Agua que no has de beber...
Por Federico Gabriel Sequeira
Dice Elsa Bruzzone que un informe “elaborado por el Taller de Expertos en Agua Dulce de América del Norte (…) evaluó en 270.000 millones de dólares el costo de modernización de las instalaciones de tratamiento de agua en Estados Unidos, y en 265.000 millones de dólares el costo de renovación de la red de agua potable. La paradoja es que el gobierno norteamericano dispuso en el año 2004 que 500.000 millones de dólares fueran utilizados para el desarrollo de armas químicas, biológicas, bacteriológicas y nucleares, que serán y son probadas en los países en vías de desarrollo o subdesarrollados. Lo hizo en lugar de destinar esa suma a la solución de los problemas de acceso a agua sana y segura que sufre su propio pueblo”.
Hablar del agua, y puntualmente de la situación del agua en el planeta, tiene tantas aristas, que por eso este informe no tiene definido de antemano el número de entregas. Lo que sucederá en el futuro de la humanidad, de la mano del agua, o de las reservas de agua de cada país o cada región, es un tema que ya hoy está dando mucho que hablar.
Podría ironizarse diciendo que la frase del filósofo Heráclito de Epheso tiene hoy más vigencia que nunca en muchos lugares del planeta. En el siglo V AEC (AC), el griego había afirmado que “no nos bañamos dos veces en un mismo río”. Pues bien, hoy ocurre lo mismo, o bien porque a la segunda vez ya está mucho más contaminado, o bien porque se ha secado su curso, desviado por alguna industria.
Sin embargo, ese tono de humor no sirve para desdramatizar una situación que es la que se repite en buena parte del planeta. De los más de 6.250 millones de habitantes de la Tierra, 1100 millones de personas que carecen de acceso al agua potable, a las que habría que sumar otros 2400 millones de personas que no tienen acceso a un saneamiento adecuado. Resultado: casi la mitad de los seres humanos no accede a agua en las condiciones ideales de sanidad, y que garanticen su supervivencia.
El problema está, pero… ¿no tanto? Valga aquí la introducción de una mirada religiosa para invertir la mirada secular. Cuando hace dos años los precios de los alimentos, y especialmente los de productos agrícolas llegaban a las nubes, antes del estallido de la crisis económica mundial, salió a debate el tema de la distribución. Algo que en Argentina es cuestión de debate permanente en ciertos sectores, dado que hay más de 50 chicos que a diario mueren de hambre, cuando se producen alimentos para diez más personas que los habitan el país.
En esa oportunidad, Tzví Grunblatt, rabino y director general de Jabad Lubavitch Argentina, dijo simplemente: “Dios no va a crear al hombre, para luego privarlo del sustento que necesita”. Todo lo contrario de la teoría tan comentada de Thomas Robert Malthus, quien planteaba que el crecimiento de la población iba a dejarnos a los humanos sin alimentos. Pero claro, Malthus era un capitalista hecho y derecho, que nació en 1766, fue discípulo de Adam Smith, y murió en 1834.
Pero, para todos aquellos que prefieran una mirada meramente secular, existe una abundancia abrumadora de datos que iremos desgranando en los sucesivos informes, y que dan cuenta de que los recursos están, sólo es cuestión de distribuirlos con equidad.
Y retomando el tema central, que es el agua, hay que admitir que es cierto el hecho de que hay sectores del planeta donde este elemento es ya un bien escaso, y otros muchos, donde los grados de contaminación de los recursos hídricos son alarmantes. Pero, al invertir la mirada, de un Malthus a un Grunblatt, el resultado muestra que agua hay, y en abundancia. El problema es la ubicación de esas reservas de agua, y los riesgos que entrañará su ubicación, para los países que las contienen. Y esto, no porque sea tan poca el agua que haya que disputársela, sino porque los intereses de los poderosos van por un carril, y las necesidades de la humanidad, por otro.
Caso uno
Dice Elsa Bruzzone(*) en su libro “Las guerras del agua” (1), que un informe “elaborado por el Taller de Expertos en Agua Dulce de América del Norte (…) evaluó en 270.000 millones de dólares el costo de modernización de las instalaciones de tratamiento de agua (en Estados Unidos, claro), y en 265.000 millones de dólares el costo de renovación de la red de agua potable. La paradoja es que el gobierno norteamericano dispuso en el año 2004 que 500.000 millones de dólares fueran utilizados para el desarrollo de armas químicas, biológicas, bacteriológicas y nucleares, que serán y son probadas en los países en vías de desarrollo o subdesarrollados. Lo hizo en lugar de destinar esa suma a la solución de los problemas de acceso a agua sana y segura que sufre su propio pueblo”.
Caso dos
Dice Elsa Bruzzone en su libro “Las guerras del agua”(2): “El Proyecto del Milenio de la ONU (Naciones Unidas) estableció que se necesitaban entre 51 mil millones y 102 mil millones de dólares para lograr el abastecimiento de agua potable. Y, además, de 24 mil millones a 42 mil millones de dólares para saneamiento en el período 2001/2015 para todos los habitantes del planeta. Si sacáramos un promedio, teniendo en cuenta las tecnologías a utilizar para obtener esa meta, nos daría 76 mil quinientos millones para agua y 33 mil millones para saneamiento, lo cual implica un total de 109 mil quinientos millones de dólares para el período determinado. La cifra anual de inversión es de 7 mil trescientos millones de dólares, menos de la mitad de los 17 mil millones de dólares que Europa y Estados Unidos gastan anualmente en comida para mascotas”.
La autora dobla la apuesta con una opinión personal que se suma a los datos incontrastables. Y plantea que “como la solidaridad no existe, se les pide a los países pobres contraer préstamos con los organismos financieros internacionales para solucionar sus problemas. El ser humano ha dejado de ser considerado un sujeto; se ha transformado, al igual que el agua potable, la vida animal, vegetal, la naturaleza y el planeta, en mercadería, cosa, objeto que se compra y se vende de acuerdo a las leyes de oferta y demanda del mercado.
Conclusión
De un extremo a otro. Desde las religiones monoteístas hasta los pueblos originarios. Para todos, y desde tiempos ancestrales, el agua ha sido un elemento fundamental.
Bruzzone cita en su libro dos textos. Por un lado, fragmentos de la carta que el Jefe Seattle le envió en 1855 al presidente norteamericano Franklin Pierce: “Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestra manera de ser (…) Trata a su madre, la Tierra, y a su hermano el Cielo, como si fuesen cosas que se pueden comprar, saquear y vender, como si fueran cuentas de vidrio. Su insaciable apetito devorará la Tierra y dejará tras de sí sólo el desierto”. El otro texto es del Corán, el libro sagrado del Islam: “A través del agua, damos vida a todo”.
Por eso, antes que tomar el conflicto en torno al agua y el futuro de la humanidad en los términos alarmistas de un bien que se acaba, el tema merece ser visto desde la óptica de un bien que existe y que podría estar al alcance de todos, siempre y cuando el mundo se torne más solidario y respetuoso de la vida. A lo largo de una serie de informes, Los Lanzallamas buscará, entonces, mostrar la situación en cada una de las regiones del planeta, haciendo especial foco en la situación de América Latina.
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Federico Gabriel Sequeira, Argentina - Agosto de 2010 - Los Lanzallamas http://textosincendiarios.blogspot.com