Amigos de la Tierra Sudáfrica reflexiona sobre la vida de Nelson Mandela
Por Bobby Peek, Director de groundWork – Amigos de la Tierra Sudáfrica
El movimiento por la justicia ambiental y mi propio activismo por la justicia ambiental se basan en la experiencia de haber trabajado con Madiba para que todos los sudafricanos pudieran gozar de la vida consagrada en nuestra Constitución: una vida en que las personas mantengan relaciones de solidaridad y equidad entre sí, relaciones positivas con el medio ambiente, sin dañarlo.
Ingresé a la Universidad en una época de gran agitación política, en la década de 1980. Como todo estudiante joven, ingresé a la universidad sin tener mucha consciencia política pero, de inmediato me vi sumergido en la política estudiantil que forjó mi lucha personal por la justicia social, una lucha que, a partir del 25 de marzo de 1995, se fundaría en el movimiento por la justicia ambiental. Aquel día, durante una manifestación frente a la refinería de petróleo Engen (antiguamente Mobil), el Presidente Mandela se detuvo, salió de su coche y nos preguntó: “¿Por qué se están manifestando?” Aquel proceso íntimo de una persona poderosa dispuesta a escuchar las preocupaciones de la gente de primera mano, y luego actuar en consecuencia, es una experiencia de profunda humildad que nos acerca a los ideales de la democracia. Era un momento de idealismo, aunque con una pizca de transigencia, de la que Madiba nos recordó cuatro días más tarde, el 28 de marzo, cuando se reunió con nosotros, los representantes de los manifestantes, alrededor de la misma mesa en que estaban los ministros más importantes de su Gabinete y los presidentes y gerentes de Engen. Allí, insistió, del modo en que solo Mandela podía hacerlo, en que Engen resolviera el problema de la contaminación. Al mismo tiempo, nos recordó que un buen líder sabe cuándo transigir.
Mandela, a diferencia de cualquier otro líder político de Sudáfrica, dedicó mucho tiempo a tratar de entender el incipiente movimiento por la justicia ambiental en la década de 1990, que unió a blancos y negros, a la población rural empobrecida y a la población urbana rica, a las comunidades y los trabajadores, los activistas de género y la iglesia. En 1993, la visita de Mandela en el hospital a los trabajadores intoxicados de la empresa Thor Chemicals (que estaban muriendo por intoxicación de mercurio debido a que el ex régimen del apartheid había permitido la importación desde Europa de desechos tóxicos y de tecnología de reciclaje defectuosa), convirtió la lucha de los trabajadores en una lucha por la justicia ambiental.
El movimiento por la justicia ambiental ha crecido a nivel mundial, y ahora lucha por la justicia climática y energética, intenta encontrar soluciones políticas a la emergencia planetaria que afrontamos como consecuencia del poder y la avaricia de las empresas que afectan a las comunidades y los trabajadores. El cambio climático ya está afectando a las personas: de los habitantes de las llanuras aluviales de Bangladesh, a los barrios tóxicos del sur de Durban, donde las refinerías de petróleo siguen liberando gases tóxicos y gases de efecto invernadero en las comunidades, de los cada vez más numerosos refugiados de África debido a la sequía sin precedentes, seguida de inundaciones, a quienes pierden su tierra como consecuencia de la demanda insaciable de las empresas de extraer aún más combustibles fósiles y minerales. Estas personas necesitan los ideales de Mandela. En lo más profundo de mí ser, siento que si Madiba hubiera estado activo en los últimos diez años, estaríamos en otro lugar con respecto al dilema del continuo estancamiento e inacción frente al cambio climático. Estaríamos dentro de las negociaciones, hablando, en lugar de tener que salir de lo que deberían ser espacios democráticos funcionales como las Naciones Unidas.
Tata Madiba tuvo una vida muy difícil, al igual que muchos sudafricanos que desafiaron el estado colonial del apartheid. Fue miembro activo de Umkhonto weSizwe y de la Liga Juvenil del Congreso Nacional Africano. Fue un defensor de la libertad. Ahora descansa en paz, habiendo cumplido su tarea en el mundo. Su tarea no consistió solamente en el trabajo político que liberó a Sudáfrica y nos permitió una paz conciliadora, sino que también consistió en haber inspirado íntimamente a las personas en sus luchas locales en Sudáfrica.
Nuestro padre, Madiba, reconoció que todos somos fundamentales en la lucha por una nueva Sudáfrica, no solo aquellos que tenían poder empresarial en Sudáfrica. Todos los sudafricanos éramos iguales para Madiba. Todos éramos poderosos. Todos éramos débiles. Todos humanos.
Madiba no era un santo, era un ser un humano que cometió errores y aprendió de ellos. Cometió errores y se fortaleció a partir de esos errores. Era un ser humano como todos nosotros. Estaba dispuesto a luchar por la dignidad que debe ser un derecho de todos. Estaba dispuesto a sufrir y luchar, al igual que tantos otros lo hicieron y murieron sin reconocimiento. Creía que era una de las personas que debía luchar, y que ello no le brindaba una posición de privilegio.
Nunca renunciemos a nuestra lucha por la verdad y la justicia, ya que esa es la única cosa a la que Madiba no hubiera querido que renunciáramos. Él quisiera que continuáramos enfrentando al poder, como lo hizo siempre. Honremos su memoria al preservar sus valores y pasión por la justicia.
Descansa en paz, Tata Madiba…
Imagen: onelargeprawn.co.za
(CC) 2013 Radio Mundo Real 10 años
El movimiento por la justicia ambiental y mi propio activismo por la justicia ambiental se basan en la experiencia de haber trabajado con Madiba para que todos los sudafricanos pudieran gozar de la vida consagrada en nuestra Constitución: una vida en que las personas mantengan relaciones de solidaridad y equidad entre sí, relaciones positivas con el medio ambiente, sin dañarlo.
Ingresé a la Universidad en una época de gran agitación política, en la década de 1980. Como todo estudiante joven, ingresé a la universidad sin tener mucha consciencia política pero, de inmediato me vi sumergido en la política estudiantil que forjó mi lucha personal por la justicia social, una lucha que, a partir del 25 de marzo de 1995, se fundaría en el movimiento por la justicia ambiental. Aquel día, durante una manifestación frente a la refinería de petróleo Engen (antiguamente Mobil), el Presidente Mandela se detuvo, salió de su coche y nos preguntó: “¿Por qué se están manifestando?” Aquel proceso íntimo de una persona poderosa dispuesta a escuchar las preocupaciones de la gente de primera mano, y luego actuar en consecuencia, es una experiencia de profunda humildad que nos acerca a los ideales de la democracia. Era un momento de idealismo, aunque con una pizca de transigencia, de la que Madiba nos recordó cuatro días más tarde, el 28 de marzo, cuando se reunió con nosotros, los representantes de los manifestantes, alrededor de la misma mesa en que estaban los ministros más importantes de su Gabinete y los presidentes y gerentes de Engen. Allí, insistió, del modo en que solo Mandela podía hacerlo, en que Engen resolviera el problema de la contaminación. Al mismo tiempo, nos recordó que un buen líder sabe cuándo transigir.
Mandela, a diferencia de cualquier otro líder político de Sudáfrica, dedicó mucho tiempo a tratar de entender el incipiente movimiento por la justicia ambiental en la década de 1990, que unió a blancos y negros, a la población rural empobrecida y a la población urbana rica, a las comunidades y los trabajadores, los activistas de género y la iglesia. En 1993, la visita de Mandela en el hospital a los trabajadores intoxicados de la empresa Thor Chemicals (que estaban muriendo por intoxicación de mercurio debido a que el ex régimen del apartheid había permitido la importación desde Europa de desechos tóxicos y de tecnología de reciclaje defectuosa), convirtió la lucha de los trabajadores en una lucha por la justicia ambiental.
El movimiento por la justicia ambiental ha crecido a nivel mundial, y ahora lucha por la justicia climática y energética, intenta encontrar soluciones políticas a la emergencia planetaria que afrontamos como consecuencia del poder y la avaricia de las empresas que afectan a las comunidades y los trabajadores. El cambio climático ya está afectando a las personas: de los habitantes de las llanuras aluviales de Bangladesh, a los barrios tóxicos del sur de Durban, donde las refinerías de petróleo siguen liberando gases tóxicos y gases de efecto invernadero en las comunidades, de los cada vez más numerosos refugiados de África debido a la sequía sin precedentes, seguida de inundaciones, a quienes pierden su tierra como consecuencia de la demanda insaciable de las empresas de extraer aún más combustibles fósiles y minerales. Estas personas necesitan los ideales de Mandela. En lo más profundo de mí ser, siento que si Madiba hubiera estado activo en los últimos diez años, estaríamos en otro lugar con respecto al dilema del continuo estancamiento e inacción frente al cambio climático. Estaríamos dentro de las negociaciones, hablando, en lugar de tener que salir de lo que deberían ser espacios democráticos funcionales como las Naciones Unidas.
Tata Madiba tuvo una vida muy difícil, al igual que muchos sudafricanos que desafiaron el estado colonial del apartheid. Fue miembro activo de Umkhonto weSizwe y de la Liga Juvenil del Congreso Nacional Africano. Fue un defensor de la libertad. Ahora descansa en paz, habiendo cumplido su tarea en el mundo. Su tarea no consistió solamente en el trabajo político que liberó a Sudáfrica y nos permitió una paz conciliadora, sino que también consistió en haber inspirado íntimamente a las personas en sus luchas locales en Sudáfrica.
Nuestro padre, Madiba, reconoció que todos somos fundamentales en la lucha por una nueva Sudáfrica, no solo aquellos que tenían poder empresarial en Sudáfrica. Todos los sudafricanos éramos iguales para Madiba. Todos éramos poderosos. Todos éramos débiles. Todos humanos.
Madiba no era un santo, era un ser un humano que cometió errores y aprendió de ellos. Cometió errores y se fortaleció a partir de esos errores. Era un ser humano como todos nosotros. Estaba dispuesto a luchar por la dignidad que debe ser un derecho de todos. Estaba dispuesto a sufrir y luchar, al igual que tantos otros lo hicieron y murieron sin reconocimiento. Creía que era una de las personas que debía luchar, y que ello no le brindaba una posición de privilegio.
Nunca renunciemos a nuestra lucha por la verdad y la justicia, ya que esa es la única cosa a la que Madiba no hubiera querido que renunciáramos. Él quisiera que continuáramos enfrentando al poder, como lo hizo siempre. Honremos su memoria al preservar sus valores y pasión por la justicia.
Descansa en paz, Tata Madiba…
Imagen: onelargeprawn.co.za
(CC) 2013 Radio Mundo Real 10 años