Decrecer, desdigitalizar —quince tesis (Parte 2)

 

Las desbrozadoras no han reemplazado a las guadañas porque sean mejores: su uso viene impuesto por nuestra actitud hacia la tecnología. Ni el uso de cada una ni el resultado tienen nada que ver aquí. Se trata de una cuestión religiosa, de fe en la complejidad. El mito del progreso manifestado en forma de herramienta. (Paul Kingsnorth)

Por: Jorge Riechmann

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La digitalización conduce a un futuro distópico, sí o sí. Supongamos que triunfa –en sus propios términos. Como ha señalado alguna vez Adrián Almazán desde posiciones libertarias anti-industriales, “el capitalismo industrial ha creado un entramado tecnológico del que depende y que le es consustancial. Su objetivo es construir el mundo cerrado del control total, la utopía cibernética que permita por fin racionalizar todo comportamiento social”.[62] Pero desde posiciones liberales mainstream la cosa no se ve de manera muy diferente: así, el político del Partido Popular José María Lassalle alerta sobre cómo “avanzamos hacia una concentración de poder inédita en la historia. Una acumulación de energía decisoria que no necesita la violencia y la fuerza para imponerse, ni tampoco un relato de legitimidad para justificar su uso. Estamos ante un monopolio indiscutible de poder basado en una estructura de sistemas algorítmicos que instaura una administración matematizada del mundo. Hablamos de un fenómeno potencialmente totalitario que es la consecuencia del colapso de nuestra civilización democrática y liberal, así como del desbordamiento de nuestra subjetividad corpórea. Se basa esencialmente en una mutación antropológica que está alterando la identidad cognitiva y existencial de los seres humanos. La digitalización masiva de la experiencia humana, tanto a escala individual como colectiva, comienza a revestir el aspecto de una catástrofe progresiva, evolutiva, que alcanza la Tierra entera”.[63]
Desde la unidimensionalidad capitalista que denunciaba Herbert Marcuse en los años 1950, pasando por el “pensamiento único” neoliberal hostigado por los movimientos altermundialistas en el cambio de siglo, hasta la reducción algorítmica que impulsa el capitalismo digital: lo que advertimos son etapas de empobrecimiento, reducción y devastación antropológica.
Pero ese triunfo de la digitalización en sus propios términos (como una realidad incluyente) en realidad es imposible, si atendemos a las constricciones ecológico-sociales que venimos señalando. La escasez de minerales (para energías renovables, infraestructura robótica e Internet de las Cosas), como ha señalado Emilio Santiago Muíño, “es un cuello de botella insuperable para que la IV Revolución Industrial pueda universalizarse. Sus avances serán parciales, y directamente proporcionales al privilegio geopolítico que actores imperiales del sistema-mundo pueda imponer a costa del resto”.[64]

La retórica de la inevitabilidad de la tecnociencia resulta omnipresente: “si la ciencia nos da la oportunidad de mejorar nuestros cuerpos y mentes, es iluso pensar que eso puede frenarse”; “la robotización es irremediable”; “la casa conectada y este asunto del internet de las cosas pronto serán una realidad sin vuelta atrás”… Todo este determinismo tecnológico brota turgente hojeando apenas durante tres minutos el número 20 de la revista Retina, un prontuario de propaganda del mundo digital que regala PRISA junto con el diario El País. Se les olvida añadir un pequeño detalle: si los wet dreams del tecnocapitalismo se materializan, será sólo para una pequeña parte de la humanidad, los sobrevivientes en un mundo infernal. Antes, muy posiblemente, diecinueve de cada veinte seres humanos habremos sido eliminados.
9’5 –excurso sobre genocidio climático
Vaya cenizo –valiente catastrofismo –cómo exageras, macho… Ya oigo las protestas. Bueno, amigos y amigas, infórmense un poco sobre lo que significará vivir en el planeta Tierra durante el Siglo de la Gran Prueba. El BAU (Business As Usual, con todos esos avances del capitalismo digital) nos lleva al exterminio de la gran mayoría de la humanidad, si no a su extinción total –y no a largo plazo. Basta con asumir de verdad la situación en lo que respecta a la crisis climática para darse cuenta de esto.
En efecto, hoy el BAU (usemos este acrónimo por no decir: el tanato-capitalismo que nos gobierna) dirige al planeta Tierra hacia 4°C de calentamiento, si nos basamos en los compromisos de reducción de emisiones de GEI contraídos hasta ahora. Los compromisos de París suponen una senda de calentamiento de alrededor de 3’3°C, según los expertos; pero eso no incluye algunas retroalimentaciones del ciclo del carbono que ya se están activando (por ejemplo, deshielo del permafrost ártico, desforestación del Amazonas, otras mermas en la capacidad natural biosférica de almacenar carbono) que empujarían ese calentamiento hacia los 5°C. “Entonces, decir que estamos actualmente en un camino de 4°C es correcto”.[65] Se podrían superar los 4-5ºC incluso en fechas tan tempranas como 2050, si las cosas van realmente mal.[66]Ahora bien, destacados climatólogos han conjeturado que eso puede suponer el exterminio del 95% de la humanidad.[67]
En fin… Como señalaba en una entrevista Bruno Latour, “si uno estudia seriamente cuál será la trayectoria del planeta en los próximos treinta años, la certeza del desastre es de tal magnitud que resulta comprensible que algunos se nieguen a creerla. Es como si te dicen que tienes cáncer, o bien te sometes a un tratamiento y luchas, o bien no te lo crees y te vas de vacaciones al Caribe para aprovechar el tiempo que te queda.”[68]
Paradoja: el rotundo rechazo (denegador) a considerar en serio la muy plausible hipótesis del colapso ecosocial como destino de las sociedades industriales ha ido volviendo cada vez más probable ese colapso, desde hace medio siglo.[69]
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El siguiente salto en la digitalización se llama 5G. Pero, como advierte Marta Peirano, la infraestructura 5G es una necesidad creada para la explotación de datos. “No creo que su objetivo sea servir al bien común sino tener un control absoluto y mucho más granular de todo lo que pasa en el espacio en el que opera. Es una red de vigilancia mucho más densa y rápida. Nos venden que con el 5G habrá coches autónomos, operaciones quirúrgicas a distancia… cuando en realidad tienes problemas comprando un medicamento en una región que no es la tuya. ¿Qué realidad nos están vendiendo? En realidad nos están engañando a todos, el 5G es una farsa, es una gran trampa para espiarnos.”[70]
Ahora bien, si para oponerse al despliegue de 5G basta con razones ecológicas y sociopolíticas (que son de peso), ¿por qué meterse entonces a debatir los más dudosos efectos sobre la salud?[71] Creo que hay dos motivos para hacerlo. El primero: hay muchas personas dañadas (mujeres sobre todo) por enfermedades de sensibilización del sistema nervioso central (como la Sensibilidad Química Múltiple o la fibromialgia) y hay evidencia que apunta por un lado a la conexión de estas enfermedades entre sí, y por otra parte a la etiología en algunas formas de contaminación. Sabemos que, en el pasado, sectores más sensibles de la población (niños y niñas a veces) han servido (para su mal) como “sistemas de alerta temprana” de otras formas de contaminación, y por eso tenemos hoy motivos para la preocupación.
Entre esas enfermedades de sensibilización del sistema nervioso central, la electro-hipersensibilidad como posible enfermedad resulta mucho más controvertida. Ahora bien, los niveles de exposición de la gente a radiaciones electromagnéticas aumentarán enormemente con el despliegue del 5G, y esto es problemático. “El Defensor del Pueblo ha dado la razón a la Plataforma ciudadana STOP 5G Segovia que denunció falta de control detectado en el Plan Nacional 5G y en el proyecto piloto 5G que se lleva a cabo en esta ciudad. En su informe, el Defensor del Pueblo concluye que existen irregularidades en el despliegue del Plan 5G y en los Proyectos Piloto 5G. Recoge que no se ha realizado evaluación ambiental, no se ha creado el Comité Interministerial sobre Radiofrecuencias y Salud, no hay un seguimiento de los efectos para la salud y no se ha atendido a las personas electrosensibles”.[72]
En mi opinión, hay evidencia científica suficiente sobre efectos biológicos de diversas formas de radiación no ionizante,[73] sobre seres humanos y otros seres vivos (insectos por ejemplo).[74] ORSAA (Oceania Radiofrequency Scientific Advisory Association) ha organizado una enorme base de datos de investigación científica (revisada por pares) sobre los efectos biológicos de los CEM: https://www.orsaa.org/ . Si se elige hacer caso omiso de ese cuerpo de evidencia,tiraríamos por la borda décadas de elaboración sobre el principio de precaución… y ése sería uno de los efectos más perniciosos de este debate (el segundo motivo para no obviar los posibles efectos sobre la salud). Pues eso va mucho más allá de este debate concreto, afecta al ideario ecologista en su conjunto y más allá (a los diversos idearios de emancipación social).[75] No perdamos de vista que las empresas de telecomunicaciones y las GAFAM están aplicando en este caso la estrategia de las empresas del tabaco, generalizada luego con éxito –desde el amianto al glifosato. Lo cual promociona un tipo de ciencia cuestionable (¿qué niveles de evidencia exigimos cuando están en juego bienes y valores básicos para la sociedad?) y desactiva el principio de precaución.[76]
Pues éste no sólo es un debate sobre racionalidad y buena ciencia: lo que está detrás de la cerrada defensa del 5G son intereses empresariales poderosísimos (cuestionar al sector de las telecomunicaciones: ¡hasta ahí podíamos llegar!)[77]y la creencia en el Progreso (más abajo volveré sobre ello). La discusión de por qué introducir el 5G –ha sugerido Antonio Turiel– es lo más parecido en el ámbito de las telecomunicaciones a la construcción de los moais de la isla de Pascua, es decir, el canto del cisne justo antes del colapso.[78]
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“Una noción reveladora es la de sonambulismo tecnológico. (…) Caminamos dormidos voluntariamente a través del proceso de reconstrucción de las condiciones de la existencia humana [por la tecnología]”.[79] Además de esa noción de sonambulismo tecnológico, otra idea clave es la de tecnologías atrincheradas. El mejor argumento con que parecen contar ciertas tecnologías para seguir entre nosotros es que sus promotores usaron eficazmente la técnica comercial del pie en la puerta (cuando no la patada para echar la puerta abajo): ya se han desplegado como hecho consumado, y ahora resulta extremadamente difícil pensar en su erradicación.[80]
Ay, aquel viejo lema de los estudios CTS: No Innovation Without Representation, ninguna innovación sin representación democrática.
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Aunque se ha dicho muchas veces, hay que repetirlo de nuevo: algo como internet no puede comprenderse bajo el paradigma de la herramienta neutral, que puede usarse bien o mal. Es un entorno técnico con la potencialidad de reconfigurar la entera vida humana (e incorpora valores e intereses que están lejos de ser socialmente deseables). Esto lo reconocen paladinamente los evangelistas de Silicon Valley: “La informática ya no tiene que ver con los ordenadores, se trata de nuestra forma de vida” (Nicholas Negroponte en su best-seller de 1995 Ser digital).
Allende las técnicas sencillas, el modo de utilizar cualquier tecnología viene en gran medida determinado por la estructura de la propia tecnología: como ha subrayado Neil Postman, “sus funciones se derivan de su forma”.[81] Como explica por ejemplo Antonio Diéguez, la tecnología no es solo el conjunto de las herramientas, de los medios, de los instrumentos, de las máquinas, sino también el entramado social, industrial, económico, político y cultural que la hace posible. “Éste se encuentra lejos de ser axiológicamente neutral. Incluso si nos ceñimos a los objetos tecnológicos, el filósofo de la tecnología Langdon Winner explicó ya hace años que los artefactos tienen política. Es decir, encarnan valores políticos y sociales.”[82] Y Morozov: “No hay empoderamiento digital sin empoderamiento político, y este último sólo se puede alcanzar concibiendo la Red no como un medio o una herramienta, sino como un conjunto de infraestructuras para facilitar la vida, el trabajo y la cooperación”.[83]

Detrás de los algoritmos y las redes informáticas hay intereses humanos. En demasiados casos, por lo que vamos sabiendo, los algoritmos en realidad sirven más bien para disfrazar decisiones de dominación tomadas por ciertos poderes bajo el pretexto de una Inteligencia Artificial neutra…[84] Advertía ya hace decenios Neil Postman que “es de esperar que los burócratas abracen una tecnología [digital] que ayuda a crear la ilusión de que las decisiones no están bajo su control. Gracias a su aparente inteligencia e imparcialidad, un ordenador tiene una tendencia casi mágica a desviar la atención de las personas que desempeñan funciones burocráticas y dirigirla hacia el propio ordenador, como si fuera la verdadera fuente de autoridad. Un burócrata armado de un ordenador es el legislador no reconocido de nuestro tiempo, y una carga terrible que soportar. Quizá si Adolf Eichmann hubiera podido decir que no había sido él, sino un montón de ordenadores, lo que había conducido a los judíos a los crematorios, puede que nunca se le hubiera hecho responder de sus actos”.[85]
No ser capaces de reconocer las vías por las que decisiones (oligopólicas) sobre la tecnología moldean nuestras vidas es renunciar a cualquier posibilidad de pensamiento crítico.
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Primero mentir y a continuación proclamar que es demasiado tarde, pues el despliegue tecnológico ya ha tenido lugar; y recubrirlo todo con el discurso de la inevitabilidad (“no se puede parar el progreso”). Así se afirma la “libertad para innovar” del capitalismo, como vimos en los conflictos sobre cultivos y alimentos transgénicos y nos recuerda Isabelle Stengers.[86] Así también en el caso de la digitalización y el 5G.Tecnologías que nadie ha deseado –megacorporaciones capitalistas crean la demanda, y luego se van imponiendo las innovaciones con un creciente totalitarismo blando–, que no se someten a evaluación seria –la carrera concurrencial las lanza al mercado antes de que lo haga un competidor– y que entrañan riesgos enormes para algunos de los bienes que más valoramos.[87] ¿Y todo ello para qué?
Se nos prometen grandes avances del tipo: con el 5G “la latencia o tiempo de respuesta se reducirá hasta 5 milisegundos, lo que permitirá una mejora notable en los videojuegos online”.[88] Además, “bajarse una película de un GB desde un PC con conexión de fibra óptica tarda medio minuto; con el 5G, se podrá hacer en menos de un segundo”.[89]
Cambiemos de cosmovisión, nos decían los sabios.[90] Sí, maestro, pero eso ¿cómo se hace? (Porque el cambio de cosmovisión que de hecho está teniendo lugar –hacia el “dataísmo”[91] y la adoración de los algoritmos informáticos– va exactamente en sentido contrario a lo que necesitaríamos: Silicon Valley, en cierta forma, es la culminación orgiástica del dualismo platónico y cartesiano…)
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¿Qué rumbo están siguiendo nuestras sociedades? Numerosos análisis, a partir del clásico informe The Limits to Growth en 1972, indican que la pauta básica es extralimitación seguida de colapso.[92] Si hay al menos una pequeña probabilidad de colapso ecosocial (y no digamos si éste se muestra como altamente probable o casi inevitable),[93]“digitalizar a toda marcha” es una conducta profundamente irracional. Poner la memoria, los saberes de gestión y los medios organizativos de nuestras sociedades en manos de un oligopolio privado transnacional (GAFAM), y fiarlo todo a la conservación de un aparato técnico insostenible que fallará más pronto que tarde, es lo contrario de una conducta prudente. Cuando el abastecimiento de agua potable, la provisión de servicios médicos o el correcto funcionamiento de las centrales nucleares depende de una red tecnológica de porvenir más que incierto, nuestras sociedades están haciendo las cosas de forma pésima: la “altura de caída” es ya enorme ¡y nos dedicamos a aumentarla aún más! En la terrible primavera de 2020, ya la pandemia coronavírica ha abierto a mucha gente los ojos sobre la fragilidad intrínseca de sociedades que han dejado hacer a sus anchas a los taumaturgos del neoliberalismo y la tecnociencia. Hace años que sostengo, junto a la necesidad de políticas ecosociales de asunción de límites (lo cual, en nuestra situación de extralimitación ecológica, implica decrecimiento),[94] que precisamos una ética de la imperfección (capítulo 8 de mi libro Gente que no quiere viajar a Marte).[95] El término que ha acabado imponiéndose para designar esa dirección de cambio es resiliencia, y digitalizar casi todo nos vuelve menos resilientes ante los difíciles escenarios que tenemos a la vuelta de la esquina.
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Hemos visto exactamente las mismas pautas de ataque a las posiciones de defensa humana, social y ecológica en el debate sobre el tabaco, el amianto, el cambio climático y los plaguicidas. Ahora bien, la hostilidad con que son recibidas las críticas de la digitalización no se debe sólo al poderío económico-político de las empresas implicadas y a las enormes inversiones en juego: hay algo más.[96] En efecto, el despliegue de la crisis civilizatoria y la ralentización del crecimiento capitalista, a lo largo de los decenios últimos, ha privado de fundamento a las promesas de bienestar con que el sistema lograba legitimarse. Cada vez resulta más evidente a los ojos de más gente que el rey está desnudo, y que resulta del todo ilusorio creer en que cada generación vivirá en el futuro mejor que la anterior. Así, poco más que la hipertrofia de las tecnologías digitales consigue apuntalar hoy, mal que bien, el Mito del Progreso: si esto también falla, la legitimación del capitalismo está más comprometida que nunca. Y por eso cualquier crítica de la digitalización recibe un verdadero chorreo de burlas y descalificaciones gratuitas, que en muchas ocasiones bastan para desanimar al hereje a quien se busca estigmatizar como retrógrado luddita.[97]
Coda final
Titular de prensa: “La UE camina hacia el horizonte verde y digital tras la policrisis”.[98] Pero, si fuese auténticamente verde, ya hemos visto que no podría ser demasiado digital… “Verde, digital y sostenible” van siempre juntos en el discurso de la cultura dominante,[99] pero esto es un contrasentido. Así seguimos enganchados en nuestra mortal Lebenslüge. Si fuese verdad que los procesos masivos de digitalización, automatización y robotización son imparables, estamos perdidos. Porque tienen un pequeño defecto colateral: devastan la biosfera y así destruyen las bases de la vida humana en el planeta Tierra. Un rimbombante editorial de El País comienza con la frase: “Sin digitalización no hay vida”.[100] Esa “vida” de la digitalización (una vida virtual y tiranizada para los supervivientes de un genocidio inconmensurable en un planeta devastado) ¿vale la pena de ser vivida? Ésa es una pregunta muy de fondo para nuestras sociedades.

Contra las expectativas generalizadas, nuestro futuro no va a ser demasiado digital, por el rápido avance del colapso ecosocial en que nos encontramos;[101] y creo que además no debería serlo, si tuviésemos algún tipo de control democrático (o mínimamente racional, siquiera) sobre los procesos en curso, por las razones previamente expuestas (y también las que desarrollamos en ese artículo/ manifiesto “La necesidad de luchar contra un mundo ‘virtual’. Contra la doctrina del shock digital”, ya mencionado).
Creo que, de manera general, la digitalización (que funciona como aceleradora del capitalismo) no permite avanzar hacia un mundo sostenible, sino más bien lo contrario. Hay que entenderla como una trampa del progreso.[102] Si como sociedad (y como universidad) fuésemos capaces de un mínimo de racionalidad colectiva, emprenderíamos un proceso de des-digitalización selectivo pero rápido.[103] En un mundo que sufre la emergencia climática y se sitúa en una trayectoria de colapso ecológico-social, lo que precisamos no es acelerar más, sino precisamente lo contrario: ralentizar, relocalizar, contraer el metabolismo social, reconectar con la naturaleza y construir un nuevo sentido de la vida que no se base en el consumo de mercancías.
Decía Antonio Gramsci que la historia enseña, pero es una maestra sin alumnos. La anticipación basada en el mejor conocimiento disponible lo tiene todavía peor. Ay, amigos y amigas… Ya en 1937 George Orwell podía escribir: “ya ahora es evidente que el proceso de mecanización está fuera de control”.[104] Si hay seres humanos en el siglo XXII (nada menos seguro), se preguntarán: ¿cómo pudieron hacerlo? No nos perdonarán el mundo infernal que les habremos legado. Y ¿qué cabría decir en nuestro descargo?

“Se tardaba medio minuto en bajar una película de internet, 

¿quién podía esperar tanto?” (Cercedilla y Peguerinos, verano de 2020)





Notas:
[62] Adrián Almazán, “Green New Deal. Utopismo selectivo e ingenuidad ante las TIC”, ctxt, 4 de diciembre de 2019.
[63] José María Lassalle, “Emerge el rostro de una dictadura tecnológica”, El País, 5 de mayo de 2019. Ese texto es un extracto de su libro Ciberleviatán, el colapso de la democracia liberal frente a la revolución digital (ed. Arpa, 2019).
Se puede también atender a la reflexión de Antonio Muñoz Molina a propósito de Edward Snowden: “Su adolescencia coincidió con la explosión de Internet. La promesa de infinita libertad que vislumbró entonces la ha visto transformada en una alianza monstruosa entre los Gobiernos del mundo y las compañías tecnológicas: la invasión totalitaria de la intimidad es al mismo tiempo un arma de poder político y una fuente de beneficios sin límites para quienes comercian con ella. La misma empresa entrañable que almacena y difunde las fotos de tu boda y te mantiene en contacto con tus “amigos” digitales no tiene el menor escrúpulo en garantizar, a un precio sin duda interesante, la vigilancia de los súbditos de una tiranía. Ese móvil tan cool que no se te cae de las manos te espía incluso cuando lo tienes apagado, y acumula y pone en venta sin escrúpulo toda la información íntima y minuciosa que tú le regalas. Gracias a Snowden, ya no hay manera decente de ignorar estas cosas” (“El traidor, el héroe”, Babelia, 12 de octubre de 2019).
[64] Emilio Santiago Muíño, “Surrealismo, situacionistas, ciudad y gran aceleración. Por una psicogeografía del ahí en la era de la crisis ecológica”, manuscrito, primavera de 2020.
[65] David Spratt, “At 4°C of warming, would a billion people survive? What scientists say”,climatecodered.org, 18 de agosto de 2019.
[66] Yangyang Xu y Veerabhadran Ramanathan, “Well below 2 °C: Mitigation strategies for avoiding dangerous to catastrophic climate changes”, PNAS, 26 de septiembre de 2017.
[67] En mayo de 2019, Johan Rockström, director del Instituto Potsdam para la Investigación del Impacto Climático, dijo a The Guardian que en un mundo 4°C más cálido “es difícil ver cómo podríamos acomodar a mil millones de personas o incluso la mitad de eso… Habría una minoría rica de personas que podría sobrevivir con estilos de vida modernos, sin duda, pero será un mundo turbulento y conflictivo”. Rockström es uno de los principales investigadores del mundo en tipping points (puntos de inflexión climáticos) y safe boundaries (“límites seguros” para la humanidad). Véase Gaia Vince, “The heat is on over the climate crisis. Only radical measures will work”, The Guardian, 18 de mayo de 2019.
En un encuentro científico internacional sobre cambio climático realizado en Melbourne en noviembre de 2012 (en la antesala de la COP18 de Doha), algunos de los más relevantes investigadores del mundo estimaron lo que podría pasar con un aumento de cuatro grados centígrados o más (sobre las temperaturas preindustriales promedio). Para Hans Joachim Schellnhuber (fundador y director del Instituto Postdam para la Investigación del Impacto Climático –PIK- y director del Consejo Asesor Alemán sobre el Cambio Climático –WBGU-), la capacidad del planeta para albergar seres humanos en caso de una subida de cuatro grados se reduciría a “menos de 1.000 millones de personas”.
Unos años antes el profesor Kevin Anderson (director del Centro Tyndall para el Cambio Climático en Gran Bretaña) se dirigió a la prensa durante la fallida conferencia de Copenhague, en 2009: “Para la humanidad es cuestión de vida o muerte… [un aumento así] no conducirá a la extinción del ser humano, ya que unos pocos afortunados, con los recursos adecuados, podrán desplazarse a las partes apropiadas del planeta y sobrevivir. Pero creo que es extremadamente improbable que evitemos una mortandad masiva con cuatro grados de aumento”. En aquella ocasión Anderson se atrevió a dar cifras: “Si en el año 2050 la población mundial es de 9.000 millones y la temperatura se eleva 4, 5 o 6 grados, los supervivientes podrían ser del orden de 500 millones”. Si echamos cuentas, eso es hablar de una mortandad de casi el 95%. Cf. Miguel Artime, “Cuatro grados más o cómo decir adiós a casi el 95% de la humanidad”, blog Cuaderno de ciencias, 15 de noviembre de 2012.
[68] Bruno Latour, “La Modernidad está acabada”, entrevista en El Mundo, 19 de febrero de 2019.
[69] Ese rechazo sigue en plena forma hoy: así, llama la atención la ausencia de cualquier consideración sobre límites ecológico-sociales en un libro por lo demás tan lúcido como La pesadilla tecnológica de Nicholas Carr, con su muy documentado análisis de tantos aspectos disfuncionales de la sociedad digital.
[70] Marta Peirano, “El 5G es una gran trampa para espiarnos, nos están engañando a todos”, El Confidencial, 12 de junio de 2019.
[71] Para la argumentación en contra: Alfredo Caro Maldonado, “Electrosensibilidad, 5G y el determinismo biológico como caballo de Troya”, Rebelión, 24 de julio de 2020. La tesis del autor es que el reduccionismo biológico imperante lleva a mucha gente a buscar explicaciones biofísicas a un sufrimiento que tiene otro origen. Escribe en otro lugar: “Hay que defender la aplicación del principio de precaución de manera integral sobre el 5G, pero no hay ninguna base sólida ni biofísica ni mucho menos epidemiológica para que el argumento sea el sanitario. La búsqueda reduccionista del elemento biofísico es pura tecnociencia” (tuit del 25 de julio de 2020).
[72] Blanca Salinas Álvarez, “Enfermedades ambientales. Falta de rigor en el tratamiento de estas patologías”, El Ecologista 101, 2019. Vale la pena leer con atención la larga entrevista en tres partes que Salvador López Arnal ha realizado a esta activista:
    1.    Entrevista a Blanca Salinas Álvarez sobre la tecnología 5G (I). “Para que esta tecnología funcione serán necesarias millones de nuevas antenas y el lanzamiento de 20.000 satélites (previsión inicial)”.
    2.    Segunda parte, entrevista a Blanca Salinas Álvarez sobre la tecnología 5G (II). “La electrosensibilidad es una enfermedad ambiental emergente que padecen millones de personas en el mundo”.
    3.    Tercera parte, entrevista a Blanca Salinas Álvarez sobre la tecnología 5G (y III): “Para que una tecnología sea social y ambientalmente apropiada debería no causar daño a las personas y a las restantes formas de vida: animales y vegetales”.

[73] “A lo largo de los últimos veinte años, se ha vuelto extremadamente fuerte la evidencia de que los CEM (Campos Electro-Magnéticos) débiles puede modificar los procesos biológicos en todo el rango de frecuencias, desde ondas estáticas a milimétricas”. Frank Barnes y Ben Greenebaum (2020). “Setting guidelines for electromagnetic exposures and research needs.” Bioelectromagnetics. 20 de abril de 2020. DOI: 10.1002/bem.22267. Citado en la comparecencia de Timothy Schoechle ante la Comisión Federal de Telecomunicaciones (Washington, 2 de junio de 2020), un documento que conviene leer con detalle: “Human Exposure to Radiofrequency Electromagnetic Fields—A Proposed Rule by the FCC”. 
En un artículo titulado “Planetary electromagnetic pollution: it is time to assess its impact”, publicado en The Lancet en diciembre de 2018, científicos del grupo de investigación australiano ORSAA afirman que, de 2266 estudios sobre CEM, no menos del 68% encontró “significativos efectos biológicos o efectos para la salud”. 
Hemos de ser rigurosos, cierto, y señalar efectos biológicos no permite dar ningún salto a enfermedades o salud pública… Pero tampoco faltan indicios en ese sentido: Magda Havas, “Carcinogenic effects of Non- Ionizing Radiation: A paradigm shift”, JSM Environmental Science & Ecology, 8 de junio de 2017. Véase también este material de Miguel Ángel Solano Vérez y Juan Sáiz Ipiña (del Grupo de Electromagnetismo de la Universidad de Cantabria), Efectos biológicos del campo electromagnético.
[74] Arno Thielens y otros: “Exposure of insects to Radio Frequency Electromagnetic Fields from 2 to 120GHz”, Nature, 2 de marzo de 2028.
[75] Los movimientos ecologistas defendemos el principio de precaución como un principio ético-político básico. Si lo dejásemos caer en este asunto estaríamos renunciando a él en general, y eso es inaceptable. Afecta al meollo de nuestro trabajo en varios ámbitos. No estamos aseverando nada que no sea razonable ni alejándonos de la ciencia. Pero en algunos casos, “demostrar” en el sentido de vínculos causales indudables con descripción de mecanismo es ir mucho más allá de lo que pide el principio de precaución para actuar ahora. Podemos tener fuertes indicios de que algo es dañino aun sin conocer todavía los mecanismos detallados del daño (repásese la historia del amianto o de los organoclorados, por favor…). De hecho, sabemos que en el pasado las sociedades industriales casi nunca han errado por exceso de precaución, sino por defecto.
[76] Muy importante al respecto el estudio de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) Late Lessons from Early Warnings: the Precautionary Principle 1896-2000 (Environmental Issue Report 22, Copenhague 2001), que se tradujo luego al castellano: Lecciones tardías de alertas tempranas: el principio de precaución 1826-2000, Ministerio de Medio Ambiente, Madrid 2002. Aquí el resumen en español. Analiza con rigor catorce casos (redactados por expertos y cubriendo temas con riesgos para salud y medio ambiente para los que el principio de precaución hubiera sido clave… pero no se hizo caso de las alertas tempranas). Completado luego con el informe 1/ 2013:http://afigranca.org/docs/Lecciones-tardias-Resumen-2015-vivosano.pdf
[77] Está el asunto -enorme- de la “captura” de los cuerpos reguladores por parte de los vested interests. Atiéndase al reciente informe de dos eurodiputados (Klaus Buchner y Michèle Rivasi sobre ICNIRP: The International Commission on Non-Ionizing Radiation Protection: Conflicts of interest, corporate capture and the push for 5G, Bruselas, junio de 2020.
[78] “Baste decir aquí que para tener los anchos de banda gigantescos que tanto nos publicitan con el 5G se deben utilizar ondas electromagnéticas de frecuencias bastante superiores a las usadas actualmente, con longitudes de ondas milimétricas. La longitud de onda es un aspecto importante, porque la capacidad de una onda electromagnética de ‘sortear’ un obstáculo depende de cómo de larga sea la onda. Las ondas de radio convencional, con longitudes en el rango métrico pueden sortear fácilmente un vano como una ventana o una puerta, en tanto las microondas, con un rango centimétrico, se atenúan bastante si no hay una visión relativamente directa entre el emisor y el receptor, y si ya vamos al rango de la luz visible (escalas por debajo de la micra o milésima de milímetro) la energía está tan focalizada que coexisten una al lado de otra zonas iluminadas con zonas de sombra, simplemente dependiendo de por dónde y en qué dirección está pasando la luz. Se estima que con la tecnología 5G, usando las bandas de mayor frecuencia (y por tanto de mayor ancho de banda para transmitir datos más rápidamente) para poder tener una buena calidad de enlace receptor-emisor el número de antenas se tendría que multiplicar por cinco con respecto al estándar actual 4G. Además, en zonas de interiores se tendrían que disponer estratégicamente repetidores para poder mejorar la cobertura interior, ya que cada obstáculo (pared, puerta, etc) atenuaría mucho la señal. Con estos planteamientos, se ve claro que el 5G es una idea megalomaníaca que sólo tiene sentido bajo la suposición de que el mundo tiene recursos ilimitados y que podremos tapizarlo con antenas todo el mundo para poder transmitir en 1’2 segundos la última película de moda.” Antonio Turiel, “Uno por uno”, blog The Oil Crash, 29 de noviembre de 2019.
El científico del CSIC concluye su texto de esta manera: “Al final del día, la cuestión con respecto a las TIC es bastante sencilla: ¿cuál va ser la demanda real de esta tecnología, cuando todo lo demás falle, cuando en el mundo haya necesidades más apremiantes y acuciantes como es tener alimentos y agua potable en primer lugar, y por seguir tener trabajo, techo, educación, sanidad…? Lo más probable es que las TIC sean de las primeras tecnologías en sufrir el descenso al que estamos abocados, y que lo harán de manera más aguda. Ésa es por tanto la gran perversión de esta variante del mito del progreso, del Homo invencibile. No vamos a la hiperrobotización, ni a la Singularidad. A pesar de tantas exageraciones e hipérboles que vemos en los medios, a donde realmente vamos es hacia la decadencia de las TIC.
La verdadera razón por la cual se ha puesto tanto el foco en las TIC durante los últimos años es porque constituyen el único nicho en el cual el desarrollo tecnológico de la Humanidad ha hecho progresos reales y significativos durante las últimas décadas. No hemos colonizado la Luna, ni mucho menos Marte. No estamos avanzando en la exploración espacial. No tenemos una electricidad ‘demasiado barata para ser medida’, como se prometían los primeros proponentes de la energía nuclear. No hay coches voladores ni alimentos sintéticos que se produzcan apretando un botón. No hay nada de todos esos sueños tecnológicos de mediados del siglo pasado. Lo único que ha seguido progresando porque sí tenía margen para progresar mientras la cantidad de recursos y de energía que implicaba era moderada ha sido las TIC. Eso explica ese énfasis de denominar a las TIC ‘nuevas tecnologías’, cuando en realidad son tecnologías que tienen décadas de desarrollo. Se enfatiza que son ‘nuevas’ porque son las únicas que realmente progresan, pero llevamos trabajando seriamente con las TIC más de cincuenta años. No son nuevas: simplemente, son las únicas que están vivas. Aún”.
[79] Langdon Winner, La ballena y el reactor, Gedisa, Barcelona 1987, p. 26.
[80] “En su Historia de Inglaterra bajo la casa Tudor (1759), el filósofo escocés David Hume realiza un fino e irónico comentario sobre Enrique VII. Hume nos habla de los problemas de Enrique VII para justificar, ante sí mismo y ante su pueblo, su derecho a conservar la corona como rey de Inglaterra, condición que había alcanzado irregularmente en el campo de batalla. Desde luego no podía argüir derechos de sangre dado que otros podrían pretender su cetro con tantas o más razones que Enrique. Tampoco había obtenido aún la sanción eclesiástica del Pontífice en Roma. También desechó esgrimir los hechos mismos, apelando al derecho otorgado por la fuerza de las armas. Otros podrían volver sus armas contra él razonando del mismo modo. Por fin obtuvo lo que andaba buscando: un argumento infalible. (…) El argumento era bien simple: la mejor razón para conservar la corona, y continuar siendo rey de Inglaterra, era que ya la poseía. Ser rey, así, implica seguir siéndolo. El fundador de la dinastía Tudor acabó, según Hume, siendo un buen monarca. Sin embargo su razonamiento, aunque obtuvo el efecto esperado, era defectuoso. Enrique VII cometió inadvertidamente la falacia naturalista: pasar del ‘es’ al ‘debe’, concluir ‘así debe ser’ a partir del ‘así es’. De un modo análogo a la historia, la tecnología contemporánea no es demasiado respetuosa con la lógica. De hecho, el ejemplo de las tecnologías atrincheradas, es decir, aquellas tecnologías profundamente arraigadas en nuestro tejido socioeconómico y nuestras formas de vida, es estrictamente similar al de Enrique VII. El mejor –aunque defectuoso– argumento con que parecen contar ciertas tecnologías para seguir entre nosotros es que ya se hallan entre nosotros y, además, es extremadamente difícil su erradicación. En esta categoría se encuadran algunas tecnologías naturales y sociales bien conocidas, como la televisión, la energía nuclear, una organización sanitaria casi exclusivamente asistencial y un sistema de transporte edificado sobre el vehículo personal privado, entre otras. (…) De este modo parecen escapar a nuestra capacidad de elección y control. Sin embargo, una evaluación temprana y la monitorización del desarrollo de nuevas tecnologías, así como la promoción de la participación pública en tal control, pueden contribuir a prevenir ese atrincheramiento y sus efectos negativos. Constituye un buen antídoto contra el ‘sonambulismo tecnológico’, en la afortunada expresión de Langdon Winner.” Marta I. González García/ José A. López Cerezo/ José Luis Luján López: Ciencia, tecnología y sociedad. Tecnos, Madrid 1996, p. 23.
[81] Neil Postman, Tecnópolis, Eds. El Salmón, 2018, p. 24. (La edición original de este importante libro es de 1992.)
[82] Antonio Diéguez, “Tres tópicos sobre la tecnología que conviene revisar”, The Conversation, 20 de junio de 2020. Señala también el catedrático de la Universidad de Málaga: “Un país puede optar por desarrollar energía nuclear o renovable. Cualquiera de las opciones tiene consecuencias diferentes. La energía nuclear exige un control político y técnico centralizado (una central no puede ponerse en manos de un ayuntamiento), algo que no exigen las renovables. Podrían multiplicarse los ejemplos (robots sexuales, armas autónomas, algoritmos para seleccionar empleados). Si a ello añadimos que los centros de poder tienen también sus preferencias a la hora de disponer de sus artefactos, es fácil ver que la neutralidad de la técnica solo se cumple en los niveles más básicos; en los del martillo”.
[83] Evgeny Morozov, “La Red nunca fue un paraíso”, El País, 5 de mayo de 2019.
[84] Así, por ejemplo, en Gran Bretaña durante el verano de 2020. La pandemia de coronavirus hizo cancelar los exámenes de selectividad (A-Level), y la Oficina de Regulación de Calificaciones y Exámenes (OFQUAL por sus siglas en inglés) fijó un algoritmo para determinar las notas de los estudiantes basado en ciertas estadísticas. Pero, como sucede en tantos casos, en el juego de la supuesta meritocracia los dados estaban cargados: “Ese algoritmo acabó rebajando al menos en un 40% de los casos las evaluaciones de los profesores porque en el cálculo pesaba menos el historial individual de cada estudiante y el juicio de sus docentes que otros factores externos, como la calidad del centro educativo. Es decir, que ninguneaba a los estudiantes brillantes de escuelas con un currículo de bajo rendimiento. Los de menores recursos” (Patricia Tubella, “Los estudiantes derrotan al algoritmo de Johnson”, El País, 19 de agosto de 2020). La intensa movilización de los estudiantes británicos forzó al Gobierno a retirar el injusto algoritmo.
[85] Neil Postman, Tecnópolis, Eds. El Salmón 2018, p. 157. (La edición original de este libro clave es de 1992.)
[86] Isabelle Stengers, Au temps des catastrophes, La Découverte, París 2009, p. 45.
[87] “El territorio y la geografía, lejos de perder relevancia, adquieren una centralidad inusitada en el capitalismo digital. No hay desterritorialización ni inmaterialidad alguna en la economía política de los datos. El mundo digital requiere una infraestructura de cables, servidores, antenas y soportes de todo tipo que muestran que ningún software funciona sin hardware. Su funcionamiento se alimenta con un gasto de energía cada vez mayor. El sector de las tecnologías de la información es uno de los que más devastación está provocando en el medioambiente, convirtiéndose en una fuente inagotable de conflictos ecosociales. La población que sufre en mayor medida este deterioro ecológico y social es la más pobre a escala global. La fabricación de los diferentes componentes y soportes tecnológicos ha propiciado un extractivismo minero fuertemente cruento, sobre todo en África, en el mismo lugar en que Conrad se inspiró al escribir El corazón de las tinieblas. Detrás de la fabricación de los ‘teléfonos inteligentes’ se han montado extensas redes de trabajo en régimen de semiesclavitud y los residuos que generan los dispositivos se acumulan en vertederos tóxicos donde familias pobres tratan de sobrevivir reaprovechando lo que deshecha el despilfarro del consumismo tecnológico. Demasiada desigualdad, explotación, mercantilización y alienación, concentración del poder y devastación social y ecológica asociada a la economía digital como para pensar que su desarrollo nos ha acercado mínimamente a un horizonte poscapitalista. No son las tecnologías las que determinan la evolución del orden social, sino al revés. El capitalismo digital ofrece más de lo mismo, cuando no peor”. Santiago Álvarez Cantalapiedra, “Capitalismo en la era digital”, PAPELES de relaciones ecosociales y cambio global 144, Madrid 2019, p. 10.
[88] Ramón Muñoz, “Vodafone estrena el sábado el 5G en España con la red de Huawei”, El País, 11 de junio de 2019.
[89] Ramón Muñoz, “El mundo que nos espera con el 5G”, El País, 9 de junio de 2019.
[90] Entre nosotros, de manera muy destacada, José Manuel Naredo: véanse sus libros Economía, poder y política. Crisis y cambio de paradigma (Díaz & Pons, Madrid 2013) y Diálogos sobre el oikos. Entre las ruinas de la economía y la política (Clave Intelectual, Madrid 2017).
Ay, esto viene de tan lejos… Por ejemplo (entre decenas de ejemplos posibles), en 1979 Jean Dorst escribía: “En adelante, cada una de las acciones humanas debe ser la transcripción de una filosofía inédita, ya que sin su apoyo los hombres de Estado y los políticos jamás seguirán una línea de conducta conforme con las realidades de la biosfera y, por otra parte, jamás los ciudadanos obedecerán unos reglamentos molestos, aceptando mucho menos un cambio radical en su economía. Unos tanto como otros han de modificar en primer lugar su concepción más profunda acerca de las relaciones entre el hombre y la naturaleza en su plano más elevado…” (Jean Dorst, La fuerza de lo viviente, FCE, México DF 1983, p. 222). Sí, los años setenta eran un buen momento para haber cambiado de cosmovisión…
[91] Tomemos la idea de una religión de los datos de Yuval Noah Harari (Homo deus, Debate, Barcelona 2016, capítulo 11), quien enfatiza los siguientes tres procesos interconectados que supuestamente definirán nuestro futuro: “1. La ciencia converge en un dogma universal, que afirma que los organismos son algoritmos y que la vida es procesamiento de datos. 2. La inteligencia se desconecta de la conciencia. 3. Algoritmos no conscientes pero inteligentísimos pronto podrían conocernos mejor que nosotros mismos” (p. 431). El gran punto ciego de toda la reflexión de Harari –que también caracteriza a la ideología dominante en nuestras sociedades- es su completo desconocimiento de los problemas de límites biofísicos…
[92] Véase Ugo Bardi, Los límites del crecimiento retomados, Catarata, Madrid 2014. Ramón Fernández Durán y Luis González Reyes, En la espiral de la energía, Libros en Acción/ Baladre, Madrid 2018. Jem Bendell, Deep Adaptation, IFLAS Occasional Paper 2 en www.iflas.info , 27 de julio de 2018 (véase también http://rebelion.org/noticia.php?id=264643 ). Nafeez Mosaddeq Ahmed: Estados inviables, sistemas en colapso. Desencadenantes biofísicos de la violencia política. Editorial RELEE – Red libre Ediciones, Madrid 2019.
[93] Nafeez Ahmed, “Theoretical physicists say 90% chance of societal collapse within several decades. Deforestation and rampant resource use is likely to trigger the ‘irreversible collapse’ of human civilization unless we rapidly change course”, Vice, 28 de julio de 2020. Se basa en un paper de Gerardo Aquino y Mauro Bologna (especialistas en sistemas complejos) publicado en Nature Scientific Reports en mayo de 2020: “Deforestation and world population sustainability: a quantitative analysis”, 6 de mayo de 2020.
[94] Yorgos Kallis, “La necesidad del decrecimiento en tiempos de pandemia”, eldiario.es, 26 de mayo de 2020.
[95] Jorge Riechmann, Gente que no quiere viajar a Marte. Ensayos sobre ecología, ética y autolimitación, Catarata, Madrid 2004, p. 179-194.
[96] “Para poner un poco en perspectiva la situación política en la que nos encontramos… Hace solo veinte o treinta años la implantación de algo como el 5G hubiese provocado una contestación muy considerable Hoy, si hay protestas, es para que lo desplieguen más rápido…”https://twitter.com/lacaiguda/status/1166464511320215553
[97] Esto me ocurrió personalmente tras la publicación de nuestro artículo-manifiesto “La necesidad de luchar contra un mundo ‘virtual’. Contra la doctrina del shock digital” en la revista digital ctxt, el 3 de mayo de 2020. Arreciaron en Twitter los ataques desde sectores, en principio, políticamente cercanos: “Qué pena y qué cabreo ver a mi hasta hace poco admirado Jorge Riechmann y a tantos otros compañeros de luchas y pensamiento enfundarse el gorrito de papel albal”, se lamentaba uno; otro conjeturaba que se trataría de un “brote abrupto de lumpen-leninismo pachamamista, fruto de la ansiedad del momento y sus ilusorias ventanas de oportunidad”; un tercero reprochaba “primitivismo magufo”… Etc, etc.
[98] El País, 2 de enero de 2020.
[99] Véase por ejemplo Joaquín Estefanía, “Recuperación o metamorfosis”, El País, 26 de julio de 2020.
[100] “Digitalización hipotecada”, editorial de El País, 27 de agosto de 2020.
[101] Luis González Reyes, “Incendios en Australia, tormenta DANA, covid-19 y crisis económica. ¿Qué nos dicen cuatro sucesos extremadamente raros en pocos meses?”, Público, 27 de mayo de 2020.
[102] Ronald Wright: “Las mismas causas de la prosperidad de las sociedades en el corto plazo, especialmente nuevas formas de explotar el medio ambiente como la invención de la irrigación, conducen al desastre en el largo plazo debido a complicaciones que no se pudieron prever. A esto lo llamo «la trampa del progreso» en el libro Breve historia del progreso.” Citado por Chris Hedges, “El mito del progreso humano”, Rebelión, 19 de enero de 2013.
[103] ¿Cómo pensar esta cuestión? Por ejemplo, de la mano de Richard Heinberg: “Hemos apostado todo nuestro futuro a la electricidad y la electrónica. Las comunicaciones, el procesamiento y almacenamiento de información se han digitalizado. Eso significa que si la Red se cae hemos perdido la civilización por completo. No creo que podamos mantener las redes mundiales a escala actual sin combustibles fósiles, pero puedo imaginar la posibilidad de un proceso de retroalimentación mediante el cual, a medida que el consumo de población y recursos se reduce, el mundo digital también lo hace, hasta que sea lo suficientemente pequeño como para ser alimentado por electricidad renovable generada con un daño ambiental mínimo y aceptable…” Heinberg citado por Demián Morassi en “Planet of the Humans: renovables a debate (y la película también)”, revista15/15\15, 29 de mayo de 2020.
[104] George Orwell, El camino de Wigan Pier, Destino, Barcelona 1976, p. 208.

Fuente: https://www.15-15-15.org/webzine/2020/09/07/decrecer-desdigitalizar-quince-tesis/ (Una versión anterior de este texto se publicó en la revista Ábaco 103 —monográfico sobre Digitalización, robotización, empleo—, verano de 2020, p. 40-63. ISSN 0213-6252.) Imagenes: Imagen original: Geralt, en Pixabay.Mohamed Hassan. Fuente: Pixabay.Geralt. Fuente: Pixabay.LoboStudioHamburg. Fuente: Pixabay. Brady Izquierdo.




 

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