Bichos, humo, inundaciones: el año en que el cambio climático se hizo evidente en Nueva York
La ciudad de Nueva York dejó de ser clasificada como zona climática continental en 2020. Desde entonces, se considera una zona subtropical. Y sus habitantes, sobre todo los de bajos ingresos, sufren a menudo las consecuencias del calentamiento global.
Anna Oakes
Ha sido un año lleno de cambios, grandes y pequeños, en la ciudad de Nueva York (Estados Unidos). Los programas de compostaje se ampliaron… y luego se redujeron. La ciudad abrió nuevos refugios para personas migrantes, pero hace unas semanas se les dijo que sólo tenían 30 días antes de ser desahuciadas. Un robot policía empezó a patrullar en el andén del metro de Times Square. Se inauguraron las primeras tiendas legales de cannabis recreativo y también las primeras colas para entrar en ellas.
Nueva York recibe suficiente atención del mundo. A menudo, lo que aquí sucede puede anticipar lo que está por venir. Tomemos por ejemplo el clima. Esta metrópoli se conoce por tener veranos calurosos y bochornosos, e inviernos gélidos. Pero en los últimos años ha quedado claro que eso está cambiando poco a poco.
Debido a la subida de la temperatura media, Nueva York dejó de ser clasificada como zona climática continental en 2020 y pasó a ser considerada como zona subtropical. Según el climatólogo del Observatorio Terrestre Lamont-Doherty de la Universidad de Columbia Benjamin Cook, esa clasificación en sí no significa mucho. Pero Nueva York sigue siendo un punto de referencia útil: “Ciertamente, los climas están cambiando y ahora tenemos características muy diferentes a las de hace 50 o 100 años”, sostiene. La ciudad se ubica en una zona de transición de temperatura, donde incluso los cambios menores provocan impactos visibles, sobre todo en invierno. Tanto es así que los fenómenos climáticos que han azotado cada rincón de Nueva York han provocado consecuencias que incluso han sido evidentes para los más escépticos, que también las han sufrido.
Estaciones en desorden
Las nevadas en Nueva York generan una situación complicada. El manto blanco que cubre la ciudad amortigua todo el ruido durante unas horas, hasta que se derrite formando grandes charcos de aguanieve manchada de barro. Este año evitamos esa aguanieve, pero también la mismísima nieve. Nueva York registró sólo 5,8 centímetros de nieve el invierno pasado, casi 70 menos que el promedio anual. Además, llegó muy tarde, batiendo el récord de los últimos 150 años. Según Cook, la nieve puede servir como una especie de indicador de cambios mayores. En regiones como Nueva York, ahora «hace demasiado calor». Las temperaturas están por «encima del punto de congelación» y, por ello, las tormentas que habrían caído en forma de nieve hace 50 años hoy se quedan «en lluvia o cellisca», añade.
Los cambios también tuvieron otros impactos más visibles e inquietantes. Los narcisos florecieron en enero. Los mosquitos llegaron en febrero, desaparecieron y luego resurgieron. Un período demasiado cálido, seguido de una helada, arrasó en mayo los manzanos del norte del estado. Cook dice que este tipo de eventos en la naturaleza contribuyen a percibir el cambio de estaciones: “Las plantas están respondiendo a estas temperaturas más cálidas y están comenzando a estar activas mucho antes de lo que solían hacerlo. En este caso, no se trata de retrasar el inicio de la primavera, sino de acelerarlo”. Cuando las plantas que responden a una falsa primavera florecen demasiado temprano en la temporada son especialmente susceptibles a las heladas más adelante.
Insectos invasores
Desde 2020, Nueva York experimenta cada primavera un frenesí asesino contra un residente de colores brillantes: la mosca linterna manchada. Estas moscas, originarias del sudeste asiático, han avanzado rápidamente por el noreste gracias a los inviernos menos intensos y temporadas de cultivo más largas. Cuando los insectos llegaron por primera vez, las agencias medioambientales advirtieron sobre la destrucción masiva de los cultivos, y pidieron a los residentes matarlos siempre que pudieran. «¡Mátalo! Aplástalo… simplemente elimínalo», recomendó el Departamento de Agricultura de Pensilvania. Pisa o aplasta a los insectos, sugirió el Departamento de Conservación Ambiental de Nueva York. Los residentes reaccionaron con fervor, y todavía es común ver a alguien pisoteando responsablemente una calle especialmente infestada.
Sin embargo, a pesar de la matanza anual, las moscas linterna persisten. Además, las llamadas a la eliminación masiva de plantas (y la eficacia de las medidas de pisoteo) parecen algo exageradas. Este 2023, según la aplicación iNaturalist, hubo aproximadamente el doble de avistamientos que el año anterior, probablemente debido a las estaciones más cálidas. Los insectos también han dejado su huella en la cultura, inspirando a comedietas, disfraces de Halloween y memes.
Incendios y humo
Una cosa es ser consciente de la destrucción que provocan los incendios forestales a cientos de kilómetros de distancia; otra cosa es experimentarlos. Este verano y otoño, el humo de los fuegos en Canadá cubrió la ciudad de Nueva York con una neblina amarilla. Los gobiernos estatales y locales emitieron advertencias sobre la calidad del aire, los hospitales se prepararon para una gran afluencia de pacientes y se recomendó a las personas más vulnerables permanecer en casa. Para quienes se aventuraban a salir, el olor a madera quemada era llamativo y, tras pasar unos minutos en la calle, tenían picor en los ojos.
Según el profesor de ciencias de la salud ambiental en la City University de Nueva York Ilias Kavouras, el cambio climático explica, en parte, la gravedad de los incendios forestales y la capacidad del humo de extenderse por el continente. Con un clima más cálido y seco en Canadá, puede suceder que los árboles sean más susceptibles a la quema. Las fluctuaciones de temperatura en la atmósfera afectan al movimiento del aire y pueden explicar en cierta medida que el humo viaje cientos de kilómetros. La exposición a niveles más altos de ozono, por los incendios, puede provocar impactos drásticos en la salud humana, especialmente en niñas y niños: «Ello conlleva daños y reestructuraciones pulmonares importantes, lo cual conduce a enfermedades respiratorias crónicas como el asma».
Aunque todos los residentes de la ciudad están expuestos a niveles similares de humo, las personas más afectadas son aquellas con problemas de salud preexistentes, como el asma. Y, en Nueva York, son los habitantes de bajos ingresos quienes padecen peores condiciones de salud de manera desproporcionada. En el Bronx, un distrito mayoritariamente de clase trabajadora y marginalizada, el tráfico automovilístico y la contaminación del aire han provocado peores resultados de salud comparados con el resto de la ciudad. En este contexto, el humo afecta de manera desigual a la población. La causa de las diferencias puede llamarse falta de justicia ambiental, racismo, condiciones preexistentes o diferencias estructurales entre comunidades, según Kavouras.
Inundaciones
Septiembre de 2023 fue el mes más lluvioso en la ciudad de Nueva York en más de 150 años. El 29 de septiembre, lo que se esperaba que fuera una lluvia ligera acabó en inundaciones repentinas en toda la ciudad. Las calles colapsaron, se cerraron tramos del metro y gran parte de la ciudad quedó paralizada. En muchos edificios, ver varios centímetros de agua en los sótanos se hizo habitual.
Klaus Jacob, geofísico y experto en clima del Observatorio Terrestre Lamont-Doherty de la Universidad de Columbia, conecta las inundaciones por la lluvia con el cambio climático: “Una atmósfera más cálida puede retener más humedad y también provoca una mayor evaporación de los océanos en una secuencia relativamente rápida. Muchas tormentas se intensifican en períodos de tiempo muy cortos. Y, una vez que la atmósfera está cargada con toda esa humedad y llega a una región ligeramente más fría, llueve a cántaros, como decimos aquí”.
A cántaros, efectivamente. La envejecida infraestructura de la ciudad puede soportar un volumen de agua de hasta cinco centímetros de altura. Si la precipitación supera esa cantidad, la escorrentía sobrecargará las alcantarillas. Eso significa que las inundaciones en las calles, los sótanos y el metro se convertirán en una mezcla de lluvia, aguas residuales comerciales e industriales y escorrentía callejera. “Cuando eso suceda y el sistema se sobrecargue», dice Jacob, «la ciudad tendrá que verter aguas residuales sin tratar en nuestras vías fluviales adyacentes«, directamente a los ríos naturales de la ciudad. Además, con la subida del nivel del mar es probable que las inundaciones aumenten en frecuencia e intensidad, especialmente por los numerosos barrios bajos de Nueva York.
Las últimas inundaciones causaron una muerte. En ocasiones anteriores, el balance ha sido aún más trágico. El huracán Ida en 2021 se cobró al vida de más de 50 personas por toda la región. Muchas de ellas se ahogaron en sótanos de apartamentos ilegales mientras las aguas los atrapaban en su interior. De nuevo, las consecuencias de los fenómenos extremos se agravan para las personas más empobrecidas y para aquellas que no tienen acceso a una Internet confiable, lo que significa que quedan excluidas de los sistemas de alerta temprana. «Lo que pasó», recuerda Jacob, “fue que la inundación de la calle aumentó muy rápidamente, [el agua] bajó hasta las puertas y ventanas de los sótanos, y no podían abrirlas porque la presión del agua era muy grande. Tan grande que simplemente quedaron atrapados dentro”.
A la espera de qué eventos climáticos se sufrirán en la próxima temporada, en Nueva York y en ciudades de todo el mundo se vuelve aún más necesario prevenir, o al menos mitigar, los efectos más dañinos de la crisis climática. Y, por si queda alguna duda, Cook lo deja claro: «Efectivamente, el 100% del calentamiento a largo plazo que estamos viendo se debe en su totalidad a actividades antropogénicas, principalmente la quema de combustibles fósiles, que están aumentando la magnitud de los gases de efecto invernadero».
Fuente: https://www.climatica.lamarea.com/inundaciones-clima-nueva-york/