El lugar más contaminado de Estados Unidos
El lugar más contaminado de Estados Unidos -quizás del mundo- es uno que la mayoría de la gente ni siquiera conoce: El emplazamiento nuclear de Hanford se encuentra en las llanas tierras del este de Washington. Esta instalación, una de las tres que formaron parte del Proyecto Manhattan, produjo plutonio para Fat Man, la bomba atómica lanzada sobre Nagasaki durante la Segunda Guerra Mundial. Y siguió produciendo plutonio para armas durante décadas después de la guerra, contribuyendo a alimentar la carrera armamentística nuclear de la Guerra Fría.
Tara Lohan
The Revelator
En la actualidad, Hanford, que alberga 56 millones de galones de residuos nucleares, tanques de almacenamiento con fugas y suelos contaminados, es un desastre medioambiental y una catástrofe en ciernes. Es “el proyecto de recuperación medioambiental más costoso que jamás se haya visto en el mundo y, posiblemente, el lugar más contaminado de todo el planeta”, escribe el periodista Joshua Frank en el nuevo libro Atomic Days: The Untold Story of the Most Toxic Place in America. También está envuelto en el secreto.
Frank se ha esforzado por cambiar esta situación, empezando por una serie de investigaciones publicadas en el Seattle Weekly hace una década. Su libro Días atómicos ofrece un panorama aún más completo de las amenazas ecológicas que plantea Hanford y su fallida rehabilitación. The Revelator habló con él sobre las consecuencias medioambientales, la chapuza de la operación de limpieza y lo que viene después.
¿Por qué se conoce tan poco el lugar más contaminado del país?
Tenemos que entender de qué nació, que fue el Proyecto Manhattan. Se eligieron tres lugares -Los Álamos [N.M.], Oak Ridge [Tennessee] y Hanford- para construir el programa nuclear.
Hanford fue elegido para producir plutonio y funcionó durante cuatro décadas, desde la Segunda Guerra Mundial hasta la Guerra Fría, a finales de los años ochenta. Durante décadas, la gente que vivía en Hanford y en sus alrededores no sabía lo que realmente ocurría allí. Era una operación militar encubierta. Incluso ahora, sigue funcionando como una operación encubierta debido a los peligros que entraña un posible ataque a uno de los depósitos de residuos nucleares.
No fue hasta los años 80 cuando empezamos a saber más sobre muchas de las cosas que habían ocurrido durante su funcionamiento en cuanto a fugas, casi accidentes, emisiones intencionadas de material radiactivo para probar patrones de viento o posibles armas biológicas.
A día de hoy, muchas cosas siguen ocultas. El gobierno sigue sin dejarnos comprender la totalidad de lo que el proyecto Hanford ha supuesto para el Noroeste.
¿Cuáles son los peligros medioambientales conocidos?
Hay 177 tanques subterráneos que contienen 56 millones de galones de residuos nucleares.
Sabemos que 67 de esos tanques se filtraron en el pasado a las aguas subterráneas que alimentan el río Columbia. Sabemos que durante su funcionamiento en los años 50 y 60 el gobierno controlaba el agua del río Columbia, e incluso en la desembocadura del Columbia encontraban peces radiactivos. Así que sabemos que ha habido fugas que han llegado al río.
En la actualidad, sabemos que hay dos tanques con fugas. El Departamento de Ecología de Washington y el Departamento de Energía de Estados Unidos conocen estas fugas, pero no pueden hacer nada al respecto porque no hay otro lugar seguro para depositar los residuos.
Su respuesta en estos momentos es colocar lonas sobre los tanques para que cuando llueva la radiactividad no llegue a las aguas subterráneas.
Durante su funcionamiento, también se vertieron al suelo cientos de miles de millones de galones de productos químicos y otros residuos radiactivos.
También existe la posibilidad de que se produzca una explosión en uno de estos tanques. Uno de los denunciantes con los que hablé, Donald Alexander, es un científico jubilado del Departamento de Energía que trabajó en Hanford durante mucho tiempo. Lo que más le preocupaba era que se produjera una explosión de hidrógeno, es decir, que la presión acumulada en los tanques liberara radiactividad por todo el Noroeste.
Un accidente similar ocurrió en una instalación soviética llamada Mayak en 1957. Los soviéticos no hicieron público lo sucedido porque se trataba de una planta secreta de producción de plutonio.
La CIA se enteró unos años después. Pero para entonces el daño ya estaba hecho. Cientos de kilómetros cuadrados fueron destruidos y las comunidades quedaron totalmente arrasadas. Los efectos a largo plazo siguen sintiéndose allí porque la radiación dura milenios.
Donald Alexander formó parte de la delegación que fue allí y observó los impactos y los daños que se produjeron. Volvió muy preocupado por la posibilidad de que ocurriera algo similar en Hanford.
Le preocupa que cuanto más tiempo permanezcan los residuos en los tanques de almacenamiento, más aumentará el riesgo.
¿Cómo ha sido el proceso de limpieza?
Lo más importante ahora mismo es intentar vitrificar todos estos residuos, es decir, convertirlos en vidrio para poder almacenarlos de forma segura y permanente. El gobierno pensó que podría hacerse en cuatro años, pero de eso hace ya 30 años.
Yo diría que, en lo que se refiere a la vitrificación, no se ha avanzado casi nada. Hasta ahora, hemos gastado 40.000 millones de dólares para construir una enorme instalación que ni siquiera funciona todavía. Un par de denunciantes con los que he hablado me han dicho que no creen que funcione nunca.
Espero que se equivoquen, pero de momento parece que tienen razón.
Bechtel es el gran contratista de esta “planta vit”, como ellos la llaman. Pero tienen un historial realmente malo y son bien conocidos por cosechar los despojos de las empresas militares estadounidenses en todo el mundo.
En octubre se puso en marcha una instalación de prueba que iba a realizar un ciclo de vitrificación de residuos radiactivos de baja actividad. Hicieron un corte de cinta para esta gran máquina que funcionó durante una semana, se sobrecalentó y tuvieron que cerrarla.
Así que ni siquiera su prueba de vitrificación funcionó.
Bechtel es una empresa privada y estamos gastando miles de millones de dólares pagando a esta empresa para que no haga el trabajo. Es un gran desastre.
¿Están preocupadas las personas que viven cerca?
Richland es la ciudad más cercana a Hanford, y es básicamente una ciudad gubernamental, siempre lo ha sido. Richland nació del Proyecto Manhattan. Antes estaba llena de ingenieros y físicos nucleares [que ayudaban a construir armas], y ahora está llena de ingenieros y físicos nucleares que trabajan en la limpieza.
Es interesante ir a Richland porque todavía celebran la era atómica. No se habla de lo contaminado que está el lugar, ni se menciona lo que la bomba hizo a los japoneses.
Pero también hay otras comunidades cercanas que se han implicado a fondo para intentar remediar el lugar. La Nación Yakama ha sido muy activa, así como otras organizaciones, como Columbia Riverkeeper en Hood River y Hanford Challenge en Seattle.
¿Qué podría ayudar? ¿Hay cargos electos u otras personas que vigilen este asunto?
En lo que respecta a los cargos electos de ambos lados del pasillo, están de acuerdo en que tenemos que mantener el flujo de dinero para la limpieza, pero no piden más responsabilidad.
En cuanto a los organismos, yo diría que el Departamento de Ecología de Washington es con diferencia el más implicado y se muestra muy crítico con la operación, pero no es más que un organismo estatal. No tienen mucho poder.
El Departamento de Energía, me han dicho una y otra vez, carece por completo de personal y de fondos. No tienen ni el personal ni los conocimientos necesarios para gestionar [la limpieza de Hanford], lo cual es realmente aterrador.
Yo diría que va a hacer falta más ingenio y más experiencia para limpiarla que para desarrollar la bomba en primer lugar. Creo que deberíamos poner a nuestra mejor gente a trabajar en esto. Creo que, en última instancia, en un mundo perfecto, no tendríamos que subcontratar estas cosas. El gobierno no es capaz de hacerlo por sí mismo, pero sí de supervisarlo adecuadamente. Me gustaría ver más responsabilidad.
Me gustaría ver algunas audiencias en el Congreso. A un nivel muy básico, creo que todo el mundo puede ponerse en contacto con su congresista y preguntarle si está al corriente y cuál es su postura.
¿Ha cambiado su opinión sobre la energía nuclear al escribir este libro?
Empecé el libro siendo un crítico de la energía nuclear, pero cuando lo terminé, era mucho más que un crítico. El gran problema en relación con el proyecto de Hanford son los residuos nucleares. Y lo mismo ocurre con la energía nuclear. En un reactor nuclear va a haber plutonio y otros subproductos del proceso. El plutonio, por ejemplo, dura 250.000 años. Todos los reactores nucleares lo producen. Y no sabemos dónde ponerlo.
La energía nuclear también es muy cara. Su implantación es muy lenta. Así que en lo que respecta al cambio climático, simplemente no va a suceder lo suficientemente rápido. Además, existe el mito de que es neutra en carbono. Y no lo es. El uranio, que forma parte integral del proceso nuclear, se extrae del mineral de uranio, que es muy intensivo en carbono.
Hay muchas razones para oponerse a la energía nuclear. Pero los residuos nucleares, para mí, es la que realmente sobresale.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/desconexion-nuclear/lugar-contaminado-estados-unidos - Artículo publicado originalmente en The Revelator. - Traducción de Raúl Sánchez Saura.