La contaminación de los suelos


Por Cristian Frers

Los problemas más comunes en relación al suelo tienen que ver con las actividades de las personas. Los suelos sufren el vertido constante de todo tipo de residuos, dado que son capaces de retener y acumular los agentes contaminantes durante años, siendo los más habituales los metales pesados, los hidrocarburos, los aceites minerales y los pesticidas.

El suelo es un recurso natural que corresponde a la capa superior de la corteza terrestre. Contiene agua y elementos nutritivos que los seres vivos utilizan. El suelo es vital, ya que el ser humano depende de él para la producción de alimentos, la crianza de animales, la plantación de árboles, la obtención de agua y de algunos recursos minerales, entre otras cosas. En él se apoyan y nutren las plantas en su crecimiento y condiciona, por lo tanto, todo el desarrollo del ecosistema.
Cuando un suelo ha sido continuamente utilizado, se deteriora, se degrada, y deja de poseer y aportar sus cualidades iniciales. Podemos decir que un suelo está contaminado, cuando las características físicas, químicas o biológicas originales han sido alteradas de manera negativa, debido a la presencia de componentes de carácter peligroso o dañino para el ecosistema. Entonces, la productividad que el suelo tenía se pierde total o parcialmente.
Las propiedades naturales del suelo le permiten autoregenerarse en ciertas condiciones no muy extremas, pero al someterse a actividades industriales, agrarias, entre otras acciones de gran incidencia sobre el suelo, sus propiedades quedan anuladas y pierde la capacidad de autogeneración.
Los problemas más comunes en relación al suelo tienen que ver con las actividades de las personas. Los suelos sufren el vertido constante de todo tipo de residuos, dado que son capaces de retener y acumular los agentes contaminantes durante años, siendo los más habituales los metales pesados, los hidrocarburos, los aceites minerales y los pesticidas. Aunque a corto plazo no se advierten los efectos nocivos de dichos residuos, con el paso del tiempo cualquier alteración del suelo, o incluso, los cambios climáticos pueden ocasionar la liberación de los contaminantes almacenados, pudiendo afectar a otros medios como el aire o las aguas superficiales y subterráneas. Además, como los contaminantes se mueven a través de las capas más permeables del terreno, se corre el riesgo de afectar a las zonas limítrofes.
Los problemas directamente derivados del uso antrópico de los suelos son actualmente muy severos. La erosión, la desertificación, la contaminación, la compactación, el avance de las ciudades y urbanización, y la pérdida de fertilidad, se encuentran entre los problemas más graves que afectan hoy a los suelos.
Si tomamos en cuenta la erosión, veremos que la erosión del suelo se está acelerando en todos los continentes y está degradando unos 2.000 millones de hectáreas de tierra de cultivo y de pastoreo, lo que representa una seria amenaza para el abastecimiento global de víveres. Cada año la erosión de los suelos y otras formas de degradación de las tierras provocan una pérdida de entre 5 y 7 millones de hectáreas de tierras cultivables. En los países subdesarrollados, la creciente necesidad de alimentos y leña han tenido como resultado la deforestación y cultivo de laderas con mucha pendiente, lo que ha producido una severa erosión de las mismas. Para complicar aún más el problema, hay que tener en cuenta la pérdida de tierras de cultivo de primera calidad debido a la industria, los pantanos, la expansión de las ciudades y las carreteras. La erosión del suelo y la pérdida de las tierras de cultivo y los bosques reduce además la capacidad de conservación de la humedad de los suelos y añade sedimentos a las corrientes de agua, los lagos y los embalses.
La información disponible de investigación sobre los tipos, causas, grado y severidad de la degradación de tierras es todavía insuficiente en la mayoría de los países de América Latina. Esta falta de información dificulta enormemente la identificación y la puesta en práctica de estrategias efectivas de conservación y rehabilitación de tierras
En la actualidad, la contaminación de los suelos se encuentra cada vez más en el punto de mira de la gestión ambiental, debido principalmente al riesgo que un suelo contaminado puede suponer para la salud humana y para el correcto funcionamiento de los ecosistemas.
La gestión de un suelo contaminado consiste en un proceso gradual en el tiempo, en el que se parte de una fase inicial con poca información y se avanza por fases, en las que se va adquiriendo más conocimiento sobre la problemática de contaminación. Este proceso debe basarse en las siguientes etapas:
1. Reconocimiento preliminar: Consiste en la recopilación de la información que permita valorar la posibilidad de que se hayan producido o se produzcan contaminaciones significativas en el suelo en el que se ha desarrollado una actividad.
2. Evaluación preliminar: La existencia de indicios de contaminación conllevará la realización de un informe de evaluación preliminar. Se debe disponer de una primera aproximación real a la magnitud del problema, definir el origen y la naturaleza del foco de contaminación, los vectores de transferencia y los sujetos que deben protegerse, y definir si se necesitan actuaciones de emergencia.
3. Evaluación detallada: Esta fase consiste en la realización detallada del informe de evaluación que debe permitir caracterizar con precisión los focos de contaminación, delimitar el alcance de la contaminación, determinar si el riesgo es aceptable o inaceptable y, en este segundo caso, obtener la información suficiente para pasar a la fase de estudio siguiente.
4. Recuperación: Considerar un suelo como contaminado supone la obligación de desarrollar las actuaciones de recuperación ambiental del emplazamiento.

Los procesos de descontaminación son caros, pero si tenemos en cuenta que el suelo es un medio natural que nos proporciona múltiples beneficios, y que necesita miles de años para formarse, tendríamos que pensar que todo lo que hagamos por el beneficio del suelo es poco. Por lo tanto sería conveniente establecer una serie de factores, en virtud de los cuales, se vayan descontaminando los suelos. Es decir, la peligrosidad de la contaminación dependerá de efectos como puede ser el poder tamponador o lo vulnerable que sea el suelo ante la contaminación, etc.
Uno de los factores a evaluar con más importancia es la extensión de la contaminación, así como la naturaleza y la medida en que los contaminantes estén concentrados. Es muy importante la naturaleza de éstos porque dependiendo del peligro que aporten al suelo, este se contaminará más o menos rápido, y con mayor o menor profundidad.
En resumen, cabe decir que la gestión por el mantenimiento de los suelos en su estado original, impidiendo su contaminación por usos excesivos y abusivos y limpiando y descontaminando aquellos emplazamientos ya deteriorados debe tomarse como una rama más de la conservación del ambiente, quizás menos llamativa a los ojos de la opinión pública, pero igual de importante que cualquier otro tipo de actuación.
Para superar los problemas mencionados, se deben considerar soluciones que impliquen una acción inmediata y, también, métodos de prevención para impedir mayor deterioro futuro. Parte del deterioro causado lo puede solucionar la naturaleza misma con sus ciclos naturales. Por ello la acción del ser humano debiera contribuir a crear las condiciones necesarias para que la naturaleza emprenda su obra de restauración. Sin embargo, recuperar el suelo una vez que éste ha sido destruido es un proceso lento si se lo deja sólo a su ritmo natural, y muy costoso si se trata de acelerarlo. Por lo tanto, lo más razonable es evitar que se destruya el suelo. www.ecoportal.net
Cristian Frers – Técnico Superior en Gestión Ambiental y Técnico Superior en Comunicación Social

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