El calentamiento y sus responsables

La investigadora del Conicet Inés Camilloni, doctora en Ciencias de la Atmósfera, advierte que para hacer frente al cambio climático es necesario una transformación cultural y alerta sobre los intereses en juego.

Por Pablo Esteban 

“Hacer frente al cambio climático implica una transformación cultural”, señala Inés Camilloni, que analiza las modificaciones de los fenómenos atmosféricos a partir de la comprensión de los aspectos sociales y éticos que se ponen en juego. En el ámbito internacional, los países firman consensos que nunca se respetan del todo; mientras que en el escenario local escasean las políticas públicas capaces de instrumentar transformaciones para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y delimitar los aumentos de las temperaturas.
Inés Camilloni es licenciada en Meteorología y doctora por la Universidad de Buenos Aires en el área de Ciencias de la Atmósfera. Además, es investigadora independiente de Conicet en el Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (CIMA) y docente de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Actualmente, dirige la Maestría en Ciencias Ambientales y es miembro del Comité Científico del Programa Interdisciplinario sobre Cambio Climático (Piubacc), unidades pertenecientes a la misma institución. Aquí, describe los efectos del calentamiento global respecto a siglos precedentes y pone sobre la mesa los intereses en juego que ingresan a escena toda vez que se discute sobre el desarrollo sustentable.
–¿Siempre hubo cambio climático?
–Sí, claro, el clima siempre cambió. Los climatólogos definimos al cambio climático como un proceso de variación significativa del clima durante un período largo (del orden de algunas décadas). La discusión, entonces, es en torno a establecer a cuánto tiempo nos referimos. Tras la Revolución Industrial, hacia finales del siglo XIX, los especialistas finalmente generaron instrumentos de medición fiables y comenzaron a evaluar las transformaciones que percibían.
–¿Cómo era el clima en tiempos de Revolución Industrial?
–No era muy distinto a lo que es ahora. Sin embargo, es significativo observar cómo se modificó todo el esquema a partir del uso intensivo de los combustibles fósiles. Antes hubo variaciones en el clima, durante el Holoceno –período que comprende los últimos 11 mil años– se modificó con oscilaciones de un grado por encima o por debajo del promedio.
–¿De qué manera analizan las variaciones en el clima?
–A partir de las observaciones y el examen de datos, que no solo comprenden a la temperatura sino también a todas las variables que describen a clima. Analizamos, por ejemplo, cómo la lluvia, la velocidad del viento, la nubosidad y la presión evolucionaron a través del tiempo y si efectivamente causaron una variación significativa (en términos estadísticos) digna de destacar. Utilizamos tecnologías provistas por la matemática que nos permiten demostrar cómo los promedios de las temperaturas del período 2000-2010 difieren en comparación a décadas precedentes.
–¿Por qué, todavía, se discuten los efectos de las acciones humanas en el cambio climático cuando hay evidencia científica suficiente como para poder comprobarlo?
–Hay intereses subyacentes. Existe una industria muy fuerte vinculada a la explotación de combustibles fósiles, a la que le conviene deslindar el uso intensivo del petróleo como responsable del cambio climático. Aunque esas voces sigan siendo minoritarias, al ocupar espacios de poder y ámbitos económicos importantes, tienen visibilidad. No obstante desde el punto de vista científico, no hay un solo investigador que exculpe al ser humano. Hoy la temperatura promedio de la Tierra se halla 1.1°C respecto al período industrial (1880-1900).
–Revisemos, entonces, los efectos del cambio climático.
–Con el aumento progresivo de la temperatura también se modifica todo el sistema de equilibrio presente. Solo con este cambio respecto a la época de la Revolución Industrial observamos las transformaciones en la características de los eventos extremos; la mayor recurrencia de las olas de calor; las lluvias muy intensas que producen inundaciones; las tendencias a la disminución progresiva en otras regiones que llevan procesos de sequía y desertificación; el derretimiento de hielos y glaciares; el incremento del dióxido de carbono en la atmósfera que ocasiona la acidificación de los océanos y conduce a los corales a una situación de riesgo de extinción. Las consecuencias son notables porque se quiebra una situación de equilibrio que perduró durante miles de años y en apenas un siglo, los humanos la trastrocamos de una manera muy vertiginosa y acelerada.
–¿Solo las actividades asociadas a la utilización de combustibles fósiles perjudican la estabilidad del ambiente?
–Aquellas actividades que involucran el empleo de combustibles fósiles (petróleo, gas natural y carbón) tienen una parte muy significativa, pero también los procesos de cambio en el uso del suelo. Cuando se reemplaza la cobertura natural por espacios construidos con cemento, hormigón, asfalto, o bien, cuando se reemplaza a los pastizales por producciones agrícolas también se modifica el sistema climático.
–En este sentido, ¿las políticas públicas vinculadas al cambio climático siempre deben ser globales o es posible hacer algo desde el propio Ministerio de Ambiente, por ejemplo?
–Es necesario marcar una diferencia en este punto. Existen objetivos globales a los que el país adhiere, por ejemplo, la delimitación de las emisiones de los gases de efecto invernadero que se consensuó en el Acuerdo de París (2015). Por otra parte, también hay respuestas locales que se pueden generar para minimizar los daños del cambio climático –”adaptación al cambio”– en los ámbitos regionales, nacionales y municipales.
–En este marco, ¿de qué manera es posible ser optimista? ¿Cómo pensar en las sociedades futuras siendo tan individualistas?
–No solo nos referimos a generaciones futuras sino que el impacto lo vivenciamos en nuestra propia generación. Se perciben los cambios en la escala del clima en las modificaciones que se producen en la propia vida. No hace falta que me cuenten que los inviernos en Buenos Aires son más templados de lo que solían ser hace 20 años. Por eso hay que pensar en las generaciones futuras pero sobre todo en las actuales. Hacer frente al cambio climático se vincula con modificar pautas asociadas a la producción y al consumo, es decir, incrementar el uso de energías renovables y limitar las prácticas sociales hiperconsumistas. Entonces, hay que ser optimista porque tenemos herramientas para hacer frente al problema pero en el contexto de una transformación cultural que excede, con seguridad, a una sola generación de habitantes.
–Ello pone en discusión aspectos éticos vinculados al cambio climático...
–Por supuesto. Hay sectores que se ven más perjudicados que otros porque presentan mayores rasgos de vulnerabilidad. Cuando se asumen compromisos como delimitar el aumento de temperatura, indefectiblemente se debe pensar en aquellos sitios más desfavorecidos. Casualmente, las naciones más perjudicadas por el cambio climático son las menos responsables. Por eso es que siempre que se debate acerca de estas temáticas, se deben discutir cuestiones como la equidad, la justicia, el crecimiento y el desarrollo sostenible. No solo se trata de una decisión de los políticos, también requiere de una iniciativa de transformación que compromete a toda la sociedad. Es necesario evaluar los riesgos que ocasionan el aumento de la temperatura, las condiciones de adaptabilidad, las estrategias que podemos desarrollar al respecto, saber quiénes pagarán los costos de adaptación. Son aspectos que se deben reconocer en un debate que nos debería incluir a todos los ciudadanos. 

poesteban@gmail.com - Fuente: Pagina 12

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