Contaminación en el Golfo, derrame de incongruencias
Néstor Núñez
Tal vez el reciente escape masivo de crudo en una derruida torre de perforación de la British Petroleum ubicada en el Golfo de México, justo frente a las costas norteamericanas, figure entre los desastres ecológicos más manipulados de los últimos años.
Si se pasa revista a lo acontecido y divulgado, aparecen no pocas incongruencias. Algunos adujeron que se trataba de un verdadero drama. Otros, sin embargo, se esforzaron por dar visiones nada alarmantes y hasta restar importancia a lo que estaba sucediendo.
Lo cierto es que, a juzgar por las vistas de la zona afectada e informaciones de medios independientes acerca de daños en playas, pantanos y zonas de arrecife, no se trató precisamente de un pequeño accidente, sino de un asunto de armas tomar cuyas consecuencias reales aún no se dilucidan públicamente con la claridad requerida.
Sin embargo, según recientes datos oficiales norteamericanos, se insiste en que las afectaciones derivadas de la explosión de la torre petrolera parecen haberse reducido en grandes proporciones.
Para algunos voceros de ese segmento “la gran mayoría del petróleo, cerca del 75 por ciento de los casi cinco millones de barriles de crudo escapados al mar, se evaporó o fue contenida".
En pocas palabras, que el incidente, el cual tuvo en vilo a millones de personas y mereció amplios titulares, se convirtió en apenas ligera mancha sin mayores consecuencias.
Como bien dice el gobierno estadounidense a tono con ese criterio: "la costa del Golfo ha sido extremadamente afortunada en cuanto a la naturaleza de los vientos y corrientes".
Sin embargo, frente a esa evaluación oficial aparentemente tranquilizadora, existen otras fuentes científicas las cuales aseguran que al menos un tercio del litoral norteamericano del Golfo, más de mil kilómetros de extensión, fue severamente contaminado, y el impacto sobre la costa probablemente permanecerá por décadas.
De hecho, con casi una cuarta parte del petróleo vertido aún sin recuperar, podrían pasar años antes de que los científicos declaren a la región con la crisis superada.
Por ejemplo, a juicio de Jane Lubchenco, jefe de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos, “la cantidad total de petróleo fue inmensa" y es difícil que no haya causado efectos serios en el entorno marino.
Fuentes del Dauphin Islan Sea Laboratory, en Alabama, revelaron hace pocos días que los más de 4,9 millones de barriles de crudo derramados en el Golfo de México durante el accidente, entraron rápidamente en la cadena alimenticia gracias a la acción de las bacterias submarinas.
En pocas palabras, el crudo se convirtió en comida para las bacterias oceánicas, las cuales a su vez son la arrancada de la cadena de nutrición que termina en las mayores especies pobladoras de los mares.
De hecho, según los investigadores, organismos animales del área afectada que se alimentan de plancton mostraban mayor cantidad del isótopo de carbono ligero que de otros más pesados, lo cual conduce a creer que el carbono del que se nutrían procedía del petróleo arrojado a las aguas.
En consecuencia, todo hace pensar que en el manejo público de tan sensible asunto, no todo huele solamente a petróleo. Con certeza hay también cierto tufo a ardid mal intencionado.
(AIN, especial para ARGENPRESS.info)