Los animales NO tienen ‘enemigos’ naturales
“Ninguno, incluyendo del primero al último, desde el más minúsculo zooplancton hasta la ballena azul, pasando por todas las especies, géneros, familias y ordenes de la zoología, no existe enemistad alguna entre los animales.”
Los animales no son humanos
Las personas suelen caer en un grave error que se denomina: antropomorfismo o humanización (ver: ¿Por qué se humaniza a los animales?). De ahí que, se les atribuyan cualidades y emociones que no les son propias, entre ellas la de la enemistad.
Un caso típico, del que se suele hablar a la ligera es el de los gatos. Se dice de ellos que sus principales enemigos son el perro y el ratón. Este concepto, además de erróneo es muy común y está generalizado en todas partes del mundo.
Falsa rivalidad
Los animales no son humanos
Las personas suelen caer en un grave error que se denomina: antropomorfismo o humanización (ver: ¿Por qué se humaniza a los animales?). De ahí que, se les atribuyan cualidades y emociones que no les son propias, entre ellas la de la enemistad.
Un caso típico, del que se suele hablar a la ligera es el de los gatos. Se dice de ellos que sus principales enemigos son el perro y el ratón. Este concepto, además de erróneo es muy común y está generalizado en todas partes del mundo.
Falsa rivalidad
El origen de la ‘disputa’ entre felinos y caninos es muy simple. Antes de ser domesticados, los lobos se comían a los gatos salvajes, por mera cuestión de tamaño y de instinto de supervivencia básico, es decir, que los gatos eran presas de los perros, así como los ratones lo eran de los primeros.
El ser humano vio en el lobo (Canis Lupus) características que lo llevaron a domesticarlo, como su fuerza, capacidad de trabajar en equipo, etc. y a lobo, esta relación le proporcionó alimento seguro y protección. Por evolución y adaptación surgió una nueva subespecie, llamada Canis lupus domesticus, ancestro común, de todas las razas de perros domésticos.
El caso del gato salvaje (Felis silvestris) fue diferente, puesto que fue él quien se acercó al ser humano, porque en sus almacenes había ratones y en sus hogares protección y comida. La diferencia es que, el nuevo felino (Felis silvestris catus) no perdió sus más ancestrales características: la independencia y el instinto de cazar.
Cuando hubieron de vivir bajo el techo del ser humano, se planteó una situación de competencia animal absolutamente instintiva, que no racional, por un lugar en el hogar, por la comida y por el territorio (que incluía espacios y personas).
Aun así, ambas especies aprendieron a convivir y es muy común tener perros y gatos que juegan, duermen e incluso comen juntos, lo que no debe llamar la atención, ya que es producto de la adaptación evolutiva de ambas especies.
Predadores y presas
En cuanto al tema de las presas, éstas pueden ser naturales o impuestas. Si el animal pertenece a un hábitat donde abundan determinadas especies, que le resultan fáciles de cazar, se especializará en ellas, no por enemistad, sino por instinto.
Un típico caso es el del Lince ibérico (Lynx pardinus), que solo come conejos; la merma en el número sus presas naturales, a causa de la caza, la ganadería intensiva y de enfermedades, como la mixomatosis o la neumonía vírica, es una de las causas, por las que dichos linces están en peligro de extinción. En cambio, se han dado infinidad de casos en los que, sobre todo por causa humana (deforestación, destrucción de los hábitats naturales, etc.) los animales han tenido que migrar a zonas nuevas, donde han aprendido a cazar y comer lo que hubiese disponible, muchas veces causando verdaderos estragos en poblaciones autóctonas, que no tenía predadores naturales.
El único y verdadero enemigo que tienen los animales es el ser humano, pero este concepto es válido, solo para quienes tiene capacidad de raciocinio. Para el resto de las especies, es (o debería ser) simplemente un ser tan poderoso como peligroso, del que habría que huir, tan solo con intuir su mera presencia, puesto que es el único animal capaz de matar por placer.
REDACCION/ECOTICIAS.COM
El ser humano vio en el lobo (Canis Lupus) características que lo llevaron a domesticarlo, como su fuerza, capacidad de trabajar en equipo, etc. y a lobo, esta relación le proporcionó alimento seguro y protección. Por evolución y adaptación surgió una nueva subespecie, llamada Canis lupus domesticus, ancestro común, de todas las razas de perros domésticos.
El caso del gato salvaje (Felis silvestris) fue diferente, puesto que fue él quien se acercó al ser humano, porque en sus almacenes había ratones y en sus hogares protección y comida. La diferencia es que, el nuevo felino (Felis silvestris catus) no perdió sus más ancestrales características: la independencia y el instinto de cazar.
Cuando hubieron de vivir bajo el techo del ser humano, se planteó una situación de competencia animal absolutamente instintiva, que no racional, por un lugar en el hogar, por la comida y por el territorio (que incluía espacios y personas).
Aun así, ambas especies aprendieron a convivir y es muy común tener perros y gatos que juegan, duermen e incluso comen juntos, lo que no debe llamar la atención, ya que es producto de la adaptación evolutiva de ambas especies.
Predadores y presas
En cuanto al tema de las presas, éstas pueden ser naturales o impuestas. Si el animal pertenece a un hábitat donde abundan determinadas especies, que le resultan fáciles de cazar, se especializará en ellas, no por enemistad, sino por instinto.
Un típico caso es el del Lince ibérico (Lynx pardinus), que solo come conejos; la merma en el número sus presas naturales, a causa de la caza, la ganadería intensiva y de enfermedades, como la mixomatosis o la neumonía vírica, es una de las causas, por las que dichos linces están en peligro de extinción. En cambio, se han dado infinidad de casos en los que, sobre todo por causa humana (deforestación, destrucción de los hábitats naturales, etc.) los animales han tenido que migrar a zonas nuevas, donde han aprendido a cazar y comer lo que hubiese disponible, muchas veces causando verdaderos estragos en poblaciones autóctonas, que no tenía predadores naturales.
El único y verdadero enemigo que tienen los animales es el ser humano, pero este concepto es válido, solo para quienes tiene capacidad de raciocinio. Para el resto de las especies, es (o debería ser) simplemente un ser tan poderoso como peligroso, del que habría que huir, tan solo con intuir su mera presencia, puesto que es el único animal capaz de matar por placer.
REDACCION/ECOTICIAS.COM