Las trampas del “cero neto” y la geoingeniería
Más de 1500 empresas transnacionales, incluidas las mayores petroleras y automotrices, las empresas de agronegocios y alimentarias, las mayores financieras y gestoras de activos, las gigantes tecnológicas, han anunciado que alcanzarán estas “cero emisiones netas” entre 2040 y 2060.
El hilo rojo con que los grandes contaminadores nos quieren hacer creer que están actuando para enfrentar la crisis climática es el concepto “cero neto”. Se refiere a que en lugar de reducciones reales de las emisiones de los gases con efecto de invernadero (GEI), se puede seguir aumentando las emisiones si se las “compensa” con medidas tecnológicas o de mercado. Sin cambios reales, plantean hacer sumas y restas que resultarían en cero emisiones “netas”.
Más de 1500 empresas transnacionales, incluidas las mayores petroleras y automotrices, las empresas de agronegocios y alimentarias, las mayores financieras y gestoras de activos, las gigantes tecnológicas, han anunciado que alcanzarán estas “cero emisiones netas” entre 2040 y 2060.
Esta lógica se basa en tres pilares: las llamadas “soluciones climáticas basadas en la naturaleza”, que incluyen desde megaplantaciones y monocultivos a la apropiación, conversión y/o redefinición de todo tipo de áreas naturales y agrícolas como áreas prioritarias de captura de carbono; una serie de técnicas de geoingeniería (que aún no existen) desplegadas a gran escala para captar carbono o reflejar la luz solar para bajar la temperatura; nuevos mercados de carbono para comerciar créditos de carbono en suelos agrícolas, mares y humedales, junto a mercados de “compensaciones” por contaminación ambiental y destrucción del clima y la biodiversidad.
Cada pilar conlleva serios problemas. Por ejemplo, usar más tierras y bosques de los que hay disponibles en el planeta, no funciona para enfrentar la crisis climática pero alienta una ola global de acaparamientos y desplazamiento de comunidades de sus territorios.
Justamente, como saben que no será suficiente, muchos de los mismos actores impulsan desde ahora también peligrosas nuevas tecnologías para “aumentar la capacidad de la naturaleza” para absorber carbono (por ejemplo manipulación genética de cultivos, árboles, microbios del suelo) y para captar carbono de la atmósfera con geoingeniería. Además de que al presentarlas como tecnologías climáticas esperan recibir importantes subsidios públicos, también trabajan en la perspectiva de nuevos mercados de carbono que incluyan estas actividades.
Qué es la geoingeniería
La geoingeniería se refiere a un conjunto de propuestas técnicas para intervenir a gran escala el sistema climático del planeta. Estas propuestas, aún estando muy poco desarrolladas, han adquirido un lugar importante para el afincamiento del engañoso concepto de “cero neto”. Gobiernos y corporaciones apuestan a que podrán hacer una remoción masiva de dióxido de carbono de la atmósfera por medios tecnológicos, con técnicas de geoingeniería.
Por ejemplo, varios países de América Latina planean la construcción o mejoramiento de infraestructura para la captura y almacenaje de carbono (CAC). El desarrollo de otras propuestas de geoingeniería como la captura directa en el aire (CDA) y la bioenergía con captura y almacenamiento de carbono (BECAC), también se han incluido en las llamadas “contribuciones determinadas a nivel nacional” de varios países, como acción contra el cambio climático. Pese a ello, no está demostrada la viabilidad de estas tecnologías, que tienen un costo prohibitivo y conllevan graves riesgos y efectos secundarios para la gente y los ecosistemas [1].
Todas las técnicas de geoingeniería destinadas a remover CO2 de la atmósfera requieren gran caudal de recursos: energía, tierra, agua, biomasa y/o minerales. Dichas técnicas tendrían que desplegarse a una escala enorme, de lo contrario no tendrían ningún efecto en el cambio climático.
El desarrollo de las técnicas RDC (Remoción de Dióxido de Carbono) implica por tanto, el establecimiento de nuevas industrias extractivas transnacionales de gran tamaño, que crearán nuevas emisiones de GEI con la construcción de infraestructura y en la cadena industrial de sus actividades.
Estos sistemas de infraestructura reproducirán y/o profundizarán con toda probabilidad los patrones injustos de extracción y explotación de la tierra y de los recursos que ya existen, aumentando los impactos sobre las comunidades afectadas por las industrias extractivas tanto en el Sur como en el Norte global. A gran escala significan impactos devastadores en comunidades y ecosistemas, como acaparamiento de tierras y violaciones a los derechos humanos.
La perspectiva de expandir BECAC —el enfoque de geoingeniería más favorecido por los modelos climáticos— también conduce a la destrucción a gran escala de la biodiversidad y ecosistemas naturales y a su sustitución por monocultivos de biomasa como materia prima para la producción de energía. Se estima que BECAC en particular promoverá la competencia con las áreas de cultivo de alimentos y por tanto la subida de precios de éstos.
En general, la aplicación de la geoingeniería conllevará riesgos devastadores e impactos ecológicos y sociales injustificables. Y es importante recordar que su capacidad para remover eficazmente grandes cantidades de CO2 de la atmósfera no ha sido demostrada en ninguna parte.
Estados Unidos y China invierten en geoingeniería. Es muy preocupante que Estados Unidos y China, los dos mayores emisores de GEI globales, en su declaración conjunta a la COP26 incluyeron la cooperación para “el despliegue y aplicación de tecnologías como captura, uso y almacenamiento de carbono y captura directa de aire” (CAC y CAD).
Esas técnicas de geoingeniería demandan enormes cantidades de energía, agua y ocupación de tierras, por lo que tomadas en su ciclo completo producen más gases de efecto invernadero (GEI) que los que dicen “capturar”. La llamada captura directa de aire se hace con grandes ventiladores que filtran aire y separan el CO2 con solventes tóxicos.Este CO2 se podría volver a usar en combustibles u otros productos, o inyectarlo en fondos geológicos terrestres o marinos, como pozos petroleros. Más del 85 por ciento de los proyectos de captura y almacenamiento de carbono planean inyectar ese CO2 para extraer reservas profundas de petróleo que antes no podían acceder, lo que resulta en mayor extracción de petróleo y nuevas emisiones. Con otros usos intermedios, o emiten más gases de los que dicen capturar o solo posponen por un corto tiempo la re-emisión.
Ambos procesos demandan nueva infraestructura, materiales, transportes y conllevan riesgos de contaminación tóxica: el CO2 concentrado y líquido es tóxico para la vida humana, animal y vegetal, los solventes son tóxicos, etc. La alta demanda de energía resulta en el uso de más combustibles fósiles o de energía nuclear —altamente riesgosa y con desechos radioactivos que persisten miles de años— o en una competencia por el uso de energías renovables que no existen en cantidad suficiente y son necesarias para actividades que eviten las emisiones existentes, no para contrarrestar nuevas.
Es significativo que los principales inversores de ambas tecnologías son grandes petroleras, automotoras y mineras como Chevron, Exxon, Occidental, BHP Billiton, Shell, Total, Volkswagen, que esperan así justificar la explotación petrolera y recibir más subsidios públicos y nuevas ganancias en mercados de carbono, al clasificarlas como tecnologías climáticas.
El concepto “cero emisiones netas” es una trampa letal, una coartada para que los contaminadores del clima y el ambiente no cambien nada y hagan nuevos negocios. Malgasta el poco tiempo que tenemos para enfrentar realmente la crisis climática y promueve las riesgosas técnicas de geoingeniería.
Notas:
[1] Para una lista detallada de las tecnologías y sus impactos, ver Geoingeniería: El gran fraude climático, Biofuelwatch, Fundación H.Boell y Grupo ETC, 2019.
Fuente: https://www.biodiversidadla.org/Revista/111