Arte : “Las vanguardias, viejas, se repiten como los viejos rockeros con artrosis, ridículas en sus pretenciosas aspiraciones”

El arte, pero también el no-arte, se ha fosilizado en una suerte mercadotécnica, nostálgica y sin una raíz sólida para fomentarse, sin caer en un credo o sermón cultural institucionalizado. Del escándalo al museo, la vanguardia se ha convertido en un viejo y trasnochado rockero. El 29 de septiembre de 1999 la prensa internacional recogía la expresión de desaprobación de Rudolph Giuliani, entonces alcalde de Nueva York, al abrir el catálogo de la exposición que pretendía albergar ese mismo octubre el Museo de Brooklyn de las Artes. “El alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, se quedó pasmado cuando recibió en su despacho el catálogo de la exposición que el Museo de Brooklyn de las Artes, uno de los más grandes de la ciudad, se dispone a abrir el 2 de octubre: un cuadro de la Virgen María salpicado con excrementos de elefante y decorado con recortes pornográficos; un cerdo cortado longitudinalmente de la nariz a la cola expuesto en una urna, un busto humano esculpido en sangre congelada…”, decía la nota del día del corresponsal de El País José Antonio Bardajo.

Luis Miguel Barcenilla

“Sick stuff” o material enfermizo. Así describía el mayor la exposición. Sería el principio de un corto periplo administrativo y judicial para preservar el buen nombre de la ciudad o censurarla capando la subvención pública (o responder al pulso político-electoral del momento). Giuliani también dijo eso de “la gente tiene el derecho absoluto de expresar cualquier cosa que quiera expresar, pero no tiene el derecho absoluto de que eso sea financiado por los contribuyentes”. Lo recogió, entonces, The New York Times.

Hablando de forma esterilizada, la exposición Sensation: Young British Artists From the Saatchi Collection fue una serie de obras que a través de la polémica situaron el arte inglés en el centro. Antes había estado en la Royal Academy de Londres, pero solamente se había topado con algunas columnas y unos pocos actos vandálicos. Cuando fue exportada al museo neoyorquino, la explosión publicitaria y el debate ya era costura difícil de cerrar.
La exposición recoge un gigantesco retrato de la calificada por la prensa como “la mujer más malvada de Gran Bretaña”, Myra Hindley. La retratada, en los años 60, había sido autora de la violación y el asesinato de cinco niños cuyos cadáveres luego sepultaron en un humedal próximo a la ciudad de Manchester. Lo hizo junto al conocido asesino en serie Ian Brady. Myra e Ian eran pareja.
Una pintura de lo que parece una Vírgen María negra que descansa sobre lo que parece excremento de elefante. ¿Molestaba que la Vírgen fuera negra o que estuviera soportada por heces? ¿Era una desvergüenza? ¿Provocación? “El escándalo atrae la atención y solo vende si es magnificado y se extiende su impacto mediático, como una especie de publicidad de la perversión”. Son palabras de Ilia Galán, profesor titular de Estética y Teoría del Arte en la Universidad Carlos III de Madrid.
¿En qué momento las vanguardias pasaron a significar ruptura, revolución, cambio, como mera etiqueta mercadotécnica?
 

 En cuanto se vendieron los productos que querían romper el mismo mercado, como la pala de Duchamp y luego tantos otros objetos de escándalo, lo que llamaba la atención, lo que ocupaba lugar en televisiones o en radios, revistas y periódicos, esto propició el aumento de los espectadores. Pero ya el escándalo vendía con los impresionistas, en pintura, o con los románticos, en música y literatura…
Hay otra obra super rompedora: una cama deshecha. Colillas, condones usados, presuntos fluidos corporales, test de embarazo, botellas de vodka. Aquí la molestia está, claramente, en que las botellas están vacías. Supongo. Situémonos en 1997 de nuevo, por favor. Entonces la exposición también mostraba a una serie de maniquíes amorfos con bambas Nike. Narices de pene, cuerpos malformados. Una reproducción del padre muerto del autor, Ron Mueck. Realista, quizá. Pero no tanto como para ganarse el sobrenombre de “el escultor más polémico del momento”.
Hechos no tan pasados. El 11 de mayo de 2018 la prensa deportiva pintaba el futuro de Neymar en el Real Madrid. Falló, lo sabemos hoy. Se queda. No lo hizo. Quim Torra fue designado sucesor de Carles Puigdemont. Se queda. Ah, pues no. Unas horas antes, en una entrevista, Ali al-Qaisi, preso en Iraq, relataba la tortura que había sufrido: “Me ataban las manos en el suelo en posiciones incómodas durante unas 10 o 15 horas. Siempre había mujeres soldado que nos enseñaban los pechos o se tocaban delante nuestro durante el interrogatorio”. Ali sigue: “Una vez incluso trajeron un perro negro que me mordió y me arrancó un trozo del cuello”. Su imagen, con una bolsa negra en la cabeza, con los brazos en cruz pidiendo un milagro, conectado a lo que parecen cables, vestido con un poncho raído y subido sobre una caja endeble, dio la vuelta al mundo.
Ese mismo día, el Museo Guggenheim de Bilbao estrenaba, entre polémica y gritos, Arte y China después de 1989: El teatro del mundo. Una obra que había tenido que hacer las maletas en Nueva York ante la presión de los activistas.

Dentro de la gran exposición se encontraban los animales vivos, y eso hacía golpear más fuerte en los titulares. Dos grandes ternarios con forma de tortuga y serpiente llenos de insectos y reptiles vivos como metáfora de la globalización. Bueno. ¿Y cerdos pintados y filmados mientras mantienen relaciones sexuales?
A case Study of Transference es la presunta obra de arte. Un vídeo del artista Xu Bing que recoge una supuesta performance realizada en 1994 en una granja en China en la que se muestra a dos cerdos pintados con letras latinas y chinas apareándose en medio de una multitud que les observa. Otro vídeo criticado en la muestra es Dogs That Cannot Touch Each Other, en la que se ve a varios perros sujetos con arneses. Las dos filmaciones fueron retiradas de la exposición en Nueva York.
¿Libertad de expresión? ¿arte vanguardista? El Guggenheim decía: “Nos parece muy bien que cada uno exponga sus opiniones, pero nosotros tenemos el derecho de defender la libre expresión artística”. Ah.
¿A qué elemento del sistema siguen respondiendo las exposiciones artísticas (o cuasi artísticas) que se reconocen mediática o socialmente como vanguardia?


Al que ha de venderse a los números, a grandes públicos, a costa de lo que sea, prostitución cultural hoy desarrollada con bastante naturalidad en demasiadas instituciones. Cantidad sí, poco importa la calidad.
Presente. “El cuerpo humano como nunca lo habías visto”. En letras mayúsculas. Quizá tipografía Impact. No, Arial negrita. “Compra flexible: si cambias de planes te devolvemos el dinero”. Visitas escolares. “Anatomía de la vida”. Parece un anuncio a la entrada de un poblado norteamericano, pero es la página web oficial de Human Bodies. Se trata de una exposición de, al menos, 12 cuerpos y más de 150 órganos humanos. Reales, que tuvieron vida en algún momento. Aunque sea fugazmente.

No es arte, no pretende serlo. Así reconocen los responsables de la muestra. ¿Pero quién decide qué es arte y qué no lo es? La vocación de Human Bodies es la de ser una herramienta para el aprendizaje. El director de la exposición, Luis Ferreiro, decía que Human Bodies “es una experiencia didáctica” para todos los públicos, ya que la exposición suscita interés a todas las edades. ¿Interés? Como decíamos ayer, desde Human Bodies pretenden alejarse de la vacuidad del arte y se aferran al didactismo para justificar la exposición: “Sin duda, la exposición recoge y pone de relieve la belleza, única, del cuerpo humano y permite conocer de un modo antes reservado solo a científicos y expertos, el aspecto de órganos tan bellos y sofisticados como el corazón o el sistema sanguíneo, pero no es ni pretende, en absoluto, ser una exposición artística”.
¿Qué didactismo puede albergar una obra con cuerpos humanos reales?
Si es para investigadores de medicina, como sucede con algunas exposiciones chinas, puede ser relevante; desde el punto de vista estético puede tener interés para muchos, aunque es un paso más, límite, hacia el morbo, como lo era, y todavía peor, la estética del Circo Romano o las ejecuciones y las atroces Comedias Tusculanas. El problema es que son cuerpos de personas, no simples objetos elaborados por la fantasía. La ética no debería olvidarse.
Gunther von Hagens, científico anatomista y artista, laureado con el sobrenombre de ‘Doctor Muerte’, se pasea por el mundo con Body Worlds, una exposición (esta sí, abiertamente) artística donde se velan cuerpos humanos. 

La autoexplicación no dista ni una coma de la de Human Bodies: “Una oportunidad única de explorar la asombrosa biología y filosofía de la salud humana y los dramáticos efectos de las enfermedades”. Esta “morgue móvil” se exhibió por primera vez en 1995, en Tokio, y ya ha recorrido más de 35 países. En Rusia se han arremangado: van a investigar si es legítimo exponer cuerpos humanos en un museo.
Fetos en formol, que antes solamente podían observar alumnos de medicina. Una embarazada momificada, un cuerpo momificado, dos, tres, unos pulmones, otro par, un corazón. Así hasta doce humanos al vacío. Plastinados. Los doce, son visitados por niños y niñas, recibiendo a “miles de escolares cada mes”. De hecho, señalan desde Human Bodies que la visita “está integrada en las escuelas catalanas y exenta de polémicas”.
Más explicaciones. “El equipo educativo y científico médico de Human Bodies ha configurado la exposición de modo que la totalidad de órganos que la componen se muestran con el mayor de los respetos a los donantes de los mismos y, a su vez, hacia nuestros visitantes, y con una finalidad meramente pedagógica”, explican los responsables de la exposición.
Jugando al tenis, fútbol o baloncesto. Así están los cuerpos, que mantienen la fibra muscular rosa, en la exposición del Doctor Muerte. También a rugby o ajedrez. Uno toca un saxofón. Huesos, intestinos. Lo que parecen globos oculares, también. Costillas. Muchas costillas.
¿Qué es un Miró al lado de un cuerpo embalsamado? No habrá respuestas. Los medios de comunicación sacan notas donde los agrupan juntos, los amontonan. Hacen agendas culturales, enseñan la hoja de ruta turística, se ensañan. A pesar de que, de forma asumida, al menos uno de los dos no es arte ni cultura, quizá ciencia. 

¿La ciencia de la cultura es arte? 

Tampoco se generará una respuesta aquí. El profesor y poeta Ilia Galán se sienta frente al ordenador y dice: “La clave es aportar algo a la humanidad”. Y sigue tecleando. Pum, pum, taca: “La novedad, unida al escándalo, lo ‘rompedor’, sigue siendo lo que más atrae a los periodistas y por ello ha adquirido tanta importancia. Cuando el arte era para unos pocos, esto no existía de ese modo. Hemos ganado la difusión de las artes, pero podemos peligrar con lo que llama la atención, que no tiene por qué ser lo mejor. Además, ya es difícil romper algo, salvo lo que se usó para romper lo demás: solo quedaría otra vuelta en la tuerca, con obras antifeministas, racistas, etc. Algo quizás no deseable”.
Según Galán, que las vanguardias hayan llegado tan descompuestas y degradadas a nuestros días tiene una raíz, muy vinculada a la dificultad que posee el consumidor-espectador-ojo-que-mira para establecer, en el contexto contemporáneo, una teoría rígida sobre el arte desde la teoría. “Las vanguardias, viejas, se repiten como los viejos rockeros con artrosis, ridículas en sus pretenciosas aspiraciones, pues ya fueron, después de un siglo, y parece que han de llegar tiempos nuevos. La falta de criterios ha llevado a admitir todo igualmente, en una especie de interpretación falsa y estúpida de la democracia. No todo vale igual”.

Las vanguardias son el arte de no proyectar uno presente. Ya en 1985 había quien las definía como arte de masas, “ritual primitivo” para todos. “Quisieran que así fuesen no pocos, parece que en la humanidad, en artes, hemos retrocedido y cada vez somos más primitivos y bestiales”, opina el profesor Galán.
Desde la crítica cultural materialista también se alude a la idea de nostalgia o pastiche, como es el caso de Mark Fisher. ¿Qué hubiera sido del universo sin el paso fugaz Mark Fisher? Los artistas no producen contenido diferente debido a que el capitalismo neoliberal los ha privado de los recursos necesarios. Por otro lado, la destrucción de la solidaridad y la seguridad por parte del capitalismo habría llevado a los espectadores a preferir lo ya conocido. Esa es la lectura de Fisher. ¿Y la de Ilia Galán? “Nunca hemos tenido a mano tantos recursos para producir arte, cada cual puede hacer fotografía, pintura, cine, literatura, música, etc., gracias al sistema educativo y a la generalización de las máquinas de sonido e imagen. Donde no hay tantos recursos es en la distribución, pero tampoco es tan cierto, pues por las redes sociales pueden burlarse los medios tradicionales. Eso sí, hay temor ante el desmoronamiento de la sociedad del bienestar y la falta de seguridad que pueden llevar a agarrarse a lo conocido, a un pasado que se estima mejor que un temible futuro”.
Es definitiva, sí. Las vanguardias “pueden ser hoy una forma de nostalgia”, pero además “incluyen un desconocimiento profundo de la historia de las artes, porque los movimientos pasan, como las estaciones”.
Pese a la desacralización del arte en general, las instituciones públicas siguen promoviendo la cultura como si una nueva religión se tratase. ¿A qué se debe este desajuste? ¿Tiene solución?
Los Estados antes se apoyaban en la religión; una vez han dejado de hacerlo, sus fundamentos se clavan, junto a la persistente tradición, en la educación, la filosofía democrática y la cultura en la que las artes son clave. Se ha dejado de ir a misa el domingo para ir al Museo Reina Sofía, en procesión. La gente necesita transcender y soñar; si no tienen un horizonte, tomarán otro o lo inventarán.
¿Cómo se explica que hoy día tengamos un público mayoritariamente educado y, sin embargo, no haya asimilado ni las vanguardias más recientes ni las del siglo XX?
Algunos productos de las vanguardias en diversas artes (poesía automática, música concreta y de los años 60, ciertas instalaciones...) se han quedado en los manuales de los estudiosos. No tienen el peso estético y la fuerza artística como para perdurar. Era una historia falsa la que pretendía consagrar todo lo que escandaliza y pasa. Muchas vanguardias quedarán como retaguardia, residuos de un siglo convulso, más para el estudio que para el deleite de los amantes de las artes. No es problema de la gente, es un problema de ciertas obras, a veces sin contenido o sin forma relevante que aguante.
Parafraseando a Octavio Paz, la ruptura con la tradición es la tradición de la ruptura, ¿es la tradición continuidad y la ruptura negación del pasado?
Pero la ruptura de la ruptura puede ser la vuelta a la tradición. Ahora, la continuidad es una negación del pasado y la ruptura con tantas rupturas podría constituir una conciliación con la historia de la humanidad. El arte, durante milenios, se ha desarrollado al margen de rupturas y revueltas, bastan sus contenidos en formas magistrales vestidos para transmutar en lo hondo mentes y corazones. Vivimos entre nuevos dogmas, nuevos tópicos, neoinquisidores.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/arte/exposicion-human-bodies-vanguardias- - Imagen de portada: Un detalle de la exposición ‘Human Bodies’ en Barcelona. Foto: Luis Ferreiro (Musealia).

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