El monocultivo del pensamiento
Gustavo Duch Guillot
Público
Recientemente, Noam Chomsky –colaborador en este periódico– publicó lo que él llamó diez estrategias de manipulación mediática. Diez formas de alejar a la población de la verdad y de adormecerla en la medida de lo posible. Quisiera, a partir de algunas ideas de este decálogo, analizar qué información nos llega, mayoritariamente, desde los medios de comunicación, la publicidad y la gobernanza en general, acerca de la agricultura, la alimentación y, en particular, del hambre.
Primero, y con el argumento de la distracción, se busca eso, alejarnos de cuestiones fundamentales para el devenir de la civilización, llevando nuestra atención a temas banales, sin ninguna importancia. Segundo, cuando llega el momento de hablar de los problemas del hambre, se suele acabar planteando un problema falso, para que estemos todos de acuerdo en aceptar una solución interesada. Suele ser habitual situar el problema del hambre en la falta de productividad: que no tendremos alimentos para tantas personas, que el aumento de la demanda en China e India obliga a más producción, etc. La solución –su solución– entonces entra en bandeja de plata y se postula que la biotecnología salvará al mundo. Si supiéramos que la escasez de alimentos es mentira, ¿aceptaríamos sus recetas rellenas de transgénicos?
Tercero, la estrategia de falsas (o muy improbables) expectativas es el método utilizado para convencernos de que, por el momento, no son necesarias medidas correctoras. Si el petróleo se acaba, ¿no deberíamos buscar otras maneras de producir alimentos menos dependientes? Si el cambio climático lo tenemos encima, ¿no deberíamos prescindir de modelos productivos contaminantes? No –contestan– ya encontraremos una fuente alternativa, una solución mágica, no hay prisa. Es el mensaje tecnoptimista de quien no quiere cambiar nada porque todo le va muy bien.
Cuarto, el mal uso de las imágenes de personas sufriendo hambre o pobreza es un recurso clásico y desafortunado de presentarnos una realidad sin duda existente pero con otras muchas aristas y enfoques. Los impactos emocionales suelen desviarnos del sentido y la reflexión crítica que debemos agudizar en esos momentos. Será por eso que, en general, es más fácil encontrar opiniones de “pobres personas, cuanta ayuda necesitan”, que preguntarse: “¿Qué hace que estas personas estén en esta situación?”.
Quinto, el pacto entre el poder y la ciencia oficial. Es común que muchos posicionamientos se escudan en la infalibilidad de la ciencia, ese ser alejado, intocable, capaz de hacernos sentir ignorantes absolutos. Son muchos los casos, por ejemplo, de campesinos que, teniendo con la experiencia propia (una forma de ciencia desautorizada) buenos resultados de sus cultivos, cambian a otras prácticas menos apropiadas porque “lo dicen los servicios técnicos” (añadan: de las empresas que se beneficiarán). El extremo se alcanza cuando se defienden los argumentos científicos por encima de los políticos y sociales.
Sexto, reforzar la autoculpabilidad de todos nosotros como consumidores. Acaban haciéndonos sentir culpables porque no somos del todo coherentes en nuestro consumo y no cumplimos con los estándares del consumidor responsable. Sólo una táctica más para alejarnos de una actitud de rebeldía contra el sistema económico, el verdadero responsable. Y lo mismo podíamos decir, para acabar, cuando se nos aleja mucho de las posibles soluciones. Es aquello de “no podemos cambiar nada”, “las decisiones se toman muy lejos de nuestras esferas”, “las fuerzas contrarias son muy poderosas”, etc.
Para que vean que lo que les digo no son imaginaciones mías, les informo sobre dos declaraciones llegadas de Naciones Unidas, que no han encontrado eco mediático y que contrastan enormemente con lo que nos explican cuando hablamos de agricultura y hambre en el mundo: por un lado, según Oliver De Schutter, relator especial para la alimentación de la ONU, “en lo que a la seguridad alimentaria mundial se refiere, el rendimiento de la agroecología o agricultura ecológica supera ya al de la agricultura industrial de gran escala”. Por consiguiente, frente al discurso oficialista, lo que propone De Schutter es que “los Gobiernos y las agencias internacionales deben promover urgentemente las técnicas de cultivo ecológicas para aumentar la producción de alimentos y salvar el clima”. Por otro, según un informe del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, “si se adoptan mayoritariamente los sistemas agroecológicos, que han demostrado su eficacia en la reducción de las emisiones, el sector de la agricultura podría neutralizar la mayor parte de sus emisiones de carbono antes de 2030 y producir alimento suficiente para una población que probablemente alcance los 9.000 millones en 2050”.
Dos declaraciones muy similares, fuera de los moldes habituales, que contrastan con la última operación de la Fundación Gates que, ahora aliada y con participaciones en el gigante Monsanto (jefe de la agricultura industrial), propone replicar en África el modelo de agricultura intensiva y dependiente de semillas y agrotóxicos. Monsanto lo llama, con la boca bien grande, la Nueva Revolución Verde. Gates lo llama la Revolución Verde 2.0.
Aviso: nos distraerán, nos mentirán, nos venderán sueños imposibles, coquetearán con nuestro corazón, nos harán sentir malas personas y nos presentarán todos los datos a su favor para que creamos, apoyemos y confiemos en su buen saber y su buen hacer.
PALABRE-ANDO: http://gustavoduch.wordpress.com
----------------------------------
Terra Madre 2010: sistema inmunológico de la Tierra
Por Narciso Aguilera Marín
En los últimos cinco años han aparecido numerosas evidencias de los efectos negativos de los OGM en la salud humana, animal y ambiental; lo cual ha sido probado científicamente por reconocidos grupos de investigadores. Ya no es sostenible el discurso de los defensores de los transgénicos, de que no hay bases científicas para rechazarlos. El asunto se ha movido de la precaución a sólidas evidencias. A pesar de que el problema es común y extremadamente agresivo, los esfuerzos dentro de los países se hacen de manera desordenada. En el Encuentro Mundial entre Comunidades del Alimento - Terra Madre 2010, recientemente celebrado en Turín-Italia, se decidió proponer la creación de la Red Mundial de Lucha contra los OGM, y que esta fuese divulgada, articulada y apoyada por Slow Food Internacional.
Por cuarta ocasión, la ciudad italiana de Turín se convirtió en escenario del más grande y diverso evento que jamás se haya realizado en reclamo al derecho a una alimentación buena, limpia y justa. Como siempre a finales de octubre: esta vez del 21 al 25. Por toda la ciudad se exhibían carteles de bienvenida y de anuncios de la magna cita. La entrada del invierno se tornó menos fría por el cálido recibimiento y respeto de todos sus habitantes.
Hacemos un reconocimiento especial a los eficientes funcionarios de Slow Food y organizadores del Terra Madre; así como a los más de 600 voluntarios y a las familias que nos acogieron en sus comunidades. En nuestro caso, la delegación cubana les ofrece especial agradecimiento a las familias de la comunidad de Vinovo donde residimos durante los días del evento.
La Red Terra Madre crece de manera impresionante; hay datos que lo expresan por sí mismos. En la primera edición celebrada en el año 2004, estuvimos presentes 4888 personas en representación de 1202 comunidades del alimento de 128 países. En esta cuarta ocasión rozábamos los 8000 participantes, 1600 comunidades representadas y se llegó a 160 países. Con orgullo los miembros de esta Red y de Slow Food mostramos los presentes números. Allí confluyeron desde indígenas de diversas etnias, hasta los más encumbrados académicos que no han sucumbido ante los poderes transnacionales; además de cocineros y más de 2000 jóvenes. Es difícil describir la diversidad cultural y de experiencias que cada participante llevó al Terra Madre. Podía notarse en sus intervenciones, en sus exposiciones, en sus vestuarios, en sus lenguas, en su mirada alegre y llena de satisfacción y esperanzas. Una semana cada dos años es capaz de cambiarle la vida a muchas personas del mundo, incluso de los que no asistieron, pues los que se quedaron en sus comunidades, al retorno de los asistentes, reciben buena parte de esa energía que genera Terra Madre.
Es verdad que los talleres eran traducidos en ocho idiomas al unísono, y esto fue una garantía para el mayor entendimiento. Sin embargo, les aseguro que no resultó difícil entendernos con cualquiera de los participantes, sin importar su lengua o dialecto. Y si se preguntara por qué, la respuesta es muy simple: porque hablamos el idioma de los alimentos, que es el de todos, el que nos hace muy parecidos por diferentes que seamos.
Profundamente espiritual resultó saber que la Red Terra Madre se ha convertido en una herramienta valiosa, que impulsa el rescate de muchos dialectos casi extinguidos y otros en franca amenaza. La diversidad de las lenguas es la garantía de la transmisión de los sabios conocimientos ancestrales, a los que hay que acudir hoy, pues los necesitamos más que nunca para que ayuden a salvar nuestra casa común. Se demostró que hay tantas personas que tienen cosas que decir, y que nosotros tenemos mucho que escuchar y aprender. Cuestión que no puede ser posible con la globalización de dos o tres idiomas, que nos obliga a la cultura de masas, a la homogenización cultural y a la eliminación de aquellas tradiciones culturales que para la “modernidad” resultan contaminantes. Puede parecer abstracto hablar del idioma de los alimentos, y no deja de tener algo de utopía y de sueños; no obstante, también es real. Todos conversábamos, pues cuando se trata de producir alimentos, cocinarlos y conservar la biodiversidad, es fácil expresarlo con la mirada, con las manos, con dibujos, con imágenes, con una simple degustación.
Así sucedió todo el tiempo en los talleres, en las filas para almorzar, en los pasillos y áreas expositivas, en los vehículos que nos trasladaban hasta y desde las comunidades de residencia. No se perdió un instante. Era sólo una semana; por eso, se dormían tres a cuatro horas diarias. Queríamos dejar y llevarnos con nosotros la mayor carga espiritual y de saberes. Había un compromiso con los que se quedaron aguardando por nosotros en los países, consistente en hacerlos partícipes a posteriori.
Sin lugar a dudas, Terra Madre cada dos años, se convierte en un espacio global donde se revelan los poderes destructivos de las compañías transnacionales y donde se percibe la falta de voluntad y cordura de la mayoría de los políticos del mundo en cuanto a la conservación de los recursos naturales. Por tanto, pudiera decirse que Terra Madre es donde los máximos afectados por los poderes económicos, políticos y mediáticos del mundo, encuentran un escenario propicio para expresar sus necesidades sentidas; pero también para exhibir las maneras de enfrentar esos males y defender la comida de sus familias y de las comunidades.
Es por ello que el intercambio de alternativas y soluciones a problemas locales, pueden convertirse en soluciones para adversidades que atravesamos en lugares tan distantes y tan diferentes.
Es imprescindible que comente sobre uno de los flagelos que se demostró es común para todos, pues su amenaza se ha convertido en global. Se trata de los organismos genéticamente modificados (OGM) o muy conocidos sencillamente como transgénicos. En el taller: “La agricultura familiar rechaza los OGM”, se suscitaron diversos, interesantes y profundos debates. Allí expusieron sus puntos de vista y experiencias, reconocidos científicos como el ruso Alexander Baranoff de World Paece Culture Fund; pero también importantes activistas en contra de los OGM como el venezolano José Luis Cianci, la uruguaya Laura Rosano, el italiano Giorgio Cingolani, entre muchos otros. Quedó demostrado que este flagelo nos ataca directa o indirectamente a todos: unos países porque los producen forzados por las compañías transnacionales, y otros porque importan alimentos transgénicos. No fue necesario abundar mucho para identificar que las principales compañías responsables, que doblegan a políticos y a ministerios de la agricultura en muchos de nuestros países son: Monsanto, Syngenta, DuPont, Bast y Bayer.
Quedó muy claro el efecto devastador que los OGM están provocando en la biodiversidad, y como ésta se coloca en franco peligro a futuro si no se le pone freno a dicha Neorevolución Verde. Las comunidades del alimento allí representadas, compartieron las más variadas alternativas que están empleando para salvaguardar sus semillas, sus tradiciones, sus alimentos, su estabilidad en el campo y sus rituales. Se habló de los santuarios de semillas en Costa Rica, de las presiones que están haciendo agricultores y grupos ecologistas en Estados Unidos para que se reduzca la cantidad de licencias para liberar transgénicos. En ese propio país se planteó la oleada, cada vez mayor, de agricultores que ya prefieren apostar a la agricultura orgánica y a la agroecología. También se mencionó que hay países, como Venezuela, que constitucionalmente prohíben el cultivo de transgénicos en su territorio; mientras en otros, las compañías transnacionales se alinean con grupos armados para presionar a campesinos y a científicos, valiéndose de amenazas, y hay casos, en los que se han provocado asesinatos. En fin, fue un debate de coincidencias en los enfoques, en los males y en los intereses.
Se llegó a consenso que la lucha hay que llevarla desde las comunidades, no permitir que los transgénicos las penetren. Sin embargo, se necesita mucha información y educación al respecto. No basta con tratar de convencer a los productores de las implicaciones de los OGM en la salud humana y ambiental; sino además hay que encontrar las vías alternativas de que la mayor parte del público conozca tales implicaciones. Y que de esta manera los consumidores puedan saber lo que se les está imponiendo para su alimentación; pues en la mayoría de los países no se etiquetan los productos, pero tampoco se ofrece información esclarecedora. Por lo general, los medios de comunicación oficiales más que ayudar a esclarecer, lo que contribuyen es a confundir. Esto sucede en casi todos los países. Por tanto es imprescindible el uso de medios alternativos para informar a las poblaciones.
A pesar de que el problema es común y extremadamente agresivo, los esfuerzos dentro de los países se hacen de manera desordenada. Por esas razones, se decidió proponer la creación de la Red Mundial de Lucha contra los OGM, y que esta fuese divulgada, articulada y apoyada por Slow Food Internacional. Existió consenso al respecto, por lo que en estos momentos se crean las bases para fundar dicha Red, la cual jugará un papel imprescindible en organizar acciones intro e intra países. Somos optimistas, pues poco a poco vemos que en la unidad de acción puede estar la posibilidad de no permitir que los OGM sigan robando espacios soberanos y naturales. En los últimos cinco años han aparecido numerosas evidencias de los efectos negativos de los OGM en la salud humana, animal y ambiental; lo cual ha sido probado científicamente por reconocidos grupos de investigadores. Ya no es sostenible el discurso de los defensores de los transgénicos, de que no hay bases científicas para rechazarlos. El asunto se ha movido de la precaución a sólidas evidencias.
En Terra Madre 2010 se debatieron diversos talleres que se pueden revisar en www.terramadre.info. No puede olvidarse que el evento se ha convertido también en espacio de reencuentro, donde nos podemos ver y dar un abrazo los comunitarios del mundo, por lo general los más humildes. Allí hemos hecho amistades entrañables y hemos construido proyectos conjuntos. Como olvidar nombres como Emerson Xavier Da Silva, Obadias García (Cacique de los Sátaré Mawe de Brasil) y Mauricio Fabroni. Todos defensores del Proyecto Guaraná, que han enfrentado con valentía a la compañía Antártica. Observábamos como tanto el día del encuentro, como en la despedida, muchos nos fundíamos en profundos abrazos; pero sólo era un hasta pronto, pues ya somos una familia y todos tenemos el mismo propósito: producir de manera limpia, buena y justa.
La clausura del Terra Madre fue un libro con las páginas abiertas. Escritas por enérgicos y profundos análisis que nos llegaron de personalidades como: Edgar Morín, Vandana Shiva, Manfred Max-Neef, Raj Patel y Carlos Petrini, entre otros. Es imprescindible compartir el orgullo de Carlos Petrini, Presidente de Slow Food Internacional, al decir que esta vez estaba más complacido porque había más indígenas y menos políticos en el evento. Allí se dijo que la Red Terra Madre es el sistema inmunológico de la tierra: sin lugar a dudas, así se magnificó lo que hacen nuestras comunidades en defensa de los alimentos y las tradiciones, y se reconocieron las posibilidades que tenemos para desintoxicar nuestra agricultura, y garantizar que sigan existiendo pueblos.
Narciso Aguilera Marín, Ingeniero Agrónomo, con maestría en biotecnología. Cuba