Agua, ni valor de uso ni valor de cambio: valor vital.
Ensayo para proponer otro valor en el análisis económico
Por Esperanza Cerón Villaquirán
No es posible realizar ningún proceso biológico, agrícola, industrial, comercial, social, cultural, minero o de cualquier índole humana que no implique usos de agua. Se podría decir a lo largo de la historia de todas las civilizaciones, que no hay economía sin agua. Queremos intentar una reflexión específica sobre el agua en un momento en el cual la carencia del líquido y su contaminación en el mundo es tema de las agendas públicas, y que en nuestro país los legisladores han dado la espalda a la voz popular que exigía un Referendo por el agua para declararla como bien público y derecho humano fundamental.
Introducción
El agua es elemento constitutivo de toda biología, todo cuando vivo es en el Planeta, está compuesto en su mayoría de agua. Hoy sabemos que solo el 2,5% de toda la inmensa cantidad del preciado líquido es agua dulce, es decir la que precisamos los humanos y toda la biomasa terrestre para existir. No obstante dicha agua se encuentra fuertemente contaminada en todo el mundo por la acción irracional de un modelo de desarrollo que ha puesto equivocadamente los énfasis en la explotación y no en la sinergia con la naturaleza.
No es posible realizar ningún proceso biológico, agrícola, industrial, comercial, social, cultural, minero o de cualquier índole humana que no implique usos de agua. Se podría decir a lo largo de la historia de todas las civilizaciones, que no hay economía sin agua.
En algún momento de la historia humana la economía como actividad fue tornándose en el centro de toda explicación y casi único móvil individual y colectivo. El problema radica en que de producir para vivir bien, se pasó a vivir o sobrevivir para producir. En este camino, sociedades otrora cooperativas se dividieron según los distintos niveles de acumulación: excedentes de cosecha, tierras, animales, esclavos, mujeres, cualquier cosa que pudiese representar un valor a la manera humana. A medida que fuimos adentrándonos en la modernidad, léase el reino de la razón instrumental (Horkheimer, 2004), se fue pasando de la acumulación real a la virtual, y hoy la economía se mueve sobre números que no tiene representación real en ninguna parte.
La modernidad se caracterizó al decir de Boaventura de Sousa Santos (Santos, 2002) por partir de un contrato social donde la naturaleza quedó excluida, dado que se la consideró objeto y no sujeto del desarrollo, y a los humanos como “externos” a ella. Por esa vía las ideas de economía, progreso, desarrollo, se montaron sobre un presupuesto que a la postre ha resultado falso. Hoy sabemos que la naturaleza somos todos y estamos interconectados en formas tan visibles que se hicieron invisibles ante la ambición desmedida. El agua, el aire, el suelo, la biomasa, todo hace parte de una intrincada red donde los humanos nos encadenamos en un delicado balance que ya se ha roto en varios nudos del espacio/tiempo, poniendo en riesgo no al planeta sino al mundo que hemos construido sobre premisas androcéntricas.
Queremos intentar una reflexión específica sobre el agua en un momento en el cual la carencia del líquido y su contaminación en el mundo es tema de las agendas públicas, y que en nuestro país los legisladores han dado la espalda a la voz popular que exigía un Referendo por el agua para declararla como bien público y derecho humano fundamental.
Del valor de uso
El valor de uso se ha definido como la utilidad o capacidad que posea una cosa, mercancía o sustancia para satisfacer una necesidad humana y/o de la sociedad. Se dice del valor de uso de cualquier cosa en cuya naturaleza existan propiedades físicas, químicas y otras propiedades naturales que se precisen para la vida. Estas pueden ser producidas por la actividad humana o ser propias de la naturaleza: aire, agua, suelo, biomasa (Borísov).
En la teoría formal económica, se dice que algunas cosas por su valor de uso satisfacen directamente las necesidades personales de los seres humanos, sirven de objetos de consumo personal (alimentos, vestido, etc.); otras sirven como medios para producir bienes materiales, es decir, son medios de producción: máquinas, materias primas, combustibles, etc.
De entrada se puede establecer una crítica al concepto en tanto el pensamiento occidental sólo reconoce a las cosas y con ellas a la naturaleza, una externalidad, es decir, algo que esta fuera y que puede ser usado, para bien o para mal de la cosa misma. El término “valor de uso” es por tanto instrumental y denota que uno puede servirse de algo para su propio beneficio. La sociedad de consumo basada en el cambio frenético de usos, ha llegado por esta vía a producir todo desechable, con el efecto consecuente de ser los únicos seres sobre el planeta productores netos de basura.
Por supuesto se puede usar la ropa, los zapatos, los alimentos, etc., es decir, se puede usar lo que es fruto del trabajo humano. La diferencia es que la naturaleza, y para el caso que nos ocupa, el agua, no pueden “usarse” impunemente, sin que por ello paguemos el precio de la vida misma. No podemos seguir pensando que río arriba podemos usar el agua y también ensuciarla, a sabiendas que río abajo hay otros que también precisan de ella con la misma calidad y derecho al que aspiramos personalmente.
No obstante, y para mantenernos en los códigos formales del lenguaje económico, podríamos decir que el agua comparte ambas características: satisface directamente las necesidades vitales y también es usado como medio de producción. Lo que hasta ahora se está reconociendo al agua, es que es connatural a la vida, por tanto nuestra relación con ella no es sólo como externalidad, sino que se trata de algo sin lo cual simplemente no somos, o dejamos de existir. Sin pretensiones de suficiencia en las llamadas ciencias económicas ni filosóficas, se me ocurre desde la biología y la medicina, que para el caso del agua no cabría la palabra “uso”, o al menos no tal cual la significamos en el común.
El agua es indispensable para que la vida del planeta SEA, EXISTA… si aceptamos el término como se entiende hoy, su valor de uso es por tanto y al mismo tiempo: individual, colectivo, social y biótico. “Interesa”, o mejor es inherente a humanos, plantas, animales y a todo ser vivo.
El ciclo del agua pasa por nuestro cuerpo independientemente de nuestra voluntad, simplemente sucede como todo proceso vivo. El corazón o los pulmones funcionan sin preguntarnos y no tenemos que pagar por ello. Por supuesto que podemos afectarlos con una dieta y estilo de vida inadecuados hasta hacerlos declinar en su función normal; o simplemente con los años se van agotando. La cosa es que uno no decide si hoy desea usar el corazón y dejarlo apagado mañana. Lo propio sucede con el agua intracorporal, ningún proceso bio-fisicoquímico puede acontecer sin el agua. Al igual que sucede con el agua en el planeta nuestro cuerpo la transforma, reutiliza, distribuye, evapora, elimina, produce, etc.
De esta forma entra y sale de nuestra biología, es más, es en los procesos biológicos donde el agua se depura, dado que a nivel molecular, no importa desde qué complejo de moléculas, siempre vuelven a juntarse dos moléculas de hidrógeno y una de oxígeno para formar la molécula esencial.
Se podría decir entonces que su valor de uso deriva de ser inherente a la vida. El agua junto con el aire, vendrían a ser los valores de uso por excelencia para la vida. El aire está en todas partes, para hacer uso del mismo, basta con respirar, sin hablar por supuesto de la calidad del mismo.
El agua, constituyendo parte mayoritaria de la composición de todo cuanto existe en el planeta, no está disponible en todas partes, al menos no en su calidad de agua potable. A medida que la población humana ha ido creciendo, las necesidades de agua potable se han multiplicado. Desde siempre, los seres vivos buscan el agua: seres humanos y animales caminamos lo que se precise en su búsqueda; las plantas desarrollan trofismos y otras adaptaciones con tal de captar agua y hacer el uso más racional de la misma.
Es decir, hay una economía natural del agua que está allí para que la investiguemos y apliquemos en los procesos económicos humanos, tal como aprendimos a volar gracias a copiar la mecánica de vuelo de los pájaros.
La economía dice que el valor de uso depende menos de la cosa en sí misma que del uso que de ella hacemos; esta definición como vemos, no es posible para el agua porque en primer lugar no es una “cosa externa”, no es un objeto ni un recurso, es un elemento vital intracorporal y ligado a un ciclo natural que está siendo intervenido de las peores formas, que no sólo la están haciendo más escasa sino impotable y en ocasiones tóxica.
El valor social del uso del agua, es por tanto un valor bioético planetario, es decir que precisamos de nuevas categorías a incorporar en las disciplinas sociales, políticas y económicas en miras a buscar hacer sostenible la vida de todos cuantos dependemos y somos agua.
Del valor de cambio:
El valor de cambio de una cosa, mercancía o sustancia, depende según la teoría económica de su escasez y de la cantidad de trabajo que se precise para obtenerla. En el caso del agua, ésta se obtiene independientemente de la acción humana, aunque ésta interfiera con la calidad y disponibilidad de la misma (La gran Enciclopedia de la Economía). Podemos decir que el planeta fabrica el agua que se recicla por toda la biosfera y demás capas de la tierra; la cual a su vez se purifica gracias a la acción de la evaporación (el sol) y de la transpiración (las plantas) y de su paso por procesos biológicos.
Los seres humanos “intermediamos” el agua por nuestra biología pero con nuestra acción social, política, económica y cultural, la contaminamos, la mal usamos, la privatizamos en beneficio de unos pocos intereses que básicamente son de “acumulación virtual” y no de uso social y menos bioético planetario.
Sabemos que el agua que bebemos hoy la bebieron los dinosaurios, es la misma en cantidad millones de trillones de veces reciclada, ha sido río cristalino, agua salada, fuente subterránea, nubes, vapor, hielo, componente de la biomasa. Hasta la aparición de la industrialización, se puede decir que esta misma agua ha sustentado la vida sin problemas, pero la perspectiva no es la misma por la acción humana inadecuada. Es decir que estamos degradando el agua para todo ser vivo incluidos nosotros mismos.
El valor de cambio aparece primero como la proporción en que los valores de uso de un tipo se cambian por los de otro. Es allí donde surgen preguntas acerca de cómo encontrarle una proporción que nos abarque el 70% del planeta?
Cuando algo vale mucho, simplemente no se le da valor, para los pueblos indígenas originarios, el agua valía nada, al menos en nuestro territorio que ha sido abundante; simplemente el agua no podía tener precio, es decir valor de cambio. Era impensable atribuirle dueño a algo que venía del cielo, que fluía independientemente de los humanos o de la entraña de la tierra.
Con el tiempo el valor de uso del agua fue apareciendo en la medida que se precisó llevarla a lugares distantes, especialmente con el nacimiento de las ciudades. Aparecieron reglamentaciones dentro de las ciudades estado y provincias sobre el manejo y uso del agua colectiva. Al instaurarse la propiedad individual sobre la tierra, las fuentes de agua dentro del terreno pasaron a ser propiedad de un señor. Los conflictos por el agua han existido desde siempre, así como las soluciones, pero las grandes guerras mundiales por el agua ya parecen haber empezado.
El agua como valor vital
La economía no es el problema, ella ha existido desde siempre, Lionel Robbins dijo que "la economía es la ciencia que estudia la conducta humana como una relación entre fines y medios escasos que tienen usos alternativos” (ECONLINK.COM.AR). Es decir parece ser que al final la economía alude a la manera de relacionarnos con la naturaleza para poder sustentar la vida.
Si pensáramos en la lógica del costo beneficio, a sabiendas que somos seres de agua hasta en un 70% de nuestra biología individual, el valor del agua solo tendría un adjetivo posible: valor vital. El beneficio de cuidarla, de darle la oportunidad a todos los seres humanos al menos a un minino vital, sería simplemente un asunto ético, pero en tal caso, el principal valor de cualquier aproximación económica tendría que ser la bioética.
El valor del agua radica en que en realidad es un bien biótico: le pertenece a toda la humanidad, pero ante todo, le pertenece a la biomasa del planeta, si buscáramos definir la propiedad sobre la misma.
La economía entonces tendría que reinventarse desde un punto de partida no positivista ni racionalista instrumental, sino desde la perspectiva del pensamiento complejo. Aceptar que el paradigma actual ya no es posible, y que nuevas ideas que retomen las lógicas no lineales para reinventarse una economía en y con la naturaleza no en contra de ella, es decir, de nuestra propia naturaleza/biología.
El agua sí tiene un valor invaluable, categoría que deberá construir la economía del futuro para un nuevo modelo civilizatorio. En ella tendrán que incluirse todos aquellos componentes de la Gaia que sustentan la vida: el agua, el aire, la biomasa en general. De esa forma, es deseable imaginar que a la hora de calcular la agricultura, la ganadería, la industria, la minería, tendrá que incluirse el valor de lo invalorable que puede estar siendo afectado para no dañarlo. A la hora de dar licencias ambientales, lo invaluable tendrá que obligar al desarrollo de tecnologías que garanticen su sustentabilidad.
El valor vital definido en negativo, es aquel cuya afectación pone en peligro la vida de cualquier especie, lo que al final redunda en afectación humana. Definida en positivo, es aquel que sustenta la vida, para el caso de los humanos, que garantice el buen vivir.
La metáfora de Avatar, la película de Cameron, de una civilización extraplanetaria que enseña a los humanos como son las redes visibles e invisibles que nos conectan a todo lo vivo y no vivo en un sistema, es el tipo de imaginarios que precisamos para repensar nuestro actual modelo de valores, sin duda en contravía de honrar la vida.
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Esperanza Cerón Villaquirán -
Ensayo para el Modulo de Análisis Económico.Especialización en Salud y Ambiente de la Facultad de Ingeniería Ambiental. Universidad El Bosque - Colombia -