Argentina - Agroquímicos en Santa Fé




Los argumentos vergonzantes del Gobernador Binner
 

El domingo 6 de junio, el suplemento Rosario 12 del matutino Página 12, publicó la nota Hay que usarlo como dice la norma, de José Maggi, con algunas respuestas del Gobernador Hermes Binner sobre el uso de los agroquímicos en la Provincia.
Pareciera ser que es la manera que tiene el gobernador de responderle a las organizaciones de la sociedad civil que desde hace un mes le están pidiendo una audiencia para entregarle un petitorio con el respaldo de 12.000 firmas (sí, doce mil firmas). El objetivo es que se extienda al resto del territorio provincial el fallo de la Sala 2da. de la Cámara Civil y Comercial de Santa Fe, de diciembre de 2009, que confirmó la suspensión de las fumigaciones por seis meses a una distancia del límite de los ejidos urbanos de 800 mts. para aspersiones terrestres y 1500 mts. para aspersiones aéreas en el barrio Urquiza de la localidad de San Jorge.
Y el gobernador Binner no acepta recibirlos.

Dice el gobernador en la nota (entre comillas):

• "…tenemos buenas leyes y muchas dificultades para hacerlas cumplir…” 

Una ley que no se cumple o no es una buena ley, o no tiene los mecanismos de fiscalización y control necesarios para hacerla cumplir. Y esos mecanismos dependen del ejecutivo, en este caso, del Gobernador Binner. Es decir o no tenemos buenas leyes que regulen el uso de los agroquímicos, o el gobernador no está cumpliendo con los deberes inherentes a su cargo.

• “…el tema que nos preocupa es la contaminación del aire, la tierra y el agua. Se cree que el ambiente puede digerir todo lo que el hombre le arroja y no es así, por eso hay que buscar racionalidad. Por eso tiene que actuar con mucha fuerza los institutos como el INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria), que son los que deben dar reglas claras y la información que necesita el hombre campo" 

Este párrafo muestra dos cosas: que el impacto de los agroquímicos en la salud de la población no es un tema que le preocupa al gobernador Binner; y que él considera que la Provincia no tiene incumbencias en la regulación del uso de los agroquímicos, ya que los que tienen “que actuar con mucha fuerza son los institutos como el INTA” (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria).

• "…venimos de tiempos en que se usaban los organoclorados y nos enteramos que se podía vender pero no usar, luego vinieron los organofosforados que se degrada en el ambiente.” 

Aquí el gobernador pareciera ser que está absolutamente desinformado, o falta a la verdad: muchos informes muestran que los organoclorados y los organofosforados se siguen usando, entre otros motivos porque el ejecutivo no ejerce los controles que son de su incumbencia exclusiva en el territorio provincial.

• “Y luego tenemos el que se asocia directamente con la soja transgénica y la siembra directa que es el glifosato, que está absolutamente en estudio, y que en general no hay manifestaciones demostrables en contra de la salud del hombre si se usa en la forma que plantea en la ley, tanto en la fumigación aérea como en la terrestre". 

Es cierto, el glifosato, como mayoría de los agroquímicos, están “absolutamente en estudio”; lo que significa que no se conocen todos los daños que pueden producir. Y es por eso mismo que se deben alejar todas las fumigaciones de los lugares donde vive la gente.

• "la mayor responsabilidad es de los que aplican estos elementos” 

Es decir, le está echado la culpa, eventualmente, al peón del campo que hace las aplicaciones.

• “…ese trípode (soja transgénica, siembra directa y glifosato) bien utilizado es uno de los fundamentos extraordinarios para la preservación del medio ambiente. Por un lado, porque se han disminuído notablemente los laboreos en el campo, con lo cual se gastan menos combustibles fósiles,…” 

Esto ya es directamente suscribir de manera acrítica el discurso falseador de la realidad de las empresas que comercializan los insumos que participan de la cadena de la soja. En las casi 20 millones de hectáreas de soja transgénica que hay en el país, no hay biodiversidad, desapareció el ecosistema, no hay vida, todo es muerte; salvo, claro, la soja transgénica y las malezas que van siendo cada vez más resistentes. No hay microflora ni microfauna, no hay gusanos ni insectos, no hay mamíferos, aves ni peces. Desapareció todo vestigio de vida ecosistémica.

• “…y por otro lado utilizados en la forma que hoy los estudios científicos lo indican , han aumentado enormemente la productividad y la riqueza de nuestro país". 

No; no aumentó la riqueza del país; el país perdió o está perdiendo la productividad sostenible de sus ecosistemas más productivos en forma acelerada. Los que se enriquecieron fueron los dueños de los campos, las empresas comercializadoras de los insumos del paquete tecnológico transgénico para agroquímicos, y las comercializadoras de los granos. El resto de la población, que antes vivía de alguna manera ligado a la actividad agropecuaria diversificada, se sumergió en la miseria. Porque por cada 500 hectáreas de soja transgénica, hay un puesto de trabajo, y eso no es generar riqueza, ni en la Provincia de Santa Fé ni en ningún lugar del mundo en toda su historia. Nunca, ningún país, ninguna región, ninguna provincia en toda la historia se hizo rica produciendo un commodity. Además de los riesgos que trae depender de monopsonios, como quedó demostrado con la amenaza de China de limitar las importaciones de aceite de origen argentino.

• Pregunta el periodista: ¿Qué le responde a quienes le está pidiendo que adopte el fallo de San Jorge con las distancias de 800 metros en caso de aplicaciones terrestres y 1500 metros en las aéreas? “Hay que respetar lo que dice la ley (N. del R: es bastante menor). Y además hay que ver los días en que hay viento, porque estos espacios se amplían enormemente cuando hay viento.” 

En boca de un gobernador, es una respuesta que seguirá enriqueciendo en dinero en forma directa a los dueños de los campos que están más cerca de los ejidos municipales.
No tiene nada que ver con el cambio o no del sistema de producción transgénica. Las organizaciones ambientalistas demostraron, para un departamento, que la ampliación a todas las localidades de las mismas distancias de restricción de fumigación, implicaría la afectación del 4% de la superficie sembrada; que no por eso se dejaría de explotar, sino que podría destinarse a la producción diversificada, que asegure la soberanía alimentaria de esas mismas localidades.
El gobernador Binner es la cabeza del ejecutivo que hace la norma que reglamenta la ley. No tiene ninguna traba legal que le impida extender la aplicación de la resolución de la cámara citada al principio al resto del territorio de la provincia de Santa Fé, cuidando de esta manera la salud de la población afectada por las fumigaciones.

• “…el uso racional de un producto que favorece evidentemente la producción y favorece la vida porque produce alimentos. Hoy hay una demanda mundial de alimentos. …Por eso nosotros debemos seguir usando los nuevos elementos para mejorar racionalmente la producción, porque hay un mundo que está demandando cada vez más alimentos. Lo dice la FAO dentro de treinta años van a ser falta el doble de toneladas de cereales de lo que se produce hoy: de 3500 millones de toneladas a 7000 millones de toneladas. Y esto se logra mejorando la producción en lugares más fértiles e investigando nuevas semillas y nuevos productos en los terrenos menos fértiles…” 

Otra suscripción al discurso falseador de las empresas que venden el paquete transgénico para agroquímicos. Los granos de los productos transgénicos no van a paliar el hambre del mundo, sino que sirven principalmente de forraje para alimentar ganado para producir carne para las clases medias y altas de Europa y China, y para producir biocombustibles para las clases medias de los países desarrollados. Por otro lado, no tiene sentido aumentar la producción con un paquete tecnológico que destruye la sostenibilidad del ecosistema del cual dependemos para poder producir alimentos para que se sostengan tambièn la producción de los bienes y servicios ambientales imprescindibles para la vida.

• Finalmente, pregunta el periodista: Hoy muchos santafesinos piden que se aplique el principio precautorio sobre el glifosato: ante la duda sobre sus efectos sobre la salud, se debería impedir su uso hasta esclarecerlo. ¿Qué les responde? 

“Creo que no debe haber ningún producto que pueda demostrarse que en cantidades excesivas produce cáncer. A nivel experimental usted puede producir cáncer con elementos de la comida diaria. Evidentemente esto no es lo que está ocurriendo en la sociedad , que usa los elementos, algunos de ellos erradicados por producir cáncer. Pero todo producto utilizado en forma racional y que cubra con las necesidades de su aplicación no está demostrado que produzca cáncer.”
La respuesta del gobernador muestra nuevamente su desinterés en las asociaciones entre agroquímicos y enfermedades que padecen las poblaciones afectadas por las fumigaciones, tal cual lo hace el discurso de las empresas ligadas al complejo sojero transgénico. Ignora los numerosos estudios que muestran esas asociaciones, que están claramente desarrolladas en el fallo de la Sala 2da. de la Cámara Civil y Comercial de Santa Fe, y que el Gobernador Hermes Binner, en su calidad de médico, debería conocer.

Vale recordar, nuevamente, que no somos los habitantes de la nación los que debemos demostrar que los agroquímicos y los procesos productivos nos causan daño. Son las empresas que los producen, comercializan, utilizan o inducen su utilización las que deben demostrar que no nos causan daño, y el Estado debe asegurarnos que esas demostraciones son válidas. Como lo dice claramente el principio de precaución de la Ley General del Ambiente, sustentado en normas internacionales.


Claudio Lowy – ecolowy@yahoo.com.ar –

-------------------------------------------------------------

Patente Monsanto, patente de corso
11-06-10 Por Juan Jiménez Daroca

La modificación genética de los alimentos podría entenderse como una manera de solventar los problemas del hambre en el mundo. Pero el trabajo de Monsanto no es altruista en absoluto, por mucho que la empresa intente disfrazar de éticas sus intenciones. Sus planes estratégicos traslucen una intención clara: hacerse con el monopolio de las patentes de toda producción derivada del empleo de lo que se ha dado en llamar “biotecnología”.
La empresa transnacional norteamericana Monsanto ha sido acusada por el gobierno brasileño de manipular información acerca de la toxicidad de sus productos. En caso de perder el proceso, Monsanto tendrá que pagar 850.000 dólares al gobierno de aquel país en concepto de reparación. La compañía facturó casi 8.000 millones de euros durante el pasado ejercicio. Desde hace años se enfrenta a numerosas causas similares. La legislación en los 71 países en los que tiene presencia no impide que la compañía haga frente a los procesos, pague multas y “reparaciones” y que continúe maximizando sus beneficios.
Desde hace más de 100 años, Monsanto ha puesto en el mercado numerosos productos de probada toxicidad. Uno de ellos, el policloruro de bifenilo, más conocido como PCB, es considerado por Naciones Unidas como uno de los productos contaminantes más nocivos para el ser humano. Su uso está prohibido en todo el mundo, pero en los años 70 se extendió su uso en el sector agroquímico. Por eso está presente en la masa hídrica de todo el planeta.
La exposición de los humanos a este producto ha tenido efectos negativos para la salud humana. Hay estudios son concluyentes y documentación acerca de los daños sobre la población. Nunca un directivo de Monsanto ha comparecido ante los tribunales para rendir cuentas. Siempre han pagado las indemnizaciones sin interrumpir sus líneas de producción.
En la actualidad, Monsanto mantiene una política comercial centrada en la producción de recursos e insumos agrícolas. A pesar de ser una empresa del sector químico, se define como compañía del sector de la agricultura. “La población mundial está creciendo; para mantener el ritmo de crecimiento de la población los granjeros deberán producir más comida en los próximos cincuenta años que en los últimos 10.000; los granjeros de America se enfrentarán al reto”, reza su web.
En los últimos años, Monsanto se ha dedicado a producir y patentar semillas cuyo tratamiento genético las hace resistentes a los herbicidas que la propia compañía fabrica. El componente principal de estos herbicidas, el glifosato, es un producto tóxico y no biodegradable, a pesar de los intentos de la compañía de publicitarlo como tal. La comunidad científica internacional sostiene que el impacto del glifosato es muy negativo para la población y para el ecosistema. La transnacional presiona para conseguir la complicidad de los gobiernos para desarrollar una política de imperialismo agrario que va camino de cambiar los parámetros de la soberanía alimentaria y ha transformado ya la figura del agricultor.
La modificación genética de los alimentos podría entenderse como una manera de solventar los problemas del hambre en el mundo. Pero el trabajo de Monsanto no es altruista en absoluto, por mucho que la empresa intente disfrazar de éticas sus intenciones. Sus planes estratégicos traslucen una intención clara: hacerse con el monopolio de las patentes de toda producción derivada del empleo de lo que se ha dado en llamar “biotecnología”. El agricultor pasa a ser un empresario agrícola. Su producción deja de tener valor local para convertirse en una fuente de abastecimiento de las superestructuras de los países desarrollados. La posesión de las patentes otorga a la transnacional una posición de dominio que abarca todos los estadios de la producción agrícola.
De esta manera, Monsanto queda en posición de disponer, si consigue hacerse con el control total del patrimonio genético, de la capacidad de bloquear el sistema agrario internacional. Desaparece la autonomía del agricultor frente a la patente de corso que se le ha otorgado a esta empresa desde que, en tiempos de la Administración Reagan, se comenzó a desregularizar en un “liberalismo” extremo. La amenaza a la biodiversidad y el riesgo para la población son “efectos colaterales” en la carrera por un botín tan grande como el planeta entero. Un planeta que puede acabar siendo patentado, un planeta Monsanto.

www.ecoportal.net
Juan Jiménez Daroca - Periodista
Solidarios.org
www.solidarios.org.es

Entradas populares de este blog

Francia: ‘Mi orina contiene glifosato, ¿y la tuya?’ Denuncia contra el polémico herbicida

Sobre transgénicos, semillas y cultivos en Latino América

Antártida: qué países reclaman su soberanía y por qué