Conectar con microbios, conectar con la propia existencia: apuntes sobre “Úvula”
Aprendizajes, reflexiones, apuntes e imágenes en torno a Úvula*, investigación artística y filosófica que cruza imagen, poesía y ciencia para especular sobre aquellos seres diminutos invisibles al ojo humano. ¿Qué podemos aprender de nuestra vinculación con lo micro?
Texto por Emilia Insecta
El mundo diminuto de seres se contempla a sí mismo y existe aunque no sea nombrado ni catalogado por el ser humano, que mide a su escala y a sus ojos lo que es visible y lo que no. Todo ese enjambre de bichos y microorganismos existe en un microcosmos independiente de nuestra mirada y es en realidad inmenso: compone gran parte de la materia de Gaia –planeta Tierra– y sus seres habitantes. La ciencia occidental, sus microscopios y laboratorios han logrado capturar extractos de esta vida invisible, una forma de domesticar y colonizar aquello desconocido y de lo que no tenemos ningún control. La medicina occidental, en su afán higiénico, ha creado una serie de mitos respecto a los bichos, la suciedad, los virus. En nuestras casas estamos repletos de medicamentos y productos de limpieza que matan gérmenes y eliminan bacterias como lecciones de lo que está bien y lo que necesitamos para nuestros hábitats. ¿En qué momento la humanidad comenzó a sanitizar satanizar todo lo microbiano? ¿Por qué tememos a los insectos y a las viscosidades desconocidas? ¿Por qué nos sentimos aislados del mundo microbiano?
Estas preguntas gatillaron en mí una relación íntima, profunda, sensorial, poética y amorosa con lo pequeño y un ejercicio especulativo sobre cómo sería una humanidad más bacterial. Descubrí que las células eucariotas que nos componen fueron creadas gracias a la simbiosis entre bacterias, que las teorías evolutivas que suponen la competencia y la selección natural como principales mecanismos de evolución no explican la complejidad de la vida y de la diversidad de especies y que las bacterias son las sostenedoras de nuestra existencia.
Una de mis principales brújulas (o brujas) fue Lynn Margulis (1938-2011), científica que profundizó en la simbiogénesis como forma evolutiva de las especies y cuyo pensamiento cooperativista –y no competitivo– revolucionó las ciencias. Sus ideas no aparecen en los libros de biología del colegio ¡Qué diferente serían esas clases con las ideas de Margulis! Ella insistía a sus estudiantes que salieran de las cuatro paredes, que se embarraran, que comprobaran sus teorías en la misma naturaleza, en el lodo, en los charcos de agua. Así también lo he hecho yo en estos últimos años desde un rincón de la Selva Valdiviana, Región de Los Ríos, y agradezco todo lo que sus seres habitantes, vivos y muertos, han gatillado en mí. Conectar con otros mundos dentro de este gran mundo, con las inmanencias del suelo y el agua, con el compost y sus fermentaciones, es como estudiar el universo, solo que bajo nuestros pies y en nuestra propia piel. Basta solo con detenerse, observar, contemplar, olfatear, olfatearnos. Si activamos nuestros sentidos a lo micro, se nos revela la inmensidad de la materia viva que nos rodea y que nos compone. Somos comunidad con otros bichos y tenemos que aprender a vivir y morir con humildad, como un ser más de este enjambre llamado vida.
pero nosotrxs no podemos sobrevivir sin ellas.
Eternas y comprometidas con la existencia,
aseguran su inmortalidad y la del planeta.
Temer a las bacterias es temer a la vida
(y a nosotrxs mismxs).
Bacterias: primeras habitantes del planeta, hace al menos 3500 millones de años. Identificados como los seres vivos con más talento para reproducirse –nunca mueren, ya que pueden hacer infinitas copias de sí mismas– y con más talento metabólico: pueden nadar, fotosintetizar, vivir solo de hidrógeno, vivir sin oxígeno (anaeróbicamente), fermentar, metabolizar metales. Básicamente, son las inventoras de todas las acciones metabólicas del planeta.
Microbias, promiscuas y transformistas, unas se comen a otras y varias se comen a una y una se come a varias y adquieren las cualidades-poderes de sus devoradas. Se dan de comer a cambio de movilidad y oxígeno. Se amalgaman en tapetes donde cada capa cumple una función que ayuda a la de abajo o la de arriba. Panal sintiente colaborativo sin necesidad de pensarse como tal.
Simbiogénesis: término evolutivo de Lynn Margulis sobre la creación de nuevas células, nuevas especies, nuevos tejidos a través de procesos de simbiosis permanentes e insistentes entre especies. La simbiogénesis produce variación e innovación evolutiva. Los seres se enredan y se colaboran mutuamente. Esto ha demostrado que, al contrario de cómo se ha socializado la evolución de las especies, la competencia por selección natural no es la forma evolutiva primordial y que gran parte del relato sobre la historia de la evolución está influido por las nociones sociales y capitalistas de competencia.
¿Se puede realmente conocer a un ser vivo fuera de su medio, sin sus interacciones con otrxs?
Intra-acción: comprensión de que la otredad no existe en sí misma si no es en la interacción. Los límites físicos de la materia están constantemente creándose. Los cuerpos no sostienen un lugar independiente y autosuficiente: se construyen interactivamente. La materia, por lo tanto, nunca está resuelta. Siempre está radicalmente abierta.
“Mixotricha Paradoxa es uno de estos simbiontes que obsesionaban a Margulis. Este microorganismo, que vive en el estómago de la termita y que le permite la degradación de la madera, es un simbionte donde es posible encontrar al menos 5 tipos taxonómicos de células diferentes en un mismo microorganismo. –¡Cinco tipos de criaturas vivientes generando un microorganismo que vive en el estómago de una termita!–La naturaleza es así, muchxs en uno y uno que son muchxs. El mundo de lo microbiológico permitió la evolución de las células y también es parte constituyente del modo en el que vivimos hoy. Tenemos que despejar binarismos y abrirnos a la posibilidad de que somos ecologías de bacterias cuyos géneros son ejemplos plausibles de que no todo en la naturaleza está escrito en número par”. –Jorge Díaz, biologx transferminista.
Naturaleza torcida: aleatoria, llena de excepciones, mezclas, letal, impredecible, desviada y monstruosa. Lo paradójico es que todo lo monstruoso y lo inmoral se ha catalogado, socialmente, como contra natura. Lo queer, entendido como lo raro, lo torcido, lo extraño, lo que queda fuera de las identidades cerradas, es aplicable no solo a lo humano sino que a toda la gama de seres del planeta. Hay seres y fenómenos inclasificables, fuera del código de los lenguajes humanos.
Íntimas, viscosas, sexuales, en sus cruces está lo inesperado:
el surgimiento de células animales.
Células eucariotas: células que componen gran parte de la gama de seres vegetales, animales, fungis y protistas. Se estima que tienen no más de 2 mil millones y no menos de 600 millones de años de antigüedad. Ciertos organelos de las células eucariotas se originaron por simbiosis: dos organismos procariontes se fusionaron por necesidad, se integraron, continuaron juntos y se convirtieron en organelos de un nuevo tipo de célula. Se caracteriza por tener núcleo y mitocondria, aunque hubo linajes primitivos de eucariotas sin mitocondrias y sus descendientes siguen sin tenerlas, como la ameba pelomyxa, que vive de manera anaeróbica en lodazales sin oxígeno. En su caso, bacterias simbiontes actúan como mitocondrias agrupadas alrededor de múltiples núcleos.
¿Qué es un ser vivo? Pensar el agua, los cerros, la tierra, los minerales, el viento, el fuego como materia aislada, inerte, sin agencia, sin vida, nos ha llevado a desangrar el planeta: todo lo convertimos en cosa inanimada explotable. En la cosmovisión de los pueblos originarios de Abya Yala todo está vivo: el rayo que cae tiene agencia propia, el agua es incontrolable y contenedora de vida, los cerros actúan por sí mismos, el sol y la luna son fuerzas que cumplen funciones como todos los demás seres. El universo en sí mismo es un ser vivo.
* Úvula es un proyecto de la fotógrafa y periodista Emilia Insecta que hoy se encuentra disponible en formato fotolibro, gracias a un equipo humano conformado por la microeditorial Tinta Negra, por el Laboratorio de Biomateriales de Valdivia, por Pandora Lab, la editora de imagen Constanza Araya y Jorge Díaz, biologx transfeminista. El libro está a la venta en Santiago en Metales Pesados y Tienda Nacional; en Valdivia en librería Gatocaulle y se puede consultar en algunas bibliotecas y espacios culturales. También por las redes de @tintanegramicroeditorial. Para profundizar más en el proyecto visita https://linktr.ee/proyectouvula.
Fuente: Revista Endémica: - https://endemico.org/conectar-con-microbios-conectar-con-la-propia-existencia-apuntes-sobre-uvula/ - Todas las imágenes: ©Emilia Insecta