Argentina: El reemplazo de Mussi confirma el desprecio por el "Ambiente"
por Sergio Federovisky
La opaca, inexistente, antigua e ineficaz gestión de Juan José Mussi al frente de la Secretaría de Medio Ambiente llega a su fin. Hasta aquí la buena noticia: el ex intendente de Berazategui decidió asumir como diputado provincial. La mala noticia se inicia en el mismo momento en que se conoce la buena: el jefe de gabinete Jorge Milton “Coqui” Capitanich ha decidido designar al frente de la cartera ambiental a quien fuera hasta recién el ministro de Infraestructura de Chaco, Omar Judis, no solo un perfecto desconocido y desconocedor del tema, sino principalmente un cruzado del productivismo que añora con la expansión sine die de la frontera agropecuaria.
La primera lectura que se impone es la un balance que extiende la conclusión acerca de la política ambiental del kirchnerismo: considerando los parámetros modernos y actuales en materia de política ambiental, se puede decir que la de la década ganada ha sido la peor desde que se ha institucionalizado el tema en la Argentina. Atilio Savino con su obsesión por el enterramiento de la basura, Romina Picolotti con su soberbia e ignorancia, Homero Bibiloni con su conurbanismo a cuestas y la insólita idea del ambiente nac and pop, y finalmente Mussi, que tenía la misma definición de medio ambiente que los sanitaristas de comienzos del siglo XX. Está claro que Mussi no desentonó con esta noción de que la política ambiental no es un imperativo de la época que mejora la performance del Estado, sino una piedra en el zapato que, si se pudiera, se eliminaría. Así, el concepto más lúcido que vertió el saliente secretario fue el de mejorar los controles sobre la producción, una idea central sobre la política ambiental que ya en los setenta estaba caduca. La transversalidad disciplinaria, lo ambiental como motor de la actividad productiva de nuevo tipo, la integración de lo ambiental a la matriz energética como elemento constitutivo y no como dato testimonial, son cuestiones que para Mussi detonan la misma comprensión que el mandarín clásico. Ni siquiera allí donde se podía sentir más cómodo, en la orilla conurbana del Riachuelo, Mussi pudo avanzar en algo más que en cosmética. Tuvo una frase célebre que nadie le recordará demasiado por piedad y por no ser considerado interlocutor de fuste, cuando afirmó que el 9 de julio de 2016, en ocasión del doscientos aniversario de la Independencia, se constatará la limpieza del Riachuelo, sobre la base de que no habrá más emisiones industriales ni cloacales. Por suerte, no estará Mussi para confirmar lo que ya desde este preciso momento puede aseverarse: el fracaso rotundo de su pronóstico. Mussi, además, quedó envuelto, aunque disimulado por su insignificancia política, en el sistema de corrupción del juez federal Luis Armella, quien solo podía ejecutar la maniobra de otorgamiento de contratos sin licitar para sus parientes con la colaboración de la Autoridad de Cuenca Matanza-Riachuelo, presidida por Mussi y comandada por su yerno, Oscar Deina.
Queda claro que Mussi, como su sucesor Judis, integra la lista extensa –y sin excepciones- de no idóneos al frente de la Secretaría de Medio Ambiente. Así como en Salud se nombra a un médico, en Educación a un educador, en Obras Públicas a un ingeniero o en Planeamiento a un arquitecto, en Medio Ambiente se designa un favor político. Ahora será Capitanich el que cobre y al mismo tiempo pague ese favor.
Su elegido es el ministro de Infraestructura del Chaco, quien tiene algunos papeles flojos. Uno de ellos tiene que ver con denuncias acerca de duplicación de cargos o de un nombramiento espurio realizado por él mismo siendo ministro y a su favor en tanto histórico miembro de la empresa de energía de la provincia. Pero desde ya eso no es lo más grave. Lo más serio tiene relación con su desconocimiento de la temática ambiental o, lo que es peor, con cierta idea de extractivismo poco emparentada con la ecología.
Se sabe que hoy en la Argentina el principal problema ambiental es el avance de la frontera agropecuaria y la consiguiente pérdida de bosques nativos en manos de la soja. Chaco es exponente central de ese desastre, con una de las tres tasas de deforestación más altas del país.
Según cita la Red Forestal Chaco Argentina en un monitoreo sistemático acerca del ordenamiento territorial de bosques nativos determinado a partir de la ley de bosques, Judis no es justamente un garante de la aplicación de esa norma. Se le atribuye la siguiente frase, poco feliz en boca de quien va a conducir los destinos ambientales de la Nación: “El Chaco tiene una perspectiva extraordinaria de expandir la frontera agropecuaria y de aumentar considerablemente la producción de cereales y oleaginosas, incorporando nuevas prácticas de cultivos, tecnología y variedad genética”.
Pero además Judis participó activamente en un proyecto de instalación de una planta de producción de arrabio en la zona de Puerto Vilelas que solo se detuvo ante las protestas sistemáticas y contundentes de los ambientalistas de todo el país.
La planta de arrabio obtenía su combustible de la quema de especies maderables del Impenetrable, lo que se vinculaba directamente con la intención del gobierno chaqueño de abrir nuevas tierras arables para pasar, según el casi seguro futuro secretario de Medio Ambiente, “de 1.400.000 a dos millones de hectáreas sembradas en la provincia”. Esa proporción es imposible de conseguir sin devorarse los pocos relictos de bosque chaqueño que quedan en la provincia. La selección de no idóneos para conducir el área ambiental es una constante en la Argentina, desde la propia creación de la Secretaría hace ya más de veinte años, al influjo de la Cumbre de Río de 1992. Ya no es casualidad.
Fuente: medioymedio.com.ar Imagenes: losverdes.org.ar