UE 2020: una estrategia imposible para la insostenibilidad y la desigualdad
Por Luis González Reyes
Vivimos en un sistema, el capitalista, que funciona con una única premisa: maximizar el beneficio individual en el menor tiempo. Uno de sus corolarios inevitables es que el consumo de recursos y la producción de residuos no puede parar de crecer. El crecimiento no es una consecuencia posible de este sistema, es una condición indispensable para que funcione. La supuesta preocupación ambiental de la UE es un ejercicio de lavado de imagen y de adaptarse a un mundo en creciente competencia por recursos cada vez más escasos. Además la UE, dentro del marco de una economía que necesita y busca el crecimiento continuo, es imposible que pueda alcanzar la sostenibilidad en un planeta limitado.
Durante la presidencia española de la UE del primer semestre de 2010, el Consejo Europeo tiene previsto aprobar la Estrategia UE 2020, que será la que sustituya a la Estrategia de Lisboa. Esta estrategia marcará las líneas básicas de la política de la Unión durante el próximo decenio. UE 2020 se marca un objetivo claro y nítido: el crecimiento. ¿Por qué éste es el objetivo básico de la Unión? ¿Es posible?
Empecemos por la primera pregunta. Vivimos en un sistema, el capitalista, que funciona con una única premisa: maximizar el beneficio individual en el menor tiempo. Uno de sus corolarios inevitables es que el consumo de recursos y la producción de residuos no puede parar de crecer.
Veámoslo con un ejemplo. Partimos del Banco Central Europeo (BCE), que presta dinero a un tipo de interés. Pongamos que el Santander toma unos millones del BCE. Obviamente lo hace para conseguir un beneficio con ello. Por ejemplo, se los presta a un tipo de interés mayor a Sacyr-Vallehermoso. ¿Para qué le pide la constructora el dinero al banco? Imaginemos que para comprar el 20 por ciento de Repsol-YPF. Sacyr espera recuperar su inversión en Repsol con creces, lo que pasa por un incremento continuado de los beneficios de Repsol. Es decir, que para que Sacyr rentabilice su inversión y le devuelva el préstamo al Santander y éste a su vez al BCE, Repsol no puede parar de crecer. Si no hay crecimiento, la espiral de créditos se derrumba y el sistema se viene abajo. El crecimiento no es una consecuencia posible de este sistema, es una condición indispensable para que funcione.
¿Y cómo crece Repsol? Vendiendo más gasolina (más cambio climático); recortando los costes salariales (como tras la compra de YPF); extrayendo más petróleo incluso de Parques Nacionales (como el Yasuní en Ecuador) o de reservas indígenas (como las guaranís en Bolivia); bajando las condiciones de seguridad (como en la refinería de Puertollano); subcontratando los servicios (como en el transporte de crudo); apoyando a dictaduras (como en Guinea)... Vamos, a costa de las poblaciones de las zonas periféricas y de la Naturaleza.
Mitos y leyendas
Entremos a la segunda cuestión: ¿es posible el crecimiento continuado? Para responder afirmativamente a la cuestión, desde la UE se apela a una serie de mitos.
El primero es el de la desmaterialización, es decir, la afirmación de que nuestra economía puede seguir creciendo reduciendo su consumo material. El principal indicador es el Requerimiento Total de Materiales (RTM), que ha tendido una evolución creciente entre 1983 y 1997 en la UE-15. [1] Además, la evolución prevista es de un incremento importante de la utilización acumulada de materiales, según refleja la Agencia Europea de Medio Ambiente. [2]
Al analizar la composición del RTM de la UE-15 se observa que la gran mayoría (88 por ciento) está compuesta por recursos no renovables, fundamentalmente combustibles fósiles (28 por ciento), metales (23 por ciento) y minerales para la construcción (18 por ciento). [3] Estos datos muestran de forma patente cuál es la base de la economía comunitaria y su insostenibilidad.
El segundo mito es el del desacoplamiento del crecimiento del PIB con el consumo energético. Es verdad que se ha conseguido un aumento menor del consumo energético frente al del PIB, pero en ningún caso han dejado de crecer ambos indicadores. [4]
El tercer mito es el de la eficiencia. Desde la UE se propone que, con la innovación tecnológica, podremos resolver todos nuestros problemas. Nuevamente los datos contradicen los discursos. A pesar de la importante disminución de las emisiones de CO2 por parte de los vehículos en la UE, la reducción se ha visto, sin embargo, desbordada por el impresionante aumento del parque automovilístico. El resultado es un incremento de las emisiones totales por parte de los vehículos europeos. [5] La cuestión no debe ser la eficiencia (o, al menos, no sólo) sino, sobre todo, la reducción.
El último de los mitos que intentan sustentar que podemos seguir creciendo indefinidamente es el de que las renovables nos van a solventar todos los problemas. ¿Solucionaría todos los problemas un coche movido por electricidad de fuentes renovables? Indudablemente sería un avance pero seguiríamos troceando el territorio y perdiendo biodiversidad, perdiendo vidas en accidentes de tráfico o teniendo ciudades diseñadas para los coches y no para las personas. Además de renovables, necesitamos reducción del parque automovilístico. Sin embargo, el problema fundamental es que las fuentes de energía renovable no son suficientes para mantener los niveles de consumo actuales de la UE y hacerlos universales.
En conclusión, el crecimiento continuado no es posible, por lo que esta Estrategia plantea un ejercicio de política-ficción. Para conseguir el crecimiento continuado, la UE se marca varios objetivos:
- 75 por ciento población empleada.
- 3 por ciento del PIB en I+D.
- Objetivo 20/20/20: 20 por ciento de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, con el 20 por ciento de renovables y un 20 por ciento más de eficiencia energética.
Consecuencias de perseguir mitos
¿Por qué estos objetivos en el marco del crecimiento? ¿Qué implican? El incremento de la población empleada tiene que ver con que, para que el crecimiento pueda mantenerse, hace falta introducir más personas dentro del mercado laboral. Esto no quiere decir que entren en condiciones laborales dignas, sino que lo más probable es que los grados de precariedad crezcan.
En concreto, el aumento de la población empleada se refiere principalmente al incremento de mujeres dentro del mundo del trabajo remunerado. Esto va a aumentar la crisis de cuidados que sufrimos actualmente.
Pero, ¿qué es eso de la crisis de cuidados? Varias autoras, como Yayo Herrero, vienen explicando cómo tradicionalmente las mujeres han sido las encargadas de realizar las labores de cuidados imprescindibles para la vida: la alimentación, los afectos, la higiene, la atención a las personas mayores y pequeñas... Son trabajos que han estado situados mayoritariamente fuera de la esfera remunerada. Con la incorporación de la mujer al mercado laboral estas tareas quedan infracubiertas, o son tratadas mediante dobles jornadas por las mujeres o “importadas” desde el Sur a través del trabajo de mujeres inmigrantes (y obviamente quedan infracubiertas en sus lugares de origen). [6]
En resumen, que labores fundamentales para el mantenimiento de la vida quedan desatendidas en el altar del crecimiento. De este modo, deberíamos evolucionar desde una sociedad que se centra mucho en la creación de empleo a una sociedad que se pregunte cuestiones como las siguientes: ¿qué trabajos son socialmente necesarios? y ¿cómo los repartimos de forma equitativa para cubrirlos?
El segundo objetivo coloca a la tecnología como una de las bases del crecimiento continuado de la UE. Para analizar la imposibilidad de que los problemas ambientales y sociales se resuelvan únicamente por esta vía tendríamos que referirnos a los mitos nombrados anteriormente, los de la desmaterialización, desacoplamiento, eficiencia y las renovables. Pero además hay que señalar que esta especialización cada vez mayor en la tecnología se hace a costa de desviar una cantidad creciente de los impactos ambientales a los países del Sur, como se refleja en la “regla del notario”.
A nivel internacional, los países del Sur están especializados, de manera forzada, en la extracción y transformación de materias primas. Estas etapas implican un consumo energético e impactos ambientales en general muy altos. Sin embargo, en la fase final del ciclo productivo, el consumo energético de los productos manufacturados con un alto componente tecnológico, que son los producidos por los países centrales, disminuye. Esto está facilitando que los países del Norte, entre ellos la UE, mejoren algunos de sus indicadores ambientales.
Además el valor en el mercado de los productos manufacturados es mucho mayor que el de las materias primas, lo que José Manuel Naredo y Antonio Valero denominan “regla del notario”. [7] Así, los países enriquecidos lo son porque se ocupan de las fases finales de elaboración y de comercialización de los productos con alto valor añadido y bajo impacto ambiental. Mientras, los empobrecidos se encargan de las fases extractivas y de elaboración con escaso valor añadido, pero con altos impactos ambientales.
Esto queda pantente al analizar los datos, por ejemplo la creciente mochila ecológica de las importaciones de la UE. A la vez que la masa de importanciones de la UE crece lentamente, la mochila ecológica que tienen asociada se dispara cada vez más, demostrando cómo desplazamos nuestra huella ecológica hacia las poblaciones periféricas. [8] Un segundo dato en el mismo sentido es el balance físico de la economía de la UE (la masa de las importaciones menos la de las exportaciones). Su resultado es claramente negativo y sitúa a la Unión como un claro importador de materia. [9]
Importaciones y competencias
Por último, el objetivo 20/20/20 se enmarca en un contexto en el cual la UE está importando el 75 por ciento del petróleo y el 50 por ciento del gas que consume, porcentajes que continúan aumentando progresivamente. Además, como la propia Estrategia resalta, esto se produce en un contexto de creciente competencia por estos recursos clave.
Es decir, que parece que la apuesta por la eficiencia energética y las renovables es más por necesidad que por virtud.
En todo caso, la propuesta de la UE es insuficiente para luchar contra el cambio climático, ya que el IPCC, el panel de científicos y científicas de la Organización de Naciones Unidas, sitúa en un 40 por ciento el margen de seguridad para minimizar la probabilidad de que el cambio climático se dispare. En este sentido, un 20 por ciento se queda muy corto, como también lo haría el 30 por ciento, el porcentaje más ambicioso de reducción de emisiones al que llegaría la UE en el mejor de los casos (y todo ello con “mecanismos de flexibilidad” que reducen en la realidad estos porcentajes).
Es una propuesta hipócrita, ya que las emisinones de la UE deberían incrementarse en un tercio, aproximadamente, si se contabilizasen los bienes producidos fuera de las fronteras de la UE pero que son consumidos aquí. [10]
Por último, para garantizar el crecimiento a través de estos tres objetivos, la Estrategia 2020 se dota de una serie de instrumentos de espíritu neoliberal que aquí no hay espacio para detallar.
A modo de conclusión podemos afirmar que la supuesta preocupación ambiental de la UE es un ejercicio de lavado de imagen y de adaptarse a un mundo en creciente competencia por recursos cada vez más escasos. Además la UE, dentro del marco de una economía que necesita y busca el crecimiento continuo, es imposible que pueda alcanzar la sostenibilidad en un planeta limitado.
Luis González Reyes es miembro de Ecologistas en Acción. Este artículo ha sido publicado en el nº 42 de la Revista Pueblos, junio 2010. http://www.revistapueblos.org
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