Los aborígenes reclaman 8,6 millones de hectáreas de tierra en todo el país


Por Darío Aranda

Son casi 400 los conflictos por territorios en todo el paísy la cifra total que reclaman equivale a tres veces la superficie de Misiones. El caso más conocido es el de Benetton.

El campo de golf del Hotel Llao Llao de Bariloche es de los más exclusivos del país, con precios tan inalcanzables como una cabaña cinco estrellas frente al cerro de los Siete Colores de Humahuaca o una habitación con vista al Parque Nacional Iguazú. En los tres lugares, comunidades indígenas resisten desalojos de sus territorios ancestrales y exigen que se respeten sus derechos constitucionales a vivir donde nacieron. Son sólo una muestra de los 397 casos que relevó este diario en doce provincias y que involucran a 8.653.490 hectáreas, una superficie similar a media provincia de Córdoba o tres veces Misiones o 428 veces la ciudad de Buenos Aires. Los territorios aborígenes también son acechados por el corrimiento de la frontera agropecuaria, los monocultivos de soja y pino, la minería metalífera a gran escala y las petroleras. “El modelo extractivo de ‘desarrollo’, sobre la base de explotar nuestros recursos naturales, es una saqueo al país, pero también es directamente opuesto a nuestro modo de vida. Para ese modelo de saqueo, necesitan nuestros territorios, pero nosotros no nos quedaremos de brazos cruzados”, advierten desde la organización Mapuche-Tehuelche 11 de Octubre, de Chubut. El mapeo, que sólo abarca una parte del total de situaciones del país, también confirma que los conflictos se multiplican de la mano del crecimiento de organizaciones indígenas y campesinas y de su consolidación como actores sociales en una decena de provincias.

Educación bilingüe e intercultural, asistencia sanitaria y participación en los asuntos que los afectan son los derechos y reclamos históricos de los 24 pueblos indígenas de Argentina, presentes en 19 provincias y que, según las propias comunidades, ronda el 1,5 millón de personas (el Censo Indígena del Indec, cuestionado por los pueblos originarios, arrojaba 400 mil personas). Pero en la lista de derechos básicos, el primero siempre es el mismo: “Territorio”, el espacio del que se sienten parte, y que lo vinculan a las costumbres, cultura e historia, y no lo consideran un bien económico, por eso lo diferencian del término “tierra”.

El hiperdifundido “caso Bene-tton”, que enfrenta al matrimonio mapuche Atilio Curiñanco y Rosa Rúa Nahuelquir con los multimillonarios europeos, con 565 hectáreas, representa sólo el 0,006 por ciento de las tierras en disputa de Argentina, según el relevamiento de Página/12, que contabilizó 397 casos y que tienen como sectores enfrentados a los pueblos originarios de un lado y, del otro, un gran arco conformado por multinacionales mineras, estados provinciales y el nacional, privados multimillonarios –aunque también algunos menos acaudalados–, empresarios turísticos, plantas de celulosa, empresas sojeras, universidades nacionales y, según acotan las comunidades, “un sistema político y judicial que desobedece las leyes”. Las provincias con mayores conflictos son Salta, Jujuy, Santiago del Estero, Misiones, Chaco, Neuquén, Río Negro y Chubut. También figuran Mendoza, La Pampa, Formosa y Buenos Aires.

Petróleo, oro y resistencia

El hotel Llao Llao se encuentra a 30 kilómetros del centro de Bariloche, entre montañas y con vista al lago Nahuel Huapi, la habitación más económica cotiza 348 dólares por noche. El sábado 15 de septiembre tuvo una visita inesperada: la comunidad mapuche Takul-Chewke llegó en camionetas, con materiales y alimentos, y comenzó la construcción de su cabaña, a sólo siete kilómetros de los cuartos cinco estrellas, una de las zonas más codiciadas y costosas de la Patagonia. “Venimos a recuperar 625 hectáreas que le robaron a nuestra abuela en 1951. Somos parte de este lugar”, explicó Ana María, nieta de Takul y vocera de la comunidad, compuesta por seis familias con 126 integrantes. Se amparan en la Constitución Nacional, convenios internacionales, leyes nacionales y hasta la Carta Orgánica municipal. Pero fueron denunciados por “usurpación”.

Sólo en Río Negro existen al menos veinte conflictos de tierras que significan 106.150 hectáreas. Si se incluyen Neuquén y Chubut –-siempre con el pueblo mapuche-tehuelche–, los casos ascienden a 81, que involucran 199.245 hectáreas. “Existen muchísimas más disputas territoriales de las que llegan a los medios o a los juzgados. Imposible estimar”, remarcó el abogado de Chubut Eduardo Hualpa, especializado en derecho indígena.

Las contrapartes: el Estado (nacional, provincial y municipal), el Ejército, estancieros, empresarios turísticos, las empresas de hidrocarburos y mineras. “Los gobiernos de hoy tienen la misma ideología de los que intentaron nuestro exterminio. Responden a los mismos intereses que se beneficiaron con la apropiación de nuestro territorio”, remarcó Chacho Liempe, referente del Consejo Asesor Indígena (CAI), de Río Negro, que afronta una decena de conflictos.

Las comunidades indígenas de la Patagonia visualizan otro foco de problemas que crecerá en los próximos años: la minería a cielo abierto, que con grandes explosiones de rocas, millones de litros de agua y sopas ácidas (muchas veces con una sustancia contaminante como el cianuro) producen un cóctel acusado de contaminar aire, suelo y napas subterráneas. En 2003, la ciudad de Esquel, en Chubut, se movilizó y organizó un plebiscito para que la ciudadanía decidiera qué tipo de desarrollo deseaba: el 81 por ciento votó contra la minería a gran escala, personificado en ese caso en la compañía Meridian Gold.

Luego del plebiscito, la empresa optó por un perfil más bajo, pero no abandonó el proyecto. En la región, existen nueve emprendimientos en ejecución o estado avanzado: Yacimiento Navidad (que generó un gran conflicto con comunidades originarias del centro de Chubut), El Desquite, Calcatreu, Andacollo, Cerro Vanguardia, Manantial Espejo, San José-Huevos Verdes, Cerro Solo y Sierra Grande. “Todos ellos están asentados sobre territorios indígenas o de campesinos con posesión de décadas”, afirmaron desde la Asamblea de Esquel. Además, existe una decena de emprendimientos en exploración.

Pasteras, pinos y muertes

Misiones cuenta con tres actividades que chocan con comunidades indígenas, campesinos y ambientalistas: plantas de celulosa (Puerto Piray, Papel Misionero y Alto Paraná), emprendimientos turísticos que avanzan sobre territorios ancestrales y represas (una ya construida –Yacyretá, en Corrientes, pero que anegó áreas en Posadas y obligó a masivas relocalizaciones– y otra planificada, Corpus, que fue rechazada por el 80 por ciento de los misioneros en una consulta popular, en 1996, pero aún sigue en carpeta del gobierno provincial). De la mano de las pasteras también llegó el monocultivo de pino (la materia prima), las madereras, la concentración de tierras y, al mismo tiempo, los conflictos con pueblo originarios y poblaciones rurales. Página/12 contabilizó en Misiones quince casos, que involucran casi 90 mil hectáreas y tienen como contrapartes a privados, aserraderos subsidiarios de las papeleras, el estado provincial y hasta la Universidad Nacional de La Plata, que ostenta un título de propiedad por 6144 hectáreas, pero donde hace 150 años viven comunidades del pueblo mbya-guaraní.

El último Censo Nacional Agropecuario de la provincia confirma la concentración de tierras: existen 27.000 explotaciones agropecuarias. Sólo 161 de ellas (el 0,6 por ciento del total) poseen el 44 por ciento de la tierra de Misiones (917.000 hectáreas). El mismo estudio afirma que, en la última década y en la zona de Alto Paraná, descendió un 27 por ciento la cantidad de pequeñas chacras. “La producción forestal artificial nos pone frente a un modelo de monocultivo y concentración. El sector forestal no respeta las normas de preservación, produce despoblación de las zonas y exterminio de gran parte de los recursos naturales”, afirman desde el Foro de la Tierra.

Demandas y conflictividad

El Movimiento Sin Tierra de Brasil (MST) llama “ocupación” a la acción organizada de asentar familias en fincas improductivas. Luego de desalojos, el Movimiento Campesino Indígena practica desde hace años las “retomas” y tiene entre sus objetivos a corto plazo la “toma” de chacras. El pueblo mapuche llama “recuperar” a volver a vivir en sus tierras ancestrales: Atilio Curiñanco y Rosa Rúa Nahuelquir recuperaron 565 hectáreas en plena estancia Benetton. La comunidad Takul-Chewke recuperó 625 hectáreas en el patio del más lujoso hotel de Bariloche. El Consejo Asesor Indígena (CAI) ya recuperó, en los últimos años, 150 mil hectáreas en Río Negro. “Tenemos la decisión de ir recuperando lo que legítimamente nos pertenece”, resumió Chacho Liempe, referente mapuche del CAI.

Desde el Grupo de Ecología Política, Comunidad y Derechos (Gepcyd) del Instituto Gino Germani advierten que, así como la conflictividad social de los años noventa estuvo mayormente visibilizada por las luchas urbanas, desde el ámbito rural se afianzan organizaciones, comunidades y luchas que aportan viejos actores sociales, pero ahora fortalecidos y exigiendo históricas demandas.

“El saqueo hoy se da por los bienes naturales, y ahí campesinos, indígenas y poblaciones rurales nos estamos organizando y estamos dando esa disputa. Algunas veces nos han desalojado, pero hemos vuelto a tomar el campo, por el simple ejercicio del derecho. No hemos esperado que un juez nos devuelva las parcelas. Nos hemos organizado, hemos ido y retomado las fincas”, advierten los Sin Tierra de Mendoza. En la Patagonia, los mapuche-tehuelche de la 11 de Octubre avisan: “En la medida que tomamos conciencia de nuestros derechos y recuperamos nuestra historia, vamos a multiplicar los conflictos. Es un planteo político e ideológico de todo un gran sector de lucha que no tiene vinculación partidaria, que no fue cooptado y que va a recuperar lo que le corresponde”.
Fuente: Página/12

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RELEVAMIENTO PARA LA UNICEF
Llegarían a 35 las lenguas indígenas en la Argentina
Una austríaca realizó un estudio "socio lingüístico" en 21 países de América Latina y reveló que existen unas 420 lenguas indígenas entre 522 pueblos.



Un relevamiento lingüístico realizado en América Latina aseguró que existirían alrededor de 35 lenguas indígenas distintas que habitan el territorio argentino, aunque oficialmente presentó 28 en un curioso mapa lingüístico de los países de la región. 

El estudio reveló que existen unas 420 lenguas y 522 pueblos indígenas que habitan 21 países desde México hasta la Argentina. 

El Programa de Formación en Educación Intercultural Bilingüe (EIB) para los Países Andinos presentó su investigación en un Congreso realizado en Buenos Aires durante los primeros días de diciembre. Allí, la lingüista austríaca Inge Sichra habló sobre el mapa y explicó a la agencia Télam que se trata de “una perspectiva socio lingüística de los pueblos indígenas de toda la región”.

Sicha detalló que El Salvador es el país que menos pueblos tiene, tres, y que Brasil se ubica en el otro extremo con 247. Argentina, figura con 28, “pero puede ir a 35”, señaló la lingüista al poner de relieve que son cifras movibles porque “al momento que lo dices se desactualiza” ya que en forma permanente aparecen identidades culturales que reclaman su reconocimiento. 

El trabajo contó con el patrocinio de Unicef y abarcó unas 600 páginas impresas más un DVD de próxima aparición a público. “Queremos dar énfasis a la actualidad, no la cosa histórica que permita decir algo grande que fue pero que ya no es más. Recogemos las lenguas existentes en uso cotidiano", recalcó al manifestar que el "empeño es demostrar la presencia de las lenguas". 

Gracias al “trabajo de rastreo”, Sichra indicó que pudo advertir que en muchos países se daban por extintas muchas lenguas “que en realidad se siguen hablando” y estimó que ello se debería a que “las lenguas indígenas por ser minoritarias su uso no es público, por lo tanto si no las escuchas asumes que no están”. 

”En Chile, por ejemplo, se suponía que solo se hablaban la lengua aymara, pero si buscas bien, escuchas bien, encuentras y resulta que ahora hay quechua en Chile", detalló. 

LA INVESTIGADORA. Sichra es sociolingüista de la Universidad de Viena donde se doctoró con un trabajo sobre la "Vitalidad del Quechua" en dos provincias en Cochabamba, Bolivia, que se centra en la resistencia etnolinguística, en la interculturalidad y las opciones educativas de los pueblos indígenas. 
Fuente: criticadigital.com

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