El agujero en la capa de ozono ha crecido por tercer año consecutivo
El agujero en la capa de ozono que se forma anualmente en la atmósfera sobre la Antártida, ha crecido por tercer año consecutivo. En su pico más grande, el agujero alcanzó 26,4 millones de kilómetros cuadrados, un área más grande que la registrada en 2015. Sin embargo, los científicos parecen no estar preocupados y han dicho que no todo son malas noticias (???)
Formación de ozono en la atmósfera
El ozono forma parte natural de la atmósfera terrestre, se genera en la capa conocida como estratosfera y está formado por tres moléculas de oxígeno. Constituye una capa muy delgada en el ambiente, pero es de suma importancia ya que es la encargada de absorber la radiación ultravioleta UV más dañina que llega a nosotros desde el Sol.
En ese sentido, la capa de ozono se encarga de mantener la vida en la Tierra intacta, sin que sufra estragos de la potente energía que choca con el planeta a diario, específicamente de la radiación UV.
Cuando la radiación ultravioleta choca de lleno con la atmósfera, las moléculas de oxígeno (O2) que están compuestas por dos moléculas de oxígeno, tienden a separarse. Entonces quedan suspendidas en el aire moléculas sueltas de oxígeno que más tarde se unen a las restantes de O2, formando un compuesto de tres moléculas de oxígeno (O3) que recibe el nombre ozono.
Contaminantes que dañan la capa de ozono
En la década de 1980 los científicos descubrieron que la capa de ozono estaba atravesando por un desgaste importante, sobre todo en la región de la Antártida donde se había creado un enorme agujero debido al uso de ciertas sustancias químicas.
Aunque el ozono se genera y luego se destruye de manera natural en la atmósfera, la contaminación proveniente de actividades antropogénicas, hace que sea más rápida la destrucción del ozono, al que no le da tiempo de volver a recuperar sus números necesarios para mantener la Tierra a salvo de los UV.
Las industrias que más dañan a la capa de ozono, son las que utilizan cloro y bromo, como es el caso de los aires acondicionados y algunos sistemas de refrigeración. Las moléculas de cloro que llegan hasta la estratosfera, reaccionan con el ozono y dan como resultado una molécula de monóxido de cloro, que se conforma por una molécula de cloro y una de oxígeno; además, también de la reacción se desprende una molécula de O2. Pero lo más preocupante es que luego el monóxido de cloro vuelve a descomponerse, liberando de nuevo el cloro que vuelve a reaccionar con más moléculas de ozono, volviéndose un círculo vicioso.
Según la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos, un solo átomo de cloro es suficiente para destruir un total de 100 mil moléculas de ozono, antes de que el cloro desaparezca de la atmósfera.
El agujero en la capa de ozono
Aunque desde la década de 1980 se sabe que existe un agujero en la capa de ozono sobre la Antártida, la mayor extensión de este se presentó en 2006, según la NASA. Pero desde entonces se han estado cambiando las leyes para evitar el uso de ciertos contaminantes que dañan profundamente la estratosfera y poco a poco se ha ido logrando cerrar cada vez más el agujero.
Durante 2022 el agujero volvió a aparecer, con un área de 26,4 millones de kilómetros cuadrados que es más grande que el agujero visto en 2015, cuando se mostraron los niveles más bajos de ozono desde 2006. Sin embargo y aunque por tercer año consecutivo el agujero ha crecido, parece que los datos no preocupan demasiado a los científicos, quienes dicen que la tendencia sigue siendo a la baja. Según Paul Newman, director científico de la Tierra del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA, dice que es un poco peor este año solo porque hizo un poco más de frío”. Acorde con Newman, una atmósfera fría es exactamente lo que necesitan las moléculas de cloro para destrozar con mayor rapidez a la capa de ozono.
Vista en falso color del ozono total sobre el polo antártico. Los colores morado y azul son donde hay menos ozono, y los amarillos y rojos son donde hay más ozono. Crédito: Centro de Vuelo Espacial Goddard, NASA.
Fuente: Ecoosfera.org