El grito de la Tierra: Extractivismo en Ecuador

Hay un cuadro, «El grito», de Edward Munch (1893), que representa una figura andrógina en medio de un sendero de vallas, el humano moderno universal se toma la cara y emite un grito de angustia y desesperación; al fondo dos figuras difusas caminan ausentes; arriba, el cielo arremolinado está teñido de rojo, y abajo la tierra y el mar también se retuercen, en eco al grito humano. Hay cuatro versiones del cuadro pintado por Munch. Quizás ahora habría que pintar una nueva versión, darle la vuelta, colocar en el centro, en primer plano, el grito de la madre-naturaleza y ver atrás a los humanos marcados, en un lado, por la indiferencia, mientras la multitud se retuerce azotada por el huracán de las epidemias y los cataclismos del cambio climático.

Por Napoleón Saltos Galarza


Algunos han tratado de trasmitir la palabra de Gea, para que la oigamos. Hablan los pueblos originarios. Habla el Pueblo Misak del Gran Cauca, “Convocamos a trabajar por la descolonización de la palabra, la acción, los corazones y la descolonización de la tierra y el territorio. (…) Recuperar la tierra para recuperar la vida digna”. (Pueblo Misak, 2021)

Habla el Pueblo Kichwa de Sarayaku: “Nuestras principales divinidades, Amazanga y Nunguli, nos recuerdan que de la selva solo debemos aprovechar lo necesario si queremos tener un futuro. Nunca han aceptado que cazásemos más de lo permitido o que sembrásemos sin respetar las reglas del Ukupacha y el Kaypacha. Sus iras, complacencias y sabidurías nos han sido reveladas a través de nuestros sabios y mujeres, quienes nos han enseñado acerca de los secretos para alcanzar la armonía de uno consigo mismo y con la naturaleza, nuestra máxima del Sumak Kawsay.” (Pueblo Sarayaku, 2014, pág. 77)
Nos habla la música. La canción de la tierra de Gustav Mahler (1907-1908) puede recorrer, desde el primer movimiento, la dicotomía entre la infinitud de la tierra – El firmamento es eternamente azul, y la tierra / permanecerá inmutable largo tiempo, se llenará de flores en primavera – en contraste con la vida humana efímera – Pero tú, hombre, ¿cuánto tiempo vives tú? / Sombría es la vida, oscura es la muerte -. Hasta volver, en el último movimiento, a la armonía consigo y con la tierra, el retorno – Hago camino hacia la patria, hacia mi hogar. / Ya nunca más vagaré en la lejanía. / Mi corazón está tranquilo y espera su hora -; y entonces puede fundirse con la tierra – ¡La querida tierra florece por todas partes en primavera y se llena de verdor / nuevamente! ¡Por todas partes y eternamente resplandece de azul la lejanía! / Eternamente… eternamente…
El 6 de agosto de 2021, la ONU publica el informe «Cambio climático 2021», donde señala que el tiempo se agota, algunos cambios son irreversibles y afectan al sistema climático, “las olas de calor, las lluvias torrenciales, las sequías y los ciclones tropicales, se han vuelto más frecuentes y graves.” Adelanta para el 2040 el rebasamiento del aumento de 1,5°C. (ONU, 2021)
Pero no hay oídos que escuchen. En contraposición, el Informe de la ONU señala que “los esfuerzos colectivos están muy lejos de lo requerido por la ciencia para limitar el aumento de la temperatura global a finales de siglo a 2 grados C, y más lejos aún de lo requerido para lograr el objetivo deseado de menos de 1,5 grados C.” (ONU, 2021)
Y no es que los grandes poderes y sus tanques de conocimiento desconocen la gravedad de la situación. Más bien hay una respuesta desde la racionalidad cínica. Las alertas acentuadas por la pandemia son vistas como la oportunidad para un Gran reinicio, propuesto por el Foro Económico Mundial y ampliado por las multilaterales, “busca ‘resetear el capitalismo’, poner la naturaleza en el corazón del nuevo sistema y establecer ‘un nuevo contrato social para honrar la dignidad de cada ser humano’” (El Orden Mundial, 2021), readecuar el modelo económico sin afectar sus fundamentos, en un poderoso juego de instrumentalización de la ciencia y la inteligencia artificial, y de absorción de las propuestas de cambio impulsadas desde abajo, la economía verde, las diversidades de género, las demandas de equidad.

Como es afuera es adentro. 

El pueblo de Cuenca habló en la Consulta del 7 de febrero de 2021 sobre la disyuntiva entre el agua y la minería, el 80,4% de la gente dijo SÍ al agua y a la vida. Pero las mineras y el Estado no dan paso a la ejecución de la voluntad popular y buscan caminos torcidos para al retorno de las mineras. El pueblo de la parroquia de La Merced de Buenos Aires resiste ante la invasión de la empresa HANRINE, subsidiaria en Ecuador de la australiana Hancock Prospecting, que intenta entrar a la comunidad, a pesar de que un Informe de 2020 de la Contraloría señala que la concesión fue otorgada cuando el catastro minero estaba cerrado. Nueve niñas de la Amazonía, algunas con padecimiento de cáncer, hicieron escuchar su voz y, el 26 de enero de 2021, la Corte de Justicia de Sucumbíos ordenó eliminar la quema de gas de 427 mecheros que operan desde hace cinco décadas. Pero todavía se detiene el fallo de reparación integral y la Empresa petrolera no ejecuta la sentencia.
En los mismos días en que la ONU alertaba sobre el cambio climático irreversible, el Gobierno de Guillermo Lasso, en medio de un discurso vacío de la “transición energética”, emitía dos decretos extractivistas: el 7 de julio de 2021, firmó el Decreto 95 con la nueva política hidrocarburífera, apunta a pasar de 500 mil a 1 millón de barriles diarios de explotación, mediante el paso de contratos de prestación de servicios a contratos de participación, lo que implica la ampliación de la frontera petrolera, la sobreexplotación de los campos actuales, una nueva invasión del Yasuní, y la agresión contra la biodiversidad y los territorios de las comunidades. Y el 5 de agosto de 2021, firmó el Decreto 151 sobre el Plan de Acción Minera, que abre una ofensiva minera, bajo el argumento de las bondades de la minería legal y de las tecnologías limpias. La norma constitucional sobre los derechos de la naturaleza desaparece ante el discurso de las mineras y el gobierno para obtener fondos ante la crisis.
El grito de la tierra no es escuchado arriba, el ruido de los negocios acalla la voz. Los escuchadores están abajo y afuera, cerca de la madre tierra, en los territorios indígenas, en las tierras de las comunidades indígenas, en los anhelos de nuevas generaciones que empiezan a asumir la conciencia de un tiempo que se agota y la urgencia de la conversión de la humanidad para cuidar la Casa común.
Los Hopi no tienen un vocablo que signifique hablar, la palabra empleada significa a la vez hablar-escuchar, no tiene sentido separar, están juntos, para que alguien hable hay alguien que escucha. El mal empieza cuando se rompe este lazo, palabras vacías, vaciadas, oídos sordos, insensibles, la separación de las palabras y las cosas. El grito de la tierra ha de ser escuchado para recuperar el camino de la vida.
El paso inmediato es disputar el sentido del cambio civilizatorio que vivimos, juntar las resistencias, las visiones, los anhelos, las estrategias, las prácticas alternativas, los sentimientos; acompañar cada lucha para enfrentar el triple dominio del sistema capitalista-colonial-patriarcal; escuchar las voces, cuidar las semillas que germinan desde lo local para ir tejiendo solidaridades nacionales, regionales, universales. Como dice el pueblo Misak, recuperar la tierra y la memoria para recuperar todo.

Fragmentos de la nota publicada en  Rebelión.org  - "Tamia Sisa" (Flor de lluvia, pueblo Sarayaku), de Vanessa Jaramillo. «Recuperar la tierra y la memoria para recuperar todo.» -Pueblo Misak del Gran Cauca

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