Vida artificial con fines de lucro
Silvia Ribeiro
La Jornada
El pasado 20 de mayo, el controvertido científico Craig Venter anunció que el Instituto Venter y su empresa Synthetic Genomics Inc habían construido en laboratorio el primer genoma completo totalmente artificial, con capacidad de autorreplicación. Insertaron este genoma artificial en una bacteria a la que habían previamente despojado de su material genético y lograron que el genoma sintético intruso comandara la bacteria, replicándose.
Son muchos los temas y problemas que plantea construir y liberar vida artificial, desde éticos a bélicos —por su alto potencial como armas biológicas— así como por los graves impactos ambientales y económicos que tendría.
Sin embargo, con la arrogancia que lo caracteriza, Venter anunció el hecho como si fuera un estreno de Hollywood, encomiando sus logros y desestimando los riesgos de esta nueva forma de manipulación de la vida. Según él, la construcción de vida artificial será la solución para problemas energéticos, climáticos, ambientales, alimentarios y de salud. Todo en función del lucro que pueda conseguir con ello, por lo que ha patentado todo el proceso y para que nadie pueda usar o copiar su invento, introdujo en el genoma artificial secuencias genéticas que identifican su propiedad.
Un macabro ejemplo que muestra el tipo de “solución” al que se refiere Venter, es la colaboración de Synthetic Genomics, la empresa de la cual es cofundador (con capitales y participación de los mexicanos Alfonso Romo y Juan Enríquez), con empresas que están entre las más sucias del planeta: las petroleras Exxon y BP. Buscan desarrollar combustibles a partir de su producción con microbios construidos artificialmente y basados en algas transgénicas y microalgas con genoma artificial. Implicaría la liberación masiva de vida artificial en miles de kilómetros del mar, con impactos potenciales mucho más allá de lo que nadie pueda predecir, ya que nunca ha habido vida artificial en interacción con el medio ambiente y otros organismos vivos.
Con el reciente megaderrame de petróleo en el Golfo de México, BP ha demostrado fehacientemente al mundo que en función de ahorrarse dinero en medidas de seguridad, no duda en poner en riesgo enormes áreas naturales y ecosistemas, la vida de millones de seres vivos y las formas de vida y sustento de cientos de miles de personas. Imagine usted lo que puede surgir de la colaboración entre los entusiastas de la manipulación y privatización de la vida y de la ciencia con las empresas más contaminantes e irresponsables del planeta.
Aunque otros científicos cuestionan, con razón, que ésta sea creación de “vida” artificial, ya que en realidad Venter introdujo un genoma en una bacteria preexistente, ello no disminuye los riesgos que significa este engendro. El objetivo de Venter es crear un genoma “mínimo” que se pueda construir artificialmente para usarlo como una plataforma, un “chasis” al que agregarle diferentes genes según la función que se busque. Por eso afirma que se podría usar en tantos campos: dependería de los genes que se les agregue.
Para buscar esos genes, Venter se ha dedicado a biopiratear sitios megadiversos del mundo (incluyendo México, Ecuador, El Salvador y otros de América Latina y el mundo). Cuenta ahora con una enorme colección de genes con características extremas para sus fines comerciales. Mientras los colectaba aseguró que eran para investigación “sin fines de lucro”. Poco después declaró que si lograba construir un microbio artificial para producir combustibles, valdría “billones de dólares” y “sin duda patentaría todo el proceso”.
Lo que Venter y otros que trabajan en biología sintética no nombran, es que si funcionan, necesitarán alguna fuente de carbohidratos para alimentar esos microbios artificiales y producir lo que avizoran. Eso significará un ataque masivo con nuevas fronteras de explotación y comercialización de la “biomasa” del planeta, de los cultivos y bosques existentes y/o nuevos acaparamientos de tierra para sembrar interminables monocultivos para procesar con microbios artificiales. Esto acarreará más impactos ambientales y sociales, con desplazamientos de campesinos, indígenas y otros habitantes en esas tierras. En lugar de buscar el petróleo bajo tierra, que es biomasa procesada en millones de años, ahora quieren convertir en hidrocarburos y polímeros la biomasa sobre la tierra (y el mar), existente o por sembrar.
Cada vez hay más evidencias científicas de que el funcionamiento de los genes y su relación dentro de los organismos y con el medio son mucho más complejas de lo que se creía. La construcción de vida artificial en laboratorio puede “funcionar”, pero no hay duda de que violenta los largos procesos coevolutivos naturales de los organismos y el ambiente, con impactos impredecibles sobre ellos.
Por éstas y otras razones, el cuerpo científico técnico del Convenio de Diversidad Biológica de Naciones Unidas acordó en Nairobi, al día siguiente del anuncio de Venter, enviar una recomendación de moratoria a la liberación de organismos vivos artificiales a la próxima sesión del Convenio. Es apenas un comienzo, que marca la urgencia de un amplio debate social para impedir que empresas y científicos ávidos de lucro sigan actuando en la impunidad.
Silvia Ribeiro es Investigadora del Grupo ETC
http://www.jornada.unam.mx/2010/06/05/index.php?section=opinion&article=025a1eco