Consumismo, la mala madre de muchos de nuestros males

Consumo es una palabra que deriva del latín: cosumere y cuyo significado es gastar o destruir.
Una vez que algo ha sido consumido, cualquiera sea el producto, entendiendo por consumir el hecho de gastar o destruir para satisfacer necesidades o deseos, ese “algo” dejará de existir, al menos con sus características originales. Entonces, se convertirá parte en un residuo y parte en una necesidad satisfecha o, en el peor y mas común de los casos, en un deseo cumplido.
Casi todos los procesos de destrucción ambiental comparten una misma causa: el consumo excesivo e irresponsable.
En la sociedad de consumo en la que vivimos, todos y cada uno de nosotros jugamos un doble papel. Somos víctimas y victimarios. 
Recibimos cada minuto desde que abrimos nuestros ojos por la mañana, hasta que los cerramos por la noche, un constante bombardeo de la industria publicitaria que nos incita a consumir, que intenta generarnos nuevas adicciones, necesidades, deseos. Que prácticamente nos obliga a consumir productos y servicios cuya gran mayoría son para nosotros totalmente innecesarios.
Pero también permitimos que eso suceda, porque si bien hay casos en los que las opciones son bastante complicadas de conseguir, o son antieconómicas o de baja calidad, también son muchos los casos en los que mansamente, como corderos de un rebaño, nos “dejamos convencer” por el anuncio publicitario.
El modelo industrial-consumista ha conducido a que las economías de los países mas pobres dediquen gran parte de sus recursos, humanos y naturales, a la satisfacción del enorme consumo de las sociedades más industrializadas, incluso dejando de satisfacer las necesidades fundamentales de sus propias poblaciones. 
La sociedad de consumo es a todas luces ambientalmente insostenible, ya ni siquiera puede sostenerse sobre la desigualdad entre norte y sur, que hizo duramente muchos años las veces de compensadora de la presión sobre los recursos naturales que ejerce el consumo excesivo de los países mas ricos. Este consumo implica un aumento constante de la extracción de recursos naturales, que se están agotando, y del consiguiente vertido de residuos que ha colmado ya hace años la capacidad de absorción del planeta. 
Queda bien claro entonces por qué sería imposible que los países industrializados permitieran un aumento en la capacidad de consumo de los mas pobres. Si la mayoría de la población mundial alcanzara un nivel de consumo similar al de los países industrializados, recursos de primera necesidad se agotarían para todos, en poco tiempo.
Las consecuencias sociales y ambientales del consumismo están a la vista de quien las quiera ver. Crecientes desigualdades sociales, sobreexplotación de la naturaleza y generación insostenible de residuos.
Desde nuestro lugar, tenemos la obligación ética y moral de convertirnos en consumidores responsables y fomentar un consumo responsable. Para ello debemos informarnos sobre los productos y servicios que consumimos y tomar conciencia del poder de cambiar las cosas que tenemos como consumidores/as..
Ricardo Natalichio (ECOPORTAL)

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