Ni una triste sombra quedará




Por Alejandro Yanniello

Año tras año discutimos acerca de la permanencia de la estatua de Roca en la Plaza Expedicionarios al Desierto del Centro Cívico de Bariloche.
Es importante que una comunidad discuta sus diferencias. Más aún aprovechando el bicentenario, donde se recuerda el pasado y se proyecta inevitablemente el futuro.
Pero esta discusión no se limita a una estatua o a una ciudad, sino que en diversas comunidades del país ocurren discusiones similares.
Si bien no podemos huir de nuestra historia, podemos proponer hacia adelante construcciones más  virtuosas e inteligentes. Comunidades que no necesiten colonizar o “convertir” para poder existir. Países o Estados que puedan revisar sus errores y no por eso sentirse desamparados, sentir que ponen en riesgo su identidad.
Siempre es mejor una patria en permanente revolución, una patria en permanente revuelo, en permanente construcción y búsqueda que una patria sacralizada, uniforme.
Y si la intransigencia es por una postura patriota, pensemos que hubo ilustres hombres de Mayo que se atrevieron a pensar de manera inclusiva.
En principio la estatua está en la Plaza Expedicionarios al Desierto. No creo que hayan sido expedicionarios sino más bien conquistadores. Tampoco había un desierto por delante. Hay muchas cosas por debatir.
Ahora leyendo la Carta Orgánica de Bariloche se observa que ésta reconoce la preexistencia del Pueblo Mapuche, taxativamente. Ese texto de reconocimiento plasma en las leyes un deseo manifiesto de cambio y que debería implicar algún tipo de compromiso por parte de la Comunidad y de sus representantes.
Ya sobre la estatua, hay quienes plantean su reemplazo por algún símbolo superador. Otros proponen una consulta al Pueblo. Hay también quienes entienden que la permanencia de la estatua allí es una herramienta de la Memoria.
Pero yo creo que no se debería abandonar la idea de reemplazarla y que nadie que pase por la plaza tenga que bajar la vista, o sentirse conquistador o conquistado.
Y si tanto poder puede más que las buenas intenciones, se quedará allí, siendo también objeto de venganzas y fervores.
Quizás lo peor que le pueda pasar es que nadie lo pinte, nadie más lo maldiga y que se quede solo, flaco, ignorado y helado por toda la eternidad.
Y que no pueda más de soledad, como el Capitán Beto.

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