica, biomasa, hidráulica o la energía solar, pero hay otras fuentes que son menos conocidas y que su potencial es inmenso; este es el caso de las Energías del Mar, que junto a la geotérmica son las más desconocidas y las que tienen un gran potencial, como usar la energía de las olas, sistema que se basa en la conversión de la energía mecánica del mar en corriente eléctrica que puede desarrollarse a través de la empresa estadounidense Ocean Power Technologies (OPT). La potencialidad de la energía del mar está en su abundancia, tres cuartas partes de la superficie de la tierra están cubiertas por el mar, por lo que es una fuente con muchísimos recursos; incluso algunos estudios afirman que en el mar se encuentran los sustitutos de las energías fósiles. Aprovechar la energía del mar es una vieja idea y hay numerosos métodos. El sistema de la empresa OPT, consta de una red de boyas, que no poseen ningún tipo de impacto visual. Para la conversión de la corriente mecánica en corriente eléctrica se utilizan las “PowerBuoy” que se anclan en el fondo marino. La oscilación de las olas, permite que las boyas se eleven y desciendan sobre una estructura parecida a un pistón. El agua entra y sales de la bomba con el movimiento, e impulsa un generador que produce electricidad. La corriente se transmite a tierra por medio de un cable submarino. Los primeros proyectos pilotos, que utilizarán este sistema, se implementarán en Santoña (España) y en una base marina estadounidense en la isla de Oahu, en Hawai, a partir del 2005. Sería interesante implementar estos sistemas en pequeñas localidades del amplio litoral marino con que cuenta Argentina, para disminuir las crisis de los viejos sistemas energéticos. La aproximación al ideal puede y debe seguir dos caminos: por un lado, el técnico o tecnológico tendiente a alertar y reducir la magnitud del daño; y por el otro, el socioeducacional. La disposición de la población para sacrificar beneficios en un determinado sector a fin de reducir de algún tipo de peligro, depende en gran parte de la actitud que esa sociedad tome.
FUENTE: PORTADELMEDIOAMBIENTE.COM