Cómo la eco-normalización árabe de Israel encubre sus crímenes
La imagen de «pionero de la tecnología verde» ayuda a Israel a maquillar de verde su ocupación y su apartheid en Palestina: Mientras los líderes mundiales se reunían en Dubái para la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP28), al presidente israelí Isaac Herzog y a una delegación de dos docenas de funcionarios israelíes se les permitió unirse a ellos. Y ello a pesar de que Israel no sólo está cometiendo un genocidio en Gaza, sino también un ecocidio de proporciones devastadoras. La COP28 es otro escenario más que Israel ha utilizado para lavar su imagen y consolidar su normalización con los Estados árabes. De hecho, Herzog se reunió con varios dirigentes árabes que han optado por normalizar sus relaciones con Israel y han emprendido «iniciativas verdes» conjuntas con empresas israelíes.
Manal Shqair/ Hamza Hamouchene / Hafawa Rabhi (*)
Los denominados proyectos de colaboración respetuosos con el medio ambiente entre Israel y los Estados árabes constituyen una forma de normalización ecológica: el uso del «ecologismo» para maquillar de verde y normalizar la opresión y la injusticia medioambiental israelíes. Esto extiende de hecho el colonialismo verde israelí -que lleva décadas devastando Palestina– al resto del mundo árabe. Resistirlo debe formar parte de la solidaridad y en apoyo de la causa palestina.
Apartheid del agua1
Un ejemplo destacado de eco-normalización es un acuerdo israelí-jordano respaldado por Emiratos Árabes Unidos (EAU) para intercambiar agua desalinizada por energía.
En noviembre de 2021, Jordania, Israel y los EAU firmaron una declaración de intenciones para el Proyecto Verde y el Proyecto Azul, conocidos conjuntamente como Proyecto Prosperidad. En él se preveía la construcción de una central solar de 600 MW por parte de Masdar, empresa estatal de energías renovables de EAU, en territorio jordano para vender electricidad a Israel y la ampliación de un programa israelí de desalinización de agua para exportar 200 millones de metros cúbicos de agua a Jordania.
Los tres países tenían la intención de anunciar un acuerdo concreto sobre la ejecución de los proyectos en la COP28 de EAU, pero antes del comienzo de la conferencia, el ministro jordano de Asuntos Exteriores, Ayman Safadi, dijo que su país no firmaría nada debido a la guerra en Gaza. Sin embargo, no ha habido ningún anuncio oficial sobre la rescisión total del acuerdo.
Aunque el futuro del proyecto es incierto en estos momentos, ha contribuido a la normalización ecológica de Israel. Ha ayudado a sostener una imagen del país como pionero de la tecnología verde que «ayuda» a sus vecinos «subdesarrollados» que sufren las consecuencias del cambio climático.
El proyecto encubre de hecho la responsabilidad de Israel en la escasez de agua en Jordania. Israel ha esquilmado los recursos hídricos de su vecino usurpando el control del río Jordán y restringiendo el acceso a los recursos del río Yarmouk. Controla el doble de la cuota de agua que le correspondería en virtud de la Convención de la ONU sobre los cursos de agua de 1997 y se niega a respetar los acuerdos de reparto anteriores.
Mekorot, la compañía nacional de aguas israelí, ha desempeñado un papel destacado en privar a Jordania de su justa cuota de agua. Ha desviado agua del río Jordán a comunidades israelíes, incluidas las del desierto de Naqab, lo que afecta directamente a la disponibilidad de agua para Jordania.
También ha creado una red de suministro de agua para los asentamientos ilegales israelíes en Cisjordania ocupada, privando a la población palestina nativa de un acceso adecuado a los recursos hídricos e imponiéndoles de hecho un apartheid del agua. Esto ha sido posible gracias a la ocupación militar israelí y a su Orden Militar 158 de 1967, que declara que Israel tiene pleno control sobre todos los recursos hídricos de los territorios ocupados y que no se puede explotar ninguno sin su permiso, que, por supuesto, las personas palestinas casi nunca reciben.
A pesar del papel protagonista que está desempeñando al empujar a Jordania y a Cisjordania ocupada hacia la escasez de agua, Mekorot ha sido promocionada internacionalmente como «pionera» en la tecnología de desalinización del agua. Su participación en proyectos hídricos, especialmente en el Sur Global, ha contribuido a los esfuerzos de lavado verde de Israel.
Sin duda, estos esfuerzos continuarán incluso cuando Israel desencadene lo que ya se perfila como una catástrofe hídrica en Gaza.
Incluso antes de la brutal guerra en curso, la Franja de Gaza se enfrentaba a una grave crisis hídrica. Se calculaba que el 96% del agua de su acuífero estaba contaminada y no era apta para el consumo humano. Esto se debía en gran medida a que el asedio impuesto por Israel a la Franja en 2007 había impedido una gestión y un tratamiento adecuados del agua y las aguas residuales.
Desde mediados de octubre, incluso las pocas instalaciones de aguas residuales y desalinización existentes han quedado inoperativas, ya que Israel ha cortado el suministro de electricidad y combustible. Además, los bombardeos israelíes han tenido como objetivo las tuberías de agua y las alcantarillas de toda Gaza.
Los expertos en salud pública han expresado su preocupación por el inminente brote de enfermedades infecciosas, incluidas las transmitidas por el agua, como el cólera y la fiebre tifoidea. El plan de Israel de inundar los túneles bajo Gaza con agua de mar puede provocar una mayor contaminación de las aguas subterráneas y del suelo, lo que daría lugar a un desastre medioambiental y humano relacionado con el agua.
Colonialismo de energía verde
La eco-normalización de Israel también se ha extendido al sector energético.
Unos meses antes de la COP27, en agosto de 2022, dos empresas israelíes, Enlight Renewable Energy (ENLT) y NewMed Energy, firmaron un memorando de entendimiento para desarrollar proyectos de energías renovables en Jordania, Marruecos, EAU, Egipto y Bahréin, así como en Arabia Saudí y Omán, que no han normalizado oficialmente sus relaciones con Israel.
Sus planes incluyen el desarrollo, la construcción y la explotación de centrales eólicas y solares y el almacenamiento de energía. Estos proyectos, por supuesto, refuerzan la imagen de Israel como centro neurálgico de tecnologías creativas de energías renovables y contribuyen a maquillar de verde su imagen.
Tanto Enlight como NewMed han participado en proyectos que refuerzan la ocupación y el apartheid israelíes. Enlight tiene dos proyectos de parques eólicos en los ocupados y anexionados Altos del Golán y está desarrollando otro proyecto de energía eólica en el norte del desierto de Naqab y el sur de la Cisjordania ocupada, en asociación con varios asentamientos ilegales israelíes.
NewMed es una filial del grupo Delek, que ha participado en proyectos de prospección de gas en zonas marítimas disputadas, cerca de aguas palestinas y libanesas. También posee una cadena de gasolineras en asentamientos israelíes ilegales de Cisjordania y los Altos del Golán ocupados y suministra combustible a las fuerzas de ocupación israelíes.
Por supuesto, las poblaciones palestinas y sirias nativas de estos territorios ocupados no se benefician de los proyectos energéticos israelíes y se les niega de hecho la soberanía sobre sus recursos energéticos.
Los palestinos que habitan la Zona C no tienen acceso a la red eléctrica de la zona, que ha sido desarrollada por Israel para dar servicio a los asentamientos ilegales israelíes. Las autoridades israelíes también se niegan a concederles permisos para instalar paneles solares, que podrían proporcionarles una fuente alternativa de energía.
En Gaza, antes de la guerra, las personas palestinas vivían con apenas unas horas de electricidad al día debido al asedio israelí. Como parte del bloqueo total impuesto a la Franja de Gaza desde el 7 de octubre, Israel ha cortado totalmente la electricidad que llega a Gaza y ha puesto en el punto de mira fuentes alternativas de energía como los paneles solares. Incluso los sistemas de paneles solares que funcionan en hospitales como Al Shifa han sido bombardeados.
La explotación israelí de los recursos palestinos en detrimento del pueblo palestino enmascarada en forma de «proyectos verdes» es una ilustración perfecta del colonialismo energético.
El colonialismo energético se refiere al saqueo y la explotación por parte de empresas y Estados de los recursos y la tierra de países y comunidades empobrecidos para generar energía para su propio uso y beneficio.
Como hemos argumentado en nuestro libro «Dismantling Green Colonialism: Energy and Climate Justice in the Arab Region» (Desmantelando el colonialismo verde: Energía y justicia climática en la región árabe), el colonialismo de las energías renovables es una extensión de las relaciones coloniales de saqueo y desposesión.
En efecto, mantiene las mismas estructuras políticas, económicas y sociales que han generado desigualdad, empobrecimiento y desposesión en lugares que antes estaban y siguen estando colonizados, y traslada los efectos negativos de la producción de energía -incluida la contaminación- a estas comunidades ya marginadas.
Resistencia a la normalización ecológica y al colonialismo
La eco-normalización permite a Israel posicionarse en los sectores de la energía y el agua a escala regional y mundial como líder en innovación y tecnologías verdes, reforzando así su poder político y diplomático.
Con el agravamiento de las crisis climática y energética, es probable que utilice la creciente dependencia de otros países de su tecnología y de sus recursos energéticos e hídricos como una herramienta más para marginar y dejar de lado la lucha palestina.
Por lo tanto, existe una conexión permanente entre el lavado verde israelí, que se refuerza a través de la eco-normalización, y la consolidación del apartheid y el colonialismo de colonos en Palestina y los Altos del Golán.
El oscuro túnel que es la vida del pueblo palestino bajo la opresión israelí es cada vez más oscuro. Sin embargo, puede verse un atisbo de luz que ilumina el largo camino del pueblo palestino hacia la liberación: esa luz es la creciente resistencia del pueblo palestino, que se niega a ser aislado, deshumanizado y obliterado.
La lucha por derrocar la opresiva ocupación israelí y el régimen de apartheid también forma parte de la lucha más amplia por la autodeterminación y la emancipación de los pueblos desposeídos y marginados de todo el mundo. Los intentos coloniales de aislar aún más a Palestina del resto del mundo árabe mediante la normalización ecológica pueden verse frustrados por el poder colectivo de los árabes y otros pueblos.
Para ello, los movimientos sociales, los grupos ecologistas, los sindicatos, las asociaciones estudiantiles y las organizaciones de la sociedad civil de la región árabe y de fuera de ella deben intensificar sus protestas contra sus gobiernos hasta que pongan fin a sus lazos de normalización con Israel. Los movimientos de base internacionales deben aumentar su apoyo al boicot, la desinversión y las sanciones contra Israel y arrojar más luz sobre el papel que desempeñan las empresas israelíes de «tecnología verde» en la colonización de Palestina.
NOTAS
1Ver mismo uso del agua en otras partes de la región, Proximo Oriente, como el caso de Kurdistán: «Uso bélico del agua por Turquía» o «El uso bélico del embalse de Ilisu»
(*)Manal Shqair: Activista climática e investigadora palestina. Actualmente cursa un doctorado en sociología en la Universidad Queen Margaret de Escocia, donde también imparte cursos de licenciatura. Su investigación examina el papel de las mujeres palestinas seminómadas de Masafer Yatta en la resistencia a la desposesión colonial de los colonos israelíes.
Hamza Hamouchene: investigador y activista argelino afincado en Londres. Actualmente es Coordinador del Programa para África del Norte en el Transnational Institute (TNI).
Hafawa Rabhi: periodista tunecino independiente centrado en cuestiones medioambientales.
Fuente: https://aplaneta.org/2023/12/19/como-la-eco-normalizacion-arabe-de-israel-encubre-sus-crimenes/ - Imagen de portada: Foto principal: Declaración pro-Palestina de las organizaciones sociales en la COP28 de Dubai.